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Ricardo Martínez, cooperante en Gaza: “Los niños se han acostumbrado a jugar entre las bombas”

El trabajador de Médicos Sin Fronteras, recién llegado de la Franja, alerta de la falta de recursos y de la propagación de epidemias. “Los gazatíes prefieren morir rápido a agonizar bajo los escombros”, asegura

Ricardo Martínez
Ricardo Martínez, jefe de emergencias de Médicos Sin Fronteras, durante la entrevista este jueves en Barcelona.Albert Garcia
Josep Catà Figuls

Tras pasar un mes en la franja de Gaza, donde pudo entrar después de dos semanas de trámites, Ricardo Martínez (El Toboso, Toledo, 52 años), responsable de Logística de la unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, está de vuelta en Barcelona. Pero, fiel a la doble vocación de esta entidad —asistir médicamente y a la vez informar y denunciar lo que ocurre en el terreno—, lleva dos días contando a quien le quiera escuchar lo que ha visto en un territorio que sufre dos meses de asedio y bombardeos constantes de Israel.

Como un torrente, trata de resumir lo que ha vivido, lo que le han dicho los gazatíes y la situación que ha dejado, que describe como caótica, apocalíptica y marcada por la falta de recursos y el hacinamiento. Su testimonio es revelador en una guerra en la que los periodistas extranjeros no pueden entrar (salvo contadas excepciones) y los locales sufren incontables complicaciones.

Pregunta: Ha pasado un mes en Gaza. ¿Cómo está?

Respuesta: ¿Anímicamente? Jodido. Vienes con la sensación de que los has abandonado, porque eres perfectamente conocedor de la suerte a la que se enfrentan. Sabes que [Israel] no va a aflojar, pero que tampoco terminará pronto. Los nueve soldados muertos recientemente los van a enrabietar aún más. Ahora además empieza a llover. Es la tormenta perfecta: como echar sal en las heridas. ¿Sabes lo que es que salga mierda de las alcantarillas, a borbotones, con los críos jugando alrededor? La falta de combustible impide que las bombas de agua funcionen, y esto va a matar más que las bombas.

P. Además del miedo a las bombas, ¿hay miedo a epidemias y enfermedades?

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R. Claro, ya hay epidemias. Las diarreas están subiendo exponencialmente. La lluvia va a empeorarlo porque la propagación es más rápida. La situación es apocalíptica, lo dijo Naciones Unidas, y es verdad. Están abocados a morir, no les queda otra. ¿Cómo van a subsistir si los pasos de la frontera siguen cerrados? ¿Cuántos camiones de ayuda humanitaria han pasado? El sistema de escaneo de camiones es diabólico: si no cumplen las dimensiones, fuera; si encuentran aunque sea un bolígrafo que pueda ser sospechoso, todo el camión va fuera. ¿Paneles solares, cables? Todo esto no puede entrar. El proceso se ralentiza mucho. Puedes tener la frontera abierta, pero en la práctica tenerla casi bloqueada.

P. ¿Cómo es el día a día en Gaza?

R. Un caos absoluto. Es una continua carrera por sobrevivir, por encontrar comida, agua y material de abrigo. Viven en auténticas chozas con cuatro palos de madera y plástico. He visto cortar la madera de los postes de la luz para poder calentar la comida y luego calentarse ellos.

P. Todo esto ocurre en el sur. ¿Qué se sabe del norte?

R. Es inimaginable lo que debe estar ocurriendo. En el sur, la cooperación entra con cuentagotas; en el norte, ni eso. Muy pocos han entrado. Me preguntarás: ¿por qué no se van?

P. ¿Por qué?

R. Israel insiste en que todos los residentes del norte bajen al sur. ¿Por dónde? ¿Por la ruta principal, en medio de los combates cuerpo a cuerpo? Hay mucho miedo de pasar por el checkpoint [control militar], mucha gente muere ahí. Al mínimo error, pam, un tiro. Vejaciones, desnudos... Una compañera nuestra, Sara, enfermera de 31 años, aguantó en el hospital de Al Shifa [en Ciudad de Gaza] hasta que pudo. Luego fue a su casa a ver qué había quedado, estaba arrasada, solo encontró unas zapatillas, con las que hizo el camino de vuelta. Pasó por el checkpoint para ir al sur, vio como se mataba a gente. No podía ni mirar los cadáveres, porque puede ser un gesto considerado sospechoso. Por último, ¿a dónde van a ir en el sur? A una escuela con 5.000 o 6.000 personas, con una sola letrina, con una ducha. Bueno, aunque tuvieras 500, no hay agua. ¿Y qué van a comer? Viendo todo esto, intentan subsistir en el norte, porque hay lo mínimo para hacerlo. Pero si enfermas estás jodido. Hay 11 hospitales abiertos de los 36 que había en Gaza, y solo uno en el norte. No dejan circular a las ambulancias.

