Las feministas de Marruecos hacen frente común contra la poligamia en la reforma del Código de Familia
Mohamed VI emplaza al Gobierno a revisar la legislación por la que se toleran los matrimonios de niñas y se restringe el derecho a heredar de las mujeres
Cuando se acerca el 20º aniversario de la reforma de la Mudawana o Código de Familia —que marcó un hito modernizador en Marruecos al conceder a las mujeres el derecho a pedir el divorcio, entre otros avances—, el rey Mohamed VI, que cumplirá el año que viene 25 años en el trono, ha emplazado el Gobierno a que presente un proyecto de revisión de la legislación antes del próximo mes 26 de marzo. A pesar de las prohibiciones establecidas en 2004, las excepciones legales al estatuto personal discriminan a las marroquíes al tolerar una poligamia residual, que afecta a un 2% de los matrimonios, y los matrimonios de menores de edad. Las mujeres siguen perdiendo además el derecho de tutela de sus hijos menores en caso de separación de sus maridos y ven restringido sus derechos hereditarios respecto a sus hermanos, e incluso a sus tíos y primos. Ante la próxima reforma de la Mudawana, las organizaciones feministas marroquíes han hecho frente común frente al veto que plantean los sectores conservadores y religiosos reacios a modificar unas normas que consideran de inspiración divina.
Foros como el de Los Cimientos del Feminismo, celebrado el pasado fin de semana en Rabat, se han sucedido en Marruecos desde que el 26 de septiembre, Mohamed VI dio seis meses de plazo al Gobierno del primer ministro marroquí, Aziz Ajanuch, para presentar una propuesta de reforma del Código de Familia. El monarca de la dinastía alauí ya había planteado la necesidad de revisar la Mudawana en un discurso a la nación en julio de 2022, pero el Ejecutivo prefirió esperar a que se manifestara la voluntad de arbitraje real a la vista del rechazo expresado por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), la formación islamista que encabezó el Gobierno entre 2011 y 2021.
La Asociación para la Promoción de la Cultura de la Igualdad ha organizado la primera edición de la conferencia sobre feminismo con asociaciones, profesionales y expertos que han debatido en Rabat en torno a la pregunta: “¿Qué reforma del Código de Familia queremos?”. La periodista Aicha Zaimi Sajri, de 57 años, responsable de la organización, precisa que el foro ha pretendido “servir de puente entre las generaciones del movimiento feminista marroquí, el grupo histórico, que se curtió en las movilizaciones de los años noventa del siglo pasado, que precedieren a la reforma de la Mudawana de 2004, y las jóvenes activistas, profesionales activas en las campañas reivindicativas digitales de los últimos años”.
La Asociación para la Promoción de la Cultura de la Igualdad aspira a presentar, “desde un perfil progresista”, las conclusiones de los debates de Los Cimientos del Feminismo. Las formulará ante una comisión integrada por el Ministerio de Justicia y las asociaciones judiciales, que está recogiendo propuestas de los partidos, ONG y de la sociedad civil para presentar un proyecto de reforma del Código de Familia, puntualiza Sajri, fundadora de la revista Femmes de Maroc (Mujeres de Marruecos), que hace tres décadas dio por primera vez voz al feminismo en el país magrebí.
Las lagunas de la legislación de 2004, que nació “obsoleta”, según las asociaciones feministas, restaron efectividad a una reforma que sentó un precedente en los países musulmanes. Como Amir el Muminin o Comendador de los Creyentes, en sus atribuciones de líder religioso, Mohamed VI ha sentado las bases de la revisión legislativa con esta máxima: “No puedo autorizar lo que Dios ha prohibido, pero tampoco impedir lo que el Altísimo ha autorizado”. En conclusión, ha solicitado a los ulemas o expertos clérigos islámicos que determinen cuáles son las prescripciones sobre la familia recogidas en el Corán, que inspira la sharía o ley religiosa en un país en el que el islam es la religión del Estado. Pero también les reclama que expurguen del texto legal las vaciadas de la tradición religiosas durante siglos. Como sostiene la escritora y estudiosa de la teología islámica Asma Lamrabet, se trata de imposiciones introducida por la jurisprudencia de los clérigos musulmanes, sin base en el Corán. El rey ha recalcado que el Código de Familia “debe adecuarse a la evolución de la sociedad”.
Tutela paternal
Nuzha Skali, de 73 años, figuraba entre las más veteranas asistentes al foro feminista de Rabat. Ministra de Desarrollo Social y Familia entre 2007 y 2011, y diputada por el Partido del Progreso y el Socialismo (antiguo Partido Comunista) cuando se enmendó la Mudawana en 2004, es la memoria viva del feminismo marroquí. “Las reformas del primer decenio de reinado de Mohamed VI fueron culminadas con la Constitución de 2011, que consagró la igualdad entre hombres y mujeres. Pero su discurso de 2022 llegó tras una década de estancamiento (Gobiernos del PJD entre 2011 y 2021), en la que se ha instaurado un discurso misógino en Marruecos”, defiende esta dirigente histórica, que participó en la fundación de la Asociación Democrática de Mujeres de Marruecos. “La sociedad ha evolucionado mucho en 20 años, la edad de matrimonio se ha ido retrasando y ahora los hombres se casan, como media, a los 32 años, y las mujeres, a los 27 años”.
