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Al Sisi abre las urnas en Egipto en una elección presidencial sin rivales de peso

Los comicios de tres días se celebran en medio de una grave crisis económica y entre tensiones por la guerra en Gaza

Marc Español
Egipto
Un cartel electoral de la candidatura del presidente de Egipto, Abdelfatá al Sisi, unos 45 kilómetros al este de El Cairo.AMR ABDALLAH DALSH (REUTERS)

Los egipcios comenzaron a acudir a las urnas la mañana de este domingo tras el arranque de unas elecciones presidenciales de tres días en las que se espera que el actual presidente del país, Abdelfatá Al Sisi, se imponga a tres rivales sin peso para hacerle sombra en medio de una grave crisis económica y la tensión en torno a la guerra en la vecina Gaza.

Los comicios estaban previstos inicialmente para el próximo febrero, pero el Gobierno los ha adelantado para asegurar un tercer y, en principio, último mandato de seis años de Al Sisi en el que se espera que aborde una agenda de reformas económicas llamadas a afectar a amplias capas de la sociedad.

En una rueda de prensa al inicio de la jornada, la Autoridad Electoral Nacional de Egipto declaró que el proceso de votación había empezado sin contratiempos, y televisiones y periódicos locales, fuertemente controlados, informaron de una notable afluencia a los centros electorales en las primeras horas del día, aunque la participación en estos comicios suele ser baja.

Entre los primeros en depositar su voto han figurado Al Sisi y los otros tres presidenciables, muy poco conocidos entre el público general. Numerosos ministros y altos cargos de la administración han acudido igualmente a votar durante el primer día de la cita electoral, que por primera vez se celebra también en la nueva capital que Egipto está construyendo a las afueras de El Cairo. En total están llamados a votar unos 67 millones de egipcios, y está previsto que los resultados se anuncien el 18 de diciembre.

“La situación es muy diferente a la de sus dos elecciones anteriores (en 2014 y en 2018). Egipto atraviesa una crisis económica que no ha experimentado en décadas, [y] Al Sisi no tiene mucho que ofrecer a la gente”, considera Maged Mandour, un analista político egipcio. “Pero eso no significa que haya ninguna amenaza de que pierda, porque sigue controlando el Estado firmemente, los militares siguen siendo la fuerza más dominante y la oposición sigue muy fragmentada y reprimida”, añade el autor del libro Egipto bajo Al Sisi.

Egipto se encuentra sumido en una profunda crisis desde que las sacudidas de la pandemia y la invasión rusa de Ucrania expusieron la fragilidad de su economía y la insostenibilidad del modelo de desarrollo perseguido por El Cairo en la última década. Este se basó, sobre todo, en una alta inversión en macroproyectos llamados a inaugurar una nueva república, pero que han sido financiados con deuda y son de retorno incierto.

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En paralelo, los desequilibrios económicos internos han permanecido en gran medida sin abordar y han dejado al país muy expuesto a vaivenes externos que han provocado una fuga de capitales masiva y han forzado a Egipto a devaluar casi un 50% su divisa. También han disparado la factura de sus importaciones y han colocado la inflación, que en octubre rondó el 36%, en máximos históricos.

Ahora, todo apunta a que, después de las elecciones, El Cairo adoptará nuevas medidas de austeridad, presumiblemente en forma de recortes a algunos subsidios, y permitirá que su moneda vuelva a devaluarse de acuerdo con el mercado, lo que aumentará la inflación. “No son las elecciones, sino lo que viene después, lo que más preocupa”, señala Mandour.

Las elecciones también se han visto marcadas por la ofensiva israelí en Gaza, que plantea un importante desafío político a Al Sisi. En esta línea, la crisis le está forzando a mantener un balance difícil entre sus relaciones con Israel y Occidente, un apoyo social al pueblo palestino muy amplio, y los intentos de erigirse en valedor de una causa muy popular.

“La guerra ha distraído a mucha gente de las elecciones. Pero no estoy seguro de que su política haya dado buenos resultados”, afirma Mandour. “Es un alivio general que adopte una postura firme de que Egipto no aceptará la limpieza étnica palestina en su territorio. Pero al mismo tiempo no ha seguido una política firme de apoyo a los civiles de Gaza, ni ha intentado romper el asedio y abrir el paso fronterizo de Rafah unilateralmente”, agrega el analista, que también considera que se “intentó movilizar a la calle como forma de canalizar la ira popular y tratar de conseguir apoyo interno, pero no le salió bien”.

Oposición limitada

En las dos elecciones presidenciales previas, Al Sisi se impuso con el 97% de los sufragios, en un proceso supervisado por las agencias de seguridad y la implicación de un aparato estatal activado para movilizar a los votantes, según han documentado medios de comunicación y grupos de derechos humanos. Aun así, la participación nunca superó el 50%. Para la oposición que todavía queda en pie, las elecciones han vuelto a plantear el dilema de si aprovechar la cita para mantenerse activos o no participar.

“Algunos partidos políticos, y la oposición en general, ya no creen en estas elecciones presidenciales porque todos hemos estado pidiendo garantías y no ha sido así”, apunta el exdiputado Mohamed Anwar el Sadat, líder del opositor Partido de la Reforma y el Desarrollo. “Pero yo siempre apuesto por la participación positiva, simplemente porque es un momento en el que queremos que los miembros de nuestro partido, sobre todo los jóvenes, se animen a ejercer sus derechos”, añade el sobrino del expresidente egipcio Anwar Sadat, “ya no por estas elecciones, sino, quizá, de cara a las siguientes”.

Para poder concurrir en las elecciones, los aspirantes han tenido que asegurarse 20 avales en el Parlamento o navegar una compleja campaña nacional de recogida de firmas, lo que en última instancia permite evitar sorpresas. En esta ocasión, además de Al Sisi, figuran en la carrera otros tres pretendientes: el líder del Partido Popular Republicano (oficialista), Hazem Omar; el dirigente del histórico partido nacionalista liberal Wafd, sin apenas implantación en la actualidad, Abdel Sanad Yamama, y el jefe del minoritario Partido Socialdemócrata Egipcio, Farid Zahran.

“La vida política en Egipto no es ideal, está claro para cualquiera”, afirma Basem Kamel, secretario general del Partido Socialdemócrata Egipcio de Zahran, que asegura que ha decidido participar para ganar experiencia, aprovechar el espacio disponible para expresar sus reivindicaciones y mantenerse movilizados. “Como oposición de izquierdas, solíamos decir que, como [las elecciones] no eran ideales, no participaríamos. Pero con el tiempo, vimos que no teníamos implantación sobre el terreno, con la gente, en las provincias. Solo estábamos sentados en nuestra sede en El Cairo y no teníamos práctica”, afirma Kamel.

El aspirante que más entusiasmo ha despertado, sin embargo, ha sido el exdiputado de izquierdas Ahmed Tantawi, que intentó presentarse a los comicios mediante la recogida de firmas ciudadanas. Aunque su iniciativa dejó estampas inusuales, como discursos públicos y una cierta movilización popular, Tantawi acabó retirándose en medio de lo que su equipo denunció como una campaña de intimidación, arrestos y espionaje. Ahora, Tantawi y otros miembros de su equipo se enfrentan a un juicio por presuntas irregularidades en la campaña. Tras la experiencia de esta última candidatura, la mayoría de partidos de la oposición tolerada de Egipto denunciaron que las violaciones registradas en el proceso de recogida de firmas ciudadanas habían convertido los comicios en “un referéndum disfrazado”. El Ministerio del Interior y la Autoridad Nacional Electoral han negado estas irregularidades.

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