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Esto no es Netflix, es la guerra de Gaza

La evacuación, malherido, de uno de los protagonistas de la serie ‘Fauda’, refleja el precio pagado por los soldados y reservistas israelíes movilizados en la Franja

Guerra de Gaza
El actor Idan Amedi (izquierda) junto a su compañero Matan Zamir (derecha), en una foto del Instagram de Amedi.
Juan Carlos Sanz (enviado especial)

“Estoy algo cansado, pero bien, trabajando por la seguridad de todos”, le dijo sonriente y enfundado en uniforme de campaña al reportero del Canal 12 de la televisión israelí que le entrevistaba el lunes en la misma franja de Gaza. Poco después, el reservista Idan Amedi, de 35 años, era evacuado por vía aérea con el cuerpo destrozado por la metralla tras un choque con milicianos de Hamás en dirección al hospital Sheba de Tel Aviv, el mayor y mejor dotado de Israel. Célebre cantante en su país, Amedi es además un actor conocido a escala global como integrante del reparto protagonista de la serie Fauda, distribuida por Netflix. Entubado y anestesiado, su situación era considerada estable este martes por los médicos, que no temen por su vida, según han informado sus familiares, después de haber sido intervenido durante horas por piezas de metralla alojadas en varias partes de su organismo.

Camino de la quinta temporada, Fauda es una trama televisiva que narra desde 2015 las tribulaciones de un comando de los mistaarvim (los que viven entre los árabes, en hebreo) que opera encubierto en los territorios palestinos. Amedi encarna en la ficción al soldado Sagi Tzur, de lejos el de mayor estatura en la unidad, encabezada por el impulsivo comandante Doron Kabilio, Lior Raz en la vida real, estrella indiscutible y coautor de la serie. Cuando Amedi fue movilizado tras el ataque lanzado por Hamás el 7 de octubre, se apresuró a advertir a través de las redes sociales: “Esto no es una escena de Fauda, esto es la vida real”.

Casado y con dos hijos, se sumó a pesar de su celebridad internacional a los 300.000 israelíes con edades comprendidas entre 21 y 45 años llamados a filas para combatir en la guerra de Gaza, en el mayor conflicto registrado en Israel en medio siglo. Miles de reservistas están siendo desmovilizados desde principios de este año, una vez que el ejército ha declarado desmantelada la estructura militar de Hamás en el norte de la Franja. Pero Amedi aún tenía una misión que cumplir. Pertenece a una unidad de ingenieros especializada en la demolición y destrucción de túneles. “Hemos localizado kilómetros de túneles, es una locura”, le explicó al periodista de la principal cadena privada de televisión de Israel que le entrevistó antes de resultar herido.

En el parte de bajas que las Fuerzas Armadas distribuyen cada jornada —y que la prensa recoge con detalle— figuraban este martes nueve nombres, una cifra superior a la media. Ocho de ellos eran de efectivos con edades que oscilaban entre los 23 y los 35 años. Solo uno, precisamente el que no pertenecía al cuerpo de ingenieros, tenía 19 años, en el periodo de servicio militar obligatorio. El conflicto está dejando una honda huella en las jóvenes generaciones de israelíes que apenas habían conocido las hostilidades durante su existencia, salvo la guerra de Líbano de 2006, que duró apenas un mes (119 militares muertos) o la de Gaza de 2014, de dos meses (67 fallecidos). En los tres meses del actual conflicto han muerto 519 soldados israelíes, la mayoría en la ofensiva a gran escala de Hamás. Desde el inicio de la invasión del enclave, tres semanas más tarde, el ejército ha contabilizado 185 muertos en sus filas y 2.438 heridos de cierta consideración. Las lesiones menores no se registran.

Amedi había aprovechado su popularidad para difundir en las redes sociales sus actividades en el frente de combate. Hace apenas dos días, distribuyó un mensaje en el que aseguraba que su unidad seguía destruyendo a diario túneles de Hamás. En diciembre publicó imágenes de la demolición de una escuela en Gaza que supuestamente había servido como puesto militar de la milicia palestina. Hace tres semanas, anunció el derribo de un edificio en la Franja, en una acción de su unidad de ingenieros en memoria de las víctimas israelíes del ataque del 7 octubre.

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‘El dolor del guerrero’

Como cantante que se hizo célebre en Israel tras participar en un concurso para jóvenes intérpretes, el coprotagonista de Fauda triunfó en las listas de ventas locales con el tema El dolor del guerrero, que describe la experiencia de un soldado con síndrome postraumático de combate a su regreso del frente. Nacido y criado en Jerusalén en el seno de una familia judía kurda de origen iraquí, Amedi había anunciado el pasado noviembre que iba a dejar de actuar y cantar durante un año para cumplir su misión como reservista.

La trama de la tercera parte de Fauda se extravió precisamente en la franja de Gaza, por la senda de una acción desenfrenada en el que cualquier parecido con la realidad resultaba pura coincidencia. Soldados y colonos judíos salieron hace casi 20 años del enclave costero palestino, que quedó poco después sometido a bloqueo terrestre y marítimo. Las tropas solo regresaron en el curso de guerras esporádicas.

En su estreno, Fauda abrió una brecha en el muro de desconocimiento sobre la vida cotidiana en Palestina erigido ante la misma sociedad israelí por un conflicto con más de siete décadas de antigüedad. Pero resultó patente la ignorancia de los guionistas hebreos sobre la realidad gazatí de 2020 tras la “desconexión” de 2005, la retirada de colonos y tropas, el bloqueo posterior y las guerras que estallaron a partir de 2007, cuando el movimiento islamista Hamás se hizo con el poder en la Franja.

Lior Raz, el actor protagonista, es un veterano de las operaciones de seguridad encubiertas del Shin Bet (servicios de inteligencia interior) y el ejército en Cisjordania. Ha coescrito la serie con el periodista Avi Issacharoff, antiguo corresponsal de asuntos palestinos del diario Haaretz y que antes fue su camarada en los mistaarvim. Ambos salieron juntos a la carrera de sus casas en Tel Aviv el 7 de octubre para ayudar con sus propios medios a las víctimas de la ofensiva de Hamás. Raz le ha deseado ahora a Amedi una pronta recuperación en un vídeo distribuido a través de sus redes sociales.

Desde que se disparó hasta un 35% del producto interior bruto tras la guerra de Yom Kipur, en 1973, el presupuesto de Defensa no ha dejado de reducirse en Israel, hasta situarse en el 3,3 % de la actualidad. Las Fuerzas Armadas habían recortado la duración del servicio militar —obligatorio tanto para hombres como para mujeres— y el tiempo de prestación anual de los reservistas lo largo de los dos últimos decenios. Israel se plantea ahora retornar al modelo de tres años de servicio para los hombres y de unos dos años para las mujeres, entre los 18 y los 21 años. A los reservistas de unidades de combate se les obligará también a movilizarse hasta 40 días anuales a partir de 2025. En plenas hostilidades de Gaza, las jóvenes generaciones de israelíes están aprendiendo —como sus padres en las trincheras de Yom Kipur y sus abuelos en la contienda de los Seis Días, en 1967— que la guerra no es una serie de ficción.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz (enviado especial)
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.
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