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Olaf Scholz llega al ecuador del mandato enfangado en su peor crisis y con las encuestas en mínimos históricos

El SPD celebra su congreso anual, con Pedro Sánchez como invitado, en un momento muy delicado tanto para el partido como para la coalición. Pese a todo, el Gobierno no amenaza con romperse

Olaf Scholz
El canciller alemán, Olaf Scholz, este viernes durante el primer día del congreso del SPD en Berlín.LIESA JOHANNSSEN (REUTERS)
Elena G. Sevillano

Cuando Olaf Scholz y su inédita coalición de tres partidos, llamada semáforo —rojo por los socialdemócratas, verde por los ecologistas y amarillo por los liberales—, empezaron la legislatura, en diciembre de 2021, el principal reto era que Alemania saliera airosa de la crisis del coronavirus. Se cerraba una era, los 16 años de mandato de la democristiana Angela Merkel, y arrancaba un Gobierno progresista con una agenda social y verde tremendamente ambiciosa. Dos años después, en el ecuador de su mandato, a Scholz se le acumulan las crisis, las peleas internas —pero públicas— con sus socios y los sondeos que indican que la mayoría de los alemanes no están contentos con su gestión.

La peor de esas crisis está en pleno desarrollo, coincidiendo con el congreso anual que celebra este fin de semana el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que ha invitado al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a dar un discurso el sábado. El tripartito no podrá aprobar los presupuestos para 2024 antes de que acabe el año: está enfangado en intensas discusiones sobre dónde recortar para tapar el agujero de 17.000 millones de euros que ha dejado una demoledora sentencia del Tribunal Constitucional que pone en jaque todas sus finanzas públicas. Es, quizá, el momento más delicado para una coalición inaudita, en la que socialdemócratas y verdes suelen coincidir, pero que tiene a los liberales —aliados tradicionales de los democristianos— actuando como irritante oposición interna.

Si hoy los alemanes estuvieran llamados a las urnas, los partidos de la coalición apenas sumarían el 33% o 35% de los apoyos, muy lejos de una mayoría suficiente para gobernar. Mientras, los democristianos y la ultraderecha sacan rédito de la crisis de popularidad del tripartito. Los alemanes son más críticos que nunca con la labor del Gobierno, según la última encuesta Deutschlandtrend, de la televisión pública ARD. Solo el 17% está satisfecho con la gestión del semáforo; el 82% está poco o nada satisfecho. La peor parte se la lleva el propio Scholz. La reputación del canciller ha caído a mínimos históricos que no se veían desde 1997: apenas el 20% de los encuestados están contentos con su gestión.

La percepción sobre el tripartito no casa con sus logros

Los analistas coinciden en que las constantes disputas entre los socios, que se airean ampliamente en los medios de comunicación, han contribuido decisivamente a minar la reputación del tripartito. A Scholz se le ve más como un árbitro entre dos socios antagónicos que como un líder que toma decisiones y sabe explicarlas. A sus problemas de comunicación se suma la sensación de que no resuelve, de que aparentemente se queda esperando a que el problema se esfume como por arte de magia. Esa es al menos la percepción de los alemanes, que, sin embargo, no concuerda con los logros reales del tripartito en estos dos años de legislatura.

En el ecuador de su mandato, Scholz ha implementado o al menos abordado casi dos tercios del ambicioso acuerdo de coalición que firmó con verdes y liberales, según un estudio reciente de la fundación Bertelsmann. “La escenificación pública de las disputas de la coalición lleva a subestimar la actuación real del Gobierno”, constata el politólogo Wolfgang Schröder, del think tank Das Progressive Zentrum, que junto con la Universidad de Trier ha colaborado en el trabajo. De un total de 453 promesas del acuerdo, 174 se han cumplido total o parcialmente y otros 55 proyectos están en proceso de ejecución.

Algunos de los más destacados ya son una realidad: la subida del salario mínimo (de 9,6 euros la hora a los 12 euros actuales), la reforma de la prestación de desempleo para crear el Bürgergeld o dinero ciudadano, o la nueva ley de ciudadanía, que facilita la obtención de la nacionalidad alemana. Pero en una encuesta encargada en paralelo al análisis se puede comprobar cómo la sensación de la ciudadanía, que asocia el Gobierno a la idea de “coalición de las disputas”, está alejada de la realidad. Solo el 12% contestaron que creen que “todas, casi todas o gran parte de las promesas” podrán ser implementadas; el 43% aseguró que solo se llevará a cabo “una pequeña proporción o casi nada”.

Una ruptura que no conviene a nadie

Pese a la menguante popularidad de la coalición, prácticamente nadie cree que esta se vaya a romper y que Alemania se dirija a unas elecciones anticipadas. “Podría ocurrir, por supuesto, pero digamos que no es probable”, apunta al teléfono Uwe Jun, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Trier (que no ha participado en el estudio de Bertelsmann). “Ni los socialdemócratas, ni los verdes, ni los liberales tienen nada que ganar rompiendo el tripartito”, asegura. Estos últimos son los que, al estar casi siempre a la contra de los otros dos socios, podrían explorar una salida, pero tampoco les conviene. “Tendrían que calcular si pueden sacar el 5% mínimo para entrar en el Bundestag si hay nuevos comicios. Y [Christian] Lindner [líder del FDP y ministro de Finanzas] ya estaba en la formación cuando en 2013 se quedaron fuera y el partido cayó en la irrelevancia”, añade.

¿A quién le interesan unas elecciones? A la oposición democristiana y a la ultraderecha. La CDU lidera la intención de voto con el 32%. Alternativa para Alemania (AfD), que este viernes ha visto cómo los servicios secretos alemanes declaran oficialmente a su agrupación en el Estado de Sajonia como “extremista”, ronda el 21%. El último sondeo de ARD da al SPD de Scholz un escuálido 14%, que contrasta dolorosamente con el 25,7% que obtuvo en las elecciones de 2021.

En ese contexto se sientan los 600 delegados socialdemócratas a hablar del futuro de la formación en Berlín. Vienen de dos aplastantes derrotas electorales en los Estados federados de Hesse y Baviera, de constatar el profundo descontento con la política migratoria del Gobierno y, más recientemente, de sufrir la crisis presupuestaria que ha obligado a congelar subvenciones e inversiones muy necesarias para la transición ecológica y digital del país. El malestar en el partido es evidente.

Pero es momento de mirar hacia adelante, hacia las elecciones europeas del próximo junio y los tres comicios clave en Estados que formaron parte de la antigua República Democrática (Sajonia, Turingia y Brandeburgo) que votarán sus parlamentos el próximo otoño. Eso al menos destacaron este viernes los copresidentes del partido, Lars Klingbeil y Saskia Esken, confirmados en sus puestos para dos años más, hasta el final de la legislatura. Una repetición de las federales ni se contempla entre los socialistas alemanes.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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