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La guerra soterrada de Israel en Cisjordania: “¡Cuidado! Te hemos visto en las manifestaciones de apoyo al terrorismo de Hamás”

Los mensajes que los servicios secretos israelíes mandan a móviles o la búsqueda de colaboradores y delatores se extienden por territorio palestino

Guerra Israel Gaza
Jamal al Taweel, de Hamás, dirigiéndose a los manifestantes en Ramala el pasado 31 de octubre. Dos días después fue detenido por agentes israelíes y encarcelado.Álvaro García
Luis de Vega (Enviado especial)

Varios cientos de personas se congregan en la plaza central de Ramala, la capital administrativa de Cisjordania, para protestar, como casi cada día, por los ataques de Israel en Gaza. Tras celebrar la oración de la tarde sobre el asfalto, un hombre es alzado en hombros. Toma el micrófono y empieza a arengar a los presentes, que van respondiendo al unísono “¡Alá es grande!”. Ese hombre es Jamal al Taweel, de 60 años, un exalcalde miembro de Hamás con un nutrido currículum de años en las cárceles de Israel. Aunque pertenece al Movimiento de Resistencia Islámica, pide que las distintas facciones armadas de los movimientos palestinos, sean islamistas o seculares, se unan para dar la batalla juntos. Dos días después de lanzar sus soflamas, unos militares israelíes se llevaron a Al Taweel, que vuelve a estar entre rejas. También fueron arrestados por unos días su mujer, sus dos hijos y su hija. Los detenidos por Israel desde el 7 de octubre al 19 de noviembre solo en Cisjordania acusados de pertenecer a Hamás son 1.100, según datos israelíes.

Otros presentes en esa marcha de Ramala, celebrada el 31 de octubre, recibieron en sus móviles advertencias y amenazas de los servicios secretos de Israel. Este país desarrolla una guerra soterrada más allá de las operaciones militares y choques con palestinos que han dejado casi 200 muertos en Cisjordania y Jerusalén Este desde que comenzó la actual guerra, el pasado 7 de octubre, donde también son más de 2.700 los detenidos. Las prisiones israelíes han pasado de tener 5.300 internos palestinos a unos 8.000 en estas semanas. Aparte, hay un millar de habitantes de Gaza en paradero desconocido que tenían permiso de trabajo en Israel y a los que la guerra cogió fuera de la Franja. Estas son cifras ofrecidas por Qadura Fares, ministro encargado de los prisioneros de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), durante una entrevista con EL PAÍS el pasado viernes. De ese grupo ha salido la lista de 300 mujeres y menores de edad, de entre los que 150 esperan beneficiarse, a cambio de 50 rehenes israelíes, del acuerdo de tregua entre Israel y Hamás anunciado este miércoles.

“Muchos no tienen nada que ver con Hamás y se enfrentan a detenciones administrativas”, afirma Fares, para referirse a aquellas en las que Israel no presenta cargos ni celebra juicios. “La guerra no se libra solo en Gaza”, comenta el ministro, de 61 años, en referencia al actual despliegue del ejército israelí. En Cisjordania, prosigue Fares, buscan también la “mayor de las operaciones de venganza”.

Panfleto dejado por el ejército de Israel en Tulkarem buscando colaboradores, según los vecinos.
Panfleto dejado por el ejército de Israel en Tulkarem buscando colaboradores, según los vecinos.

Jamal al Taweel, exalcalde de la localidad de Al Bireh, junto a Ramala, es descrito por un antiguo compañero de celda como un reo con carisma, respetado por el resto y buen orador político. “Era buen cocinero y jugaba bien al ajedrez y al dominó. Nunca conseguía ganarle”, añade esta misma fuente, que coincidió con él en la cárcel israelí de Rimon. Hamás ha ganado popularidad en la calle palestina tras el ataque que llevó a cabo su brazo armado, las Brigadas Ezedin al Qassam, el 7 de octubre y que dejó unos 1.200 muertos en Israel. Un ejemplo es las banderas verdes del Movimiento de Resistencia Islámico que ondean en manifestaciones como la de Ramala, donde Al Taweel llevaba la voz cantante.

Mismo número de teléfono

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El número de teléfono israelí desde el que llegaban los mensajes a quienes asistieron a la protesta en Ramala era siempre el mismo, según los casos confirmados por este diario. Se les advierte de que están jugando con fuego a tenor de la nueva legislación emanada a raíz del actual conflicto.

Este es el texto que les llega a cada uno junto a una foto de la manifestación en la que aparece su rostro rodeado por un círculo rojo, según ha podido comprobar EL PAÍS: “Te hemos visto en las manifestaciones de apoyo al grupo terrorista Hamás. ¿Puedes haber elegido ser miembro del Estado Islámico? Para tu información, el 27 de octubre de 2023, el mando del ejército de Israel en Judea y Samaria [como denomina Israel a Cisjordania] emitió una orden para aumentar los castigos por estos crímenes. ¡¡Ten cuidado!!”. Una de las personas que ha recibido el aviso está convencido de que los servicios secretos israelíes emplean programas de reconocimiento facial y se ayudan de las redes sociales y los medios de comunicación para lanzar esas acusaciones.

