Volver a bañarse en el Sena: breve historia de una obsesión francesa
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, pone fin a un siglo de prohibición de la natación en el río, proyecto largamente acariciado que pasará a la historia como un hito del nuevo relato olímpico de la capital
Anne Hidalgo emergió de las aguas envuelta en neopreno, a medio camino entre una náyade y un figurante de Le llaman Bodhi, con su mejor sonrisa. “Miren la felicidad a su alrededor”, declaró ante las cámaras. “Llevamos años soñando con esto”. La alcaldesa de París acababa de bañarse en el Sena, donde la natación quedó prohibida hace un siglo. Los metros de crol que exhibió este miércoles ante las cámaras anunciaban una nueva etapa. Varias pruebas acuáticas de los Juegos Olímpicos, que empiezan dentro de nueve días en la capital francesa, se celebrarán en el Sena. A partir de 2025, cualquier parisino podrá bañarse en cuatro puntos del río a su paso por la ciudad.
La foto fue de las que hacen historia. La alcaldesa quiso contradecir los rumores que, en las últimas semanas, apuntaban que la baja calidad del agua fluvial dificultaría la celebración de las pruebas de natación abierta. Todo ello, en medio de un sinfín de artículos de prensa (2.400, en total, según un recuento del semanario Le Point) que auguraban un fiasco municipal, apuntando a la presencia de bacterias, sinónimo inevitable de contaminación fecal, y al riesgo de contagio de la leptospirosis, una enfermedad provocada por la orina de las ratas. Hidalgo no podía perder esta apuesta: había convertido la purificación del río en piedra angular de su programa. “Limpiamos el Sena para los Juegos, pero sobre todo contribuimos a no dañar los océanos, a los que llegará un agua más limpia”, expresó este miércoles. Su estrategia consistió en enmarcar el plan de saneamiento no solo en el contexto de los Juegos Olímpicos. No se trataba de obtener una bonita postal olímpica, sino de “devolver el Sena a los ciudadanos”, como insistió este miércoles.
Hasta el siglo XX, los parisinos mantuvieron una relación muy cercana, casi carnal, con el Sena. Todo cambió con la construcción de orillas de piedra y la llegada del automóvil a sus muelles
Había otro subtexto: Hidalgo estaba haciendo realidad un sueño, una obsesión parisina y también francesa. El Sena es, a todas luces, mucho más que un río. Erigida a su alrededor, París no puede entenderse sin su cauce, que fragmenta la ciudad en dos mitades y gobierna su geografía, dividiéndola entre la rive gauche, u orilla izquierda, al sur del Sena; y la rive droite o ribera derecha, al norte del río. No por casualidad, hasta 1968, el departamento de París recibía el nombre de Seine, a secas. “El río ha sido un elemento fundamental en la historia de la ciudad. Sobre todo, en lo logístico, porque era la gran arteria por la que llegaban la mayoría de los transportes y mercancías, la principal vía de navegación y entrada de riquezas. Además, existe una dimensión espiritual: los habitantes de la antigua Lutecia veneraron a la diosa del río, Sequana, desde la antigüedad”, afirma Valérie Kozlowski, conservadora de las colecciones arqueológicas del Museo Carnavalet, que relata la historia de París.
Desde los tiempos del Imperio Romano, el Sena fue una fuente de agua pura y abundante. Con el desarrollo urbano, el río se convirtió en un vertedero de desechos humanos e industriales. A lo largo de los siglos, varias iniciativas buscaron mejorar la calidad del agua, incluyendo la construcción de un canal en 1808 y una nueva red de agua potable y de alcantarillado en el siglo XIX, aunque nada logró mitigar la contaminación. “Hasta el siglo XX, los parisinos mantuvieron una relación muy cercana, casi carnal, con el Sena, pero todo cambió con la construcción de orillas de piedra y la llegada del automóvil a sus muelles. Poco a poco, esta urbanización y modernización alejaron a los parisinos de su río”, añade Kozlowski. En las últimas décadas, la peatonalización de las orillas del Sena supuso un punto de inflexión. La posibilidad de sumergirse en sus aguas es otro paso adelante, aunque voces críticas adviertan que “un ecosistema no se transforma con una varita mágica, incluso si es olímpica”, como señaló este miércoles el diario electrónico Mediapart, denunciando que el storytelling del equipo municipal podría quedarse en nada.
Hasta el siglo XIX fue habitual practicar la natación en el río, como inmortalizaron Georges Seurat y Honoré Daumier en sus cuadros. En 1923 se prohibió nadar en el Sena, aunque muchos ciudadanos se saltaron la nueva regla, como demuestran las viejas fotografías de Robert Doisneau en el puente de Iéna. Así fue hasta los años cincuenta, cuando el peligro de las corrientes y el tráfico fluvial, sumados luego a la contaminación química y bacteriana —durante los años veinte, los médicos ya aconsejaban bañarse con agua corriente después de exponer el cuerpo a su curso y “cerrar la boca al nadar”—, hicieron que esa práctica entrase en desuso. Hidalgo ha hecho realidad el sueño de Jacques Chirac en su etapa de alcalde de la capital. A finales de los ochenta, este prometió que nadaría en el río antes de terminar su mandato para evidenciar que ya no estaba contaminado, en un gesto de voluntarismo ecologista que no tuvo resultado. Pese a impulsar la limpieza del Sena, en 1990 tuvo que admitir que no podría cumplir su promesa.
En junio de 2017, el Ayuntamiento de París organizó una exhibición de 36 deportes olímpicos desde el puente de Alejandro III, en una espectacular operación para seducir al COI, con Hidalgo subida a un kayak, pero sin meterse ella en el agua. Las pruebas acuáticas se celebrarían, prometieron entonces, en ese río altamente contaminado. La fuerza de esa imagen, con la Torre Eiffel como inigualable telón de fondo, arrasó frente a sus contrincantes. El desafío fue limpiar el río en tiempo récord, con el temor de que la promesa se quedara en papel mojado, como le sucedió a Chirac décadas atrás.
Tras distintos traspiés en su accidentada gestión municipal, frente a enemigos políticos que la han convertido en su bestia negra —un caso parecido al de Ada Colau en Barcelona—, Hidalgo ha ganado una batalla en la guerra de las imágenes. “Toda la secuencia está enmarcada en la política espectáculo. Este tipo de símbolos están muy arraigados en nuestra cultura política, como han demostrado todos nuestros presidentes, de François Mitterrand a Emmanuel Macron, que convirtieron sus investiduras en puestas de escena de corte teatral”, afirma Jean Garrigues, historiador de la política francesa y profesor emérito de la Universidad de Orleans.
“En Francia tienen mucha importancia estos gestos simbólicos, lo cual es menos común en otros países europeos. Lo importante en materia de política medioambiental debería ser reducir la huella de carbono y construir edificios adaptados al cambio climático, pero preferimos los símbolos y las imágenes”. Aunque eso también haya sido motivo de burla: antes que Hidalgo, el sábado pasado ya se bañó en el Sena la ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra, que protagonizó un sinfín de memes en las redes, convertida en un ser mutante o con granos infecciosos por todo el cuerpo. El siguiente debería ser Emmanuel Macron, que en abril prometió que también se daría un baño en el río antes de los Juegos. De momento, se desconoce la fecha.
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