Guadalupe Aguilar, activista por los desaparecidos: “No me quiero morir sin saber qué le pasó a mi hijo”
La mexicana es fundadora de la asociación Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos, galardonada con el Premio de Derechos Humanos Rey de España en 2024
Guadalupe Aguilar (Guadalajara, 69 años) vive desde hace más de una década en una lucha contra reloj. Su hijo, José Luis Arana, desapareció en 2011 en el estado de Jalisco, cuando tenía 34 años, y ahora forma parte de la larga y desalentadora lista de las más de 100.000 personas no localizadas en México. “No me quiero morir sin saber qué le pasó”, asegura Aguilar, fundadora de la asociación Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos (Fundej), una ONG cuya misión ha sido crear una red de apoyo entre los familiares de las víctimas de desaparición forzosa. Este colectivo será reconocido este miércoles con el Premio de Derechos Humanos Rey de España, entregado por el Defensor del Pueblo y por la Universidad de Alcalá, con una dotación económica de 25.000 euros.
Pregunta. ¿Cómo inició Fundej?
Respuesta. Yo pensé que era la única mujer en el mundo que tenía un hijo desaparecido. Cuando fui a hacer la denuncia, mi documento tenía el número 250. Pregunto y me dicen que es el número de denuncias que habían recibido solo ese año. Pepe [su hijo, José Luis] desapareció el 17 de enero y para entonces ya había decenas. Así fue como conocí a más y más mujeres que estábamos determinadas a encontrar a nuestros hijos y fue como nació la asociación.
P. Se relaciona la labor de búsqueda casi exclusivamente con las mujeres.
R. Cuando desaparece alguien de la familia, desaparece la armonía. Yo ya me había separado, pero la mayoría de mis compañeras me cuentan que sus esposos tienen una incomprensión total hacia su dolor y más si son madres. Les dicen cosas por el estilo de: “¿Para qué lo sigues buscando?”, o “deja de llorar”. Pero nuestros hijos son una parte de nuestro corazón y desde que Pepe no está me falta una parte.
P. Ocurren también numerosos casos de revictimización.
R. Sí. Si es una muchacha la que desaparece, te dicen que no te preocupes porque dentro de nueve meses serás abuela. Si es un muchacho, te dicen que se fue por ahí a tomar unas cervezas, aunque tu hijo no tome alcohol. Entonces hasta tenemos que luchar contra el sistema para respaldar el honor del hijo, para que no piensen que es un borracho, un putero o un narco. Pero José Luis no era nada de eso, era un excelente estudiante y era deportista. Practicaba vóley playa.
P. ¿Qué es lo que más recuerda de él?
R. Su alegría; tenía una risa contagiosa y una mirada penetrante. Su vida entera eran sus niños. Dejó a dos pequeñitos que ahora son adolescentes. Hace un tiempo, mientras veíamos fotos en las que estábamos juntos, no dejaba de pensar en que no nos dábamos cuenta de lo felices que éramos porque estábamos completos. Ahora vivo sola en Guadalajara y desde que desapareció Pepe estamos disgregados.
P. ¿Qué hace para mantener la esperanza después de tantos años?
R. Es mi vida. Doy mi vida y la doy con gusto. Mi salud ha mermado bastante, pero sigo con el objetivo de encontrar a Pepe, porque no me quiero morir sin saber qué le pasó. Cuando me llamaron a decirme que iba a recibir este premio lloré mucho porque no me sentía merecedora sin haberlo encontrado aún. Pero este reconocimiento es de todas y esa es la fuerza de Fundej: acompañarnos y trabajar hacia el objetivo de encontrar a nuestros desaparecidos.
P. Entre sus actividades diarias suele hacer plantones frente al Servicio Médico Forense. ¿De qué sirven?
R. Es una manera de hacer que la sociedad se implique con nuestro dolor y nos dirigimos allí para exigir soluciones rápidas. Los forenses pueden tardar años en identificar un cuerpo y no es justo que no entreguen los restos a las familias. Muchas mujeres que van a hacerse las pruebas de ADN para rastrear a sus familiares se acercan a nosotros y las abrazamos en su dolor. También me he convertido en gestora ante la ineficacia del Estado. Ya no pido, ahora exijo soluciones. Los primeros años pedía el favor y no me hacían caso, ahora cuando nos juntamos todas veo el poder de la asociación.
P. ¿Cómo ha sido la gestión del Gobierno con los desaparecidos?
R. El presidente [Andrés Manuel López Obrador] nos ha puesto barreras para que no hablemos directamente con él. Ya voy a cumplir 70 años y en mi vida he visto a alguien tan omiso ante este problema. Además, el Gobierno local se ufana de aumentar el presupuesto al instituto forense, pero no es suficiente. Menos aún cuando esta desgracia afecta, como siempre, a las personas más pobres.
P. ¿Qué hará con la dotación del premio?
R. Podremos crear un laboratorio forense para poder tomar el ADN de tanta gente que ni siquiera se puede pagar el kit de prueba. También seguiremos apoyando económicamente a las mujeres que se trasladan de otros municipios para buscar a sus hijos. Muchas lo hacen por su propia cuenta y no tienen ni qué comer ni cómo regresar a sus casas.
P. Ser una persona incómoda para el poder es peligroso. ¿Teme por su vida?
R. No duermo. Cuando oigo algún ruido por la noche me asomo a la ventana a ver la calle y continuamente vivo con precaución, pero miedo no tengo. Nunca lo he tenido. Tengo mucho coraje y frustración de tanto que he caminado y tanto que he trabajado y sigo sin encontrar a Pepe.
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