Hunter Biden, la debilidad del presidente
Los republicanos usan los negocios y los problemas judiciales del hijo de Joe Biden para erosionar su imagen
“Yo viví en esos moteles llenos de consumidores de crack. Me juntaba con esa gente, rastreaba las calles con ellos y me agarraba unos colocones de la hostia con ellos”. La historia de Hunter Biden, el hijo de Joe Biden de 53 años, con su descenso a los infiernos incluido, es el flanco débil por el que los republicanos tratan de atacar al presidente de Estados Unidos. No es algo nuevo. La campaña contra él empezó con Donald Trump como presidente: sus presiones a Volodímir Zelenski para que le investigara provocaron el primer juicio político al que se le sometió. Ahora que los republicanos se han hecho con el control de la Cámara de Representantes quieren darle la vuelta a la tortilla. Han lanzado una investigación formal como paso previo a un posible impeachment a Biden, a pesar de que no han encontrado indicios de peso contra el presidente y de que los actos que se investigan son previos a que ocupase su actual cargo.
Hunter Biden, imputado esta semana por la presunta compra y posesión de un revólver cuando era adicto a las drogas, también es la debilidad emocional de un presidente que ha perdido a dos de sus cuatro hijos y que luchó por recuperar a Hunter de su espiral autodestructiva. Le ha apoyado siempre, especialmente en sus momentos más bajos, pese a que pueda erosionar su popularidad.
El accidente que destruyó y unió a la familia
En Cosas bonitas, sus memorias publicadas en 2021, Hunter Biden repasa la “trágica, humana, emocional, imperecedera, sumamente trascendental y, en última instancia, redentora” historia de amor de los Biden. Su primer recuerdo le sitúa con dos años sentado en la parte de atrás del espacioso coche Chevy blanco familiar, al lado de su hermano Beau, un año mayor que él, con su madre Neilia, al volante, y su hermana de un año, Naomi, en el asiento delantero. Iban a recoger el árbol de Navidad. En un cruce, un tráiler cargado de mazorcas de maíz les arrolló. Era el 18 de diciembre de 1972. Su madre y su hermana murieron casi en el acto. Hunter sufrió una fractura craneal grave y lo siguiente que recuerda es despertarse en el hospital, al lado de su hermano Beau. Ese accidente unió a los dos hermanos y su padre: “El amor más profundo que he conocido nunca”, escribe Hunter.
La tragedia volvió a visitar a los Biden. El hijo del presidente sitúa como origen de su crisis personal la muerte de su hermano Beau, veterano de la guerra de Irak y fiscal general de Delaware, con una prometedora carrera política por delante, por un tumor cerebral, en 2015, a los 46 años. “Soy alcohólico y drogadicto. He comprado crack en las calles de Washington D. C. y lo he cocinado yo mismo en el bungalow de un hotel de Los Ángeles. He estado tan desesperado por beber que no podía recorrer la manzana que había entre la licorería y mi apartamento sin abrir la botella para echar un trago”, escribía tras recuperarse.
Hunter había