La vigente normativa de tutela paternal puede llegar a impedir los viajes al extranjero de las mujeres separadas con sus sus hijos si no cuentan con el permiso escrito de su exmarido para poder presentarlo en la frontera. “Y, ante todo, hay que reformar una legislación sucesoria que está en contradicción con la Constitución y las convecciones internacionales ratificadas por Marruecos”, añade la exministra Skali. Si hay hermanos varones, las hijas heredan solo la mitad que ellos. Si no los hay, por la tradición del Taasib (línea masculina de agnación) están obligadas a compartir los bienes con tíos o primos, que pueden llegar incluso a despojarlas del patrimonio familiar.
Las cuestiones de la herencia y de la tutela y custodia compartida parecen contar con serias posibilidades de ser reformadas ahora en beneficio de las mujeres, según estiman las organizaciones feministas marroquíes. “Presentamos una plataforma de máximos a sabiendas de que no conseguiremos que se acepten todas nuestra demandas”, admite Sujri, organizadora del foro celebrado en Rabat.
En las antípodas del discurso preponderante en el debate feminista, el Partido de la Justicia y el Desarrollo se pronuncia abiertamente a favor del matrimonio de las menores de edad “por razones sociales”. Un de sus dirigentes, Mustafa Azami, advierte de que los principios del partido “se basan en la ley islámica”. El secretario general del PJD, el ex primer ministro Abdelilá Benkiran, ha acusado al movimiento feminista de representar solo a “mujeres afrancesadas desconectadas de la realidad social de Marruecos”, al exigir la prohibición total de la poligamia y el matrimonio de menores de edad. “Viven en las nubes, y pertenecen a una élite burguesa en desahogada situación económica”. En el lujoso hotel Sofitel de Rabat, donde se celebró la conferencia feminista, apenas se veían hiyabs o turbantes sobre las cabezas de las asistentes, entre las que el francés era la lengua franca.
La actual legislación prohíbe el matrimonio con menores de edad (hasta los 18 años), aunque permite a los jueces autorizar que una niña pueda casarse con un hombre adulto. En 2022, se registraron en Marruecos más de 20.000 solicitudes de matrimonio de menores. Dos tercios de ellas (13.652) fueron aceptadas por los magistrados, según el informe anual de la Fiscalía General.
La Mudawana de 2004 también vetó la poligamia, una práctica reducida a un 2% de los hogares marroquíes, salvo que sea aprobada por la primera esposa. Hay hombres, sin embargo, que recurren al concubinato con otra mujer. Cuando tienen un hijo, acuden a la justicia para que autorice el segundo matrimonio para poder reconocer la paternidad. El divorcio suele ser la alternativa para la cónyuge que se opone.
Hacia una solución de compromiso
En el foro feminista de Rabat, Laila Slassi, abogada de 39 años formada en Francia, fundadora del colectivo Massaktach (No me callo) especializado desde 2018 en la defensa de mujeres víctimas de la violencia sexual, representa a una generación de activistas que se desenvuelven con soltura en las redes sociales, y en algunos casos, como influencers: “Repartimos silbatos para las mujeres que se sienten acosadas al caminar solas por las calles”, recuerda. “En Marruecos, las penas por agresiones sexuales son elevadas, hasta 30 años en el caso de una menor, pero no se aplican en la realidad judicial”, cuestiona esta letrada.
Casos como el de una niña de 11 años, violada por tres hombres durante meses en una aldea de Marruecos y amenazada de muerte si denunciaba a sus agresores, no salieron a la luz hasta que su embarazo desveló su calvario. En un primer juicio, los acusados recibieron una insignificante condena de apenas dos años de cárcel. La indicación popular llevó a un tribunal superior a rectificar y castigar con entre 10 y 20 años de prisión a los culpables. “Ella tuvo la suerte de que militantes feministas se ocuparan de su caso”, precisa Slassi, “pero lamentablemente, son sentencias comunes en los tribunales marroquíes”.
“Además de actualizar el Código de Familia, es hora de reformar también el Código Penal”, advierte. Dos terceras partes de los casos de violencia sexual que llegan a los tribunales afectan a menores. “Esto significa que las mujeres mayores de edad presentan pocas denuncias”, lamenta la abogada y activista. “Si los hacen y su caso es archivado, se arriesgan a ser perseguidas penalmente por mantenido relaciones sexuales extramatrimoniales, castigadas hasta un años de cárcel”.
La discriminación que sufren las mujeres en Marruecos hunde sus raíces en una era en la que los hombres mantenían en exclusiva a las familias. A pesar de la baja tasa de empleo femenino, en la actualidad, cerca de una quinta parte de los hogares están sostenidos solo por mujeres, y hasta un tercio de las familias dependen de la aportación del trabajo femenino para subsistir. “Es inevitable que el nuevo Código de Familia acabe siendo un texto de compromiso”, admite Slassi, “a la vista de las fracturas de la sociedad, en un país con enormes diferencias entre las ciudades y el medio rural, donde la igualdad y la justicia no están garantizadas para todas las mujeres”.
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