P. ¿Cuál es la situación en los hospitales donde ha trabajado?

R. Son pueblos, ciudades enteras. La gente no se quiere ir, las familias están en los pasillos. Es una locura, es como salir en el minuto 90 por una bocana del Camp Nou tras un partido.

P. ¿Hay recursos suficientes para atender a los heridos y a los enfermos?

R. Recursos humanos, sí, porque como mucha gente se ha ido del norte, también hay muchos médicos, cirujanos, enfermeros. Lo que falta son recursos, medicamentos. No hay energía, no hay combustible. Las bombas de agua residual no funcionan y no llega a las depuradoras. Hay muchos daños colaterales de la falta de combustible.

P. Israel dice que bombardea hospitales porque debajo hay túneles y milicianos escondidos. ¿Cuál es la realidad?

R. Nosotros no hemos visto nada. Nos centramos en nuestra labor médica y humanitaria. El Gobierno israelí señala en su página web cuáles son los bloques que van a ser objetivo de bombardeo. Pero, ¿cómo se va a enterar de eso la gente que no tiene acceso a internet ni tiene electricidad?

P. Según lo que ha visto usted, ¿Israel está cometiendo crímenes de guerra en Gaza?

R. Israel firmó en 1951 los convenios de Ginebra, y el cuarto habla de los derechos de protección de los civiles en la guerra. ¿Lo está cumpliendo? La respuesta está en la pregunta. Que los juzguen los tribunales competentes, pero los hechos son bien claros.

Ricardo Martínez, jefe de emergencias de Médicos Sin Fronteras, durante la entrevista este jueves en Barcelona.
Ricardo Martínez, jefe de emergencias de Médicos Sin Fronteras, durante la entrevista este jueves en Barcelona. Albert Garcia

P. ¿La tregua dio algo de esperanza a la gente?

R. Recuerdo que a las siete de la mañana llegaron todos los críos gritando, saltando, la gente vitoreando... Te emocionas y lloras tras una noche de bombardeo insoportable, de puertas que retumbaban, de ventanas rotas, cristales, muros... una cosa terrible. Y de repente a las siete de la mañana una explosión de alegría. ¿Sabes qué hizo la gente esos días? Aprovecharon para recoger y enterrar cadáveres que ya estaban putrefactos, porque no lo habían podido hacer por miedo a los francotiradores. Aprovecharon para visitar a los familiares. Aunque al norte no dejaron ir. Aprovecharon para comprar cosas. Y aun así, esos días hubo incidentes, muertos.

P. ¿La falta de recursos está creando tensión y conflictos entre la población?

R. Claro. Será una guerra fratricida por los recursos, por los espacios donde hay distribución y protección, como escuelas. Van a luchar por el espacio y por los recursos si no hay entrada fluida de camiones, si no se restablece el comercio.

P. Los precios, además, están por las nubes.

R. Han subido entre siete y 10 veces. He visto colas kilométricas para conseguir gas: se agota y la mitad de la cola se queda sin gas. En las tiendas, la primera semana había una estantería, luego menos y menos, y muchos días están cerradas. Han subido los precios, pero tampoco pueden aumentar mucho más, porque ya no va a haber nada que vender.

P. ¿Qué efectos ha visto sobre la salud mental, especialmente de los niños?

R. ¿Cómo puede ser que los niños puedan llegar a jugar entre las bombas como si nada? Ya están acostumbrados. Van a necesitar generaciones para recuperarse de este impacto. Hay gente que se ha desplazado varias veces, perdiéndolo todo. Llegan a sitios completamente masificados. Nosotros estamos donando agua, hemos reabierto centros de salud, apoyamos a los hospitales. Se hacen entre 60 y 80 cirugías de guerra al día. Un día cayó un bombazo a 500 metros del hospital Nasser de Jan Yunis, y llegaron 120 personas, 70 de ellos muertos. Traen los muertos para que tengan un entierro más o menos digno. Eso fue mi segundo día en Gaza.

P. ¿Volverá?

R. Sí, claro. Tengo esta deuda eterna con ellos, por cómo me han acogido y me han ayudado. Este conflicto será largo. Ellos se preguntan qué quiere el mundo, qué quiere Occidente. ¿La exterminación del pueblo palestino? ¿Matarlos a todos? ¿Va a ser el mundo más feliz sin Palestina? Ellos piensan que van a morir. Me han dicho que prefieren morir rápido antes que quedarse bajo los escombros y agonizar.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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