“Hoy vivimos en un mundo sin privacidad”, destaca Fares, encargado del asunto de los prisioneros palestinos desde hace tres décadas, pero que hasta el pasado agosto no fue oficialmente reconocido como ministro del ramo. Para llegar a su vivienda, en el pueblo de Silwad, hay que atravesar tramos de carretera bajo permanente vigilancia de cámaras de las Fuerzas de Seguridad de Israel, algo habitual en Cisjordania. Eso, unido al nuevo caldo de cultivo tecnológico de las redes sociales, conforma el ambiente en el que se llevan a cabo las pesquisas, acusaciones y detenciones. Aunque eso no impide, añade Fares, que Israel pueda seguir dependiendo del papel que tradicionalmente han jugado los colaboradores con que cuenta en el lado palestino.

En Cisjordania, bajo ocupación israelí, se han multiplicado las redadas militares, especialmente las nocturnas, en lugares donde Israel considera que la resistencia palestina ―para ellos terrorismo― está más asentada, como los campos de refugiados de Yenín, Balata o Tulkarem. A veces, las incursiones por tierra están apoyadas por medios aéreos como drones como el que mató a seis personas este miércoles en el campo de Tulkarem. En otros casos son las fuerzas especiales las que llevan a cabo operaciones a plena luz del día en un vehículo camuflado, como la que tuvo lugar en esa localidad el 6 de noviembre y donde acribillaron a cuatro palestinos, entre ellos jefes de Hamás y Fatah, a los que acusaban de pertenecer a una célula terrorista.

Qadura Fares, que permaneció en prisiones de Israel desde 1980 a 1994 como miembro de Fatah, cree que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, solo busca la calma para su país y no tiene intención de abordar de cara el conflicto con los palestinos para dar con una solución definitiva. Entiende el ministro que el plan del mandatario israelí pasa por debilitar a la ANP y desestabilizar a nivel interno a los palestinos. “Lo vemos en los arrestos, las humillaciones en los controles, los ataques a casas, a los campos, el bloqueo de carreteras… Estamos expuestos al mensaje de los israelíes más extremos”, añade al describir cómo se vive la guerra en Cisjordania.

Estado de las calles del campo de refugiados de Tulkarem (Cisjordania), después de los ataques de una incursión del ejército israelí el 7 de noviembre
Estado de las calles del campo de refugiados de Tulkarem (Cisjordania), después de los ataques de una incursión del ejército israelí el 7 de noviembreÁlvaro García

El ejército israelí aprovecha esas operaciones también para dejar avisos y advertencias a los vecinos que deseen colaborar y pasar información. Uno de los panfletos comienza con “queridos vecinos, el terrorismo ha destruido el campo”, y sigue acusando a los militantes de emplear viviendas y sedes de instituciones para almacenar explosivos y armas. “No te quedes de brazos cruzados, informa”, concluye el mensaje que firma un tal capitán Ismail, del campo de Tulkarem, junto a un número de teléfono. Los vecinos suponen que ese Ismail es uno de los encargados para esa zona por parte del Shin Bet, el servicio de seguridad interior de Israel.

Este viernes por la tarde, en el primer día de tregua en la guerra y en pleno intercambio de rehenes israelíes por presos palestinos, dos hombres fueron ejecutados, colgados de una torre de electricidad y sus cadáveres pateados en Tulkarem. Se trataba, según aseguran en alguno de los vídeos grabados de las víctimas en plena calle, de dos colaboradores que pusieron a Israel en la pista para liquidar a los cuatro miembros de la resistencia el 6 de noviembre en esa localidad.

Unidad de brazos armados

En declaraciones a EL PAÍS antes de ser detenido, Jamal al Taweel incidió en la necesidad de que las diferentes facciones palestinas permanezcan unidas para hacer frente a Israel. Instantes antes, cuando fue izado en hombros, decenas de personas a su alrededor profirieron cánticos y eslóganes en apoyo a Hamás. Taweel, a gritos, se refirió a las “matanzas” de Israel, no solo estos días en Gaza, sino a las que tienen lugar desde hace 75 años. Frente a eso, reclamó un frente común formado por los brazos armados de los islamistas de Hamás y Yihad Islámica y de los laicos de Fatah y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).

“Todo aquel que puede ejercer alguna influencia ha de estar en la cárcel, no puede permanecer entre la gente”, comentaba a través de mensajes escritos Bushra Taweel, hija del miembro de Hamás, refiriéndose a la detención de su padre. Este enviado especial trataba de concertar una entrevista con ella cuando, de repente, dejó de responder. Horas después confirmó que Bushra había sido también arrestada, como el resto de integrantes de la familia. Pasados unos días, fueron puestos de nuevo en libertad, salvo el progenitor. Este lunes, Bushra, también por mensaje, señaló que la detención de familiares es la manera que tiene Israel de meter “presión” a aquellos palestinos que quiere tener entre rejas, como es su padre.

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Sobre la firma

Luis de Vega (Enviado especial)
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.

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