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Irán celebrará elecciones presidenciales el 28 de junio para designar al sucesor del fallecido Raisí

Las autoridades evitan agotar el plazo legal de 50 días en un esfuerzo por recuperar la normalidad institucional tras el accidente en el que pereció el presidente

Miles de iraníes participan en el cortejo fúnebre del fallecido presidente Raisí y sus acompañantes, en Tabriz, este martes, en una imagen de las autoridades de Irán.
Miles de iraníes participan en el cortejo fúnebre del fallecido presidente Raisí y sus acompañantes, en Tabriz, este martes, en una imagen de las autoridades de Irán.Anadolu (Anadolu via Getty Images)

Mientras la comitiva fúnebre del fallecido presidente iraní Ebrahím Raisí y del jefe de la diplomacia del país, Hossein Amir Abdollahian, recorría las calles de la ciudad de Tabriz, en el noroeste de Irán, en medio de una multitud de partidarios de la República Islámica, las autoridades del país han anunciado este martes que las próximas elecciones presidenciales tendrán lugar el 28 de junio, poco más de un mes después del accidente que costó la vida a Raisí y su séquito, el pasado domingo. Los comicios se celebrarán sin agotar el plazo legal de 50 días que prevé la Constitución para elegir a un nuevo presidente en caso de fallecimiento del jefe del Ejecutivo, según ha confirmado la agencia semioficial Tasnim, vinculada a la Guardia Revolucionaria, el ejército paralelo al regular cuyo cometido es defender al régimen islámico iraní.

La pérdida del presidente en un accidente que arroja dudas sobre los protocolos de seguridad de la República Islámica de Irán —el helicóptero había sido adquirido en la década de 1970, según la agencia Efe— ha abierto un periodo de incertidumbre, en un contexto de apoyo menguante al régimen por parte de un amplio sector de la población y en plena confrontación con Israel por la guerra de Gaza. Las autoridades iraníes parecen tener prisa en volver a la normalidad institucional lo antes posible, acelerando los plazos para designar a un nuevo presidente. La avanzada edad del líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí, que el 19 de abril cumplió 85 años, impone también una elección sin demora de quien ocupará la segunda magistratura política del país, solo por detrás del propio Jameneí.

El lunes, cuando apenas habían pasado unas horas de la confirmación de que ninguno de los ocupantes del helicóptero había sobrevivido, el líder supremo dio su visto bueno para que se iniciara el procedimiento que prevé la Constitución iraní para estos casos: el vicepresidente primero de Irán, Mohamad Mojber, asumió la presidencia en funciones. Casi inmediatamente, el nuevo jefe interino del Ejecutivo constituyó un consejo integrado por él mismo, junto con el presidente del Parlamento y el jefe del Poder Judicial, que se reunió el lunes por la mañana con otros altos responsables para preparar los comicios.

El calendario electoral anunciado por la agencia Tasnim dará comienzo el 30 de mayo, poco después del final de los cinco días de duelo oficial por el fallecimiento de Raisí y sus acompañantes, anunciados este lunes por Jameneí. Ese día y hasta el 3 de junio, tendrá lugar la inscripción de los candidatos, mientras que la campaña electoral discurrirá entre el 12 y el 27 de junio. La agencia semioficial iraní no precisa en qué fechas se producirá el examen de las candidaturas —necesariamente entre esos dos periodos citados—por parte del Consejo de Guardianes, la institución encargada de vetar a los aspirantes que no se consideran suficientemente leales a la República Islámica. Ese organismo está formado por 12 miembros, la mitad nombrados directamente por Jameneí, mientras que sus otros seis integrantes son elegidos, previa aprobación del Parlamento, por otro cargo designado también por el líder supremo: el jefe del poder judicial.

Elecciones sin democracia

En Irán, las elecciones no son sinónimo de democracia, sino un mecanismo de competición y reparto de poder entre élites y facciones, todas partidarias, en mayor o menor grado, del régimen. Desde la llegada de Raisí a la presidencia, en 2021, con los votos de solo un tercio del electorado, ese poder está casi completamente en manos de los llamados principalistas, los ultraconservadores que se oponen a cualquier reforma y defienden una obediencia ciega al líder supremo. En los comicios de marzo, solo 30 moderados o reformistas —partidarios de una apertura controlada del régimen islámico— fueron autorizados a concurrir a las urnas tras pasar la criba del Consejo de Guardianes.

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En las próximas presidenciales, se espera que este consejo vete de nuevo a todos los aspirantes reformistas e incluso a los conservadores que puedan hacer sombra al elegido por el régimen como su candidato a presidente. Una de las cuestiones del proceso electoral es, según indica Rouzbeh Parsi, jefe del programa de Oriente Medio y Norte de África del centro de análisis Instituto Sueco de Asuntos Internacionales, “qué candidatos reformistas intentarán presentarse” y cómo de radical será el Consejo de Guardianes “en sus vetos”, recalca por WhatsApp.

En este contexto, el único desafío de las próximas elecciones será el de evitar un récord de abstención que supere al registrado el pasado 1 de marzo en los últimos comicios legislativos, cuando solo el 41% de un electorado de 61 millones de personas depositó su voto. De ellos, según datos oficiales, el 5% fueron declarados nulos. Si un número aún mayor de iraníes dan la espalda a las urnas, eso podría minar aún más la legitimidad del sucesor de Raisí y, con ella, la de todo el sistema político iraní.

En el país persa, la abstención se asimila a un voto de castigo, una de las pocas formas de rechazo que la ciudadanía puede expresar en un sistema político y económico cuyos resortes están casi totalmente controlados por el estamento clerical y por poderes fácticos como la Guardia Revolucionaria. La baja afluencia a las urnas se interpreta como un reproche contra el régimen, sobre todo porque, tradicionalmente, las autoridades del país han esgrimido la antaño alta participación electoral, en ocasiones superior al 70% del electorado, como demostración de respaldo popular.

Ese reto de evitar una altísima abstención se impone, si cabe aún más, tras el golpe que supone el abrupto fallecimiento del jefe del Ejecutivo. La razón es la necesidad de eludir una imagen de fragilidad de las instituciones. Raisí no solo era el presidente del país, sino uno de los nombres que sonaba para suceder a Jameneí, cuyo reemplazo tras su muerte —el acontecimiento que verdaderamente puede marcar el futuro de Irán o provocar un vacío de poder—, está ahora algo más en el aire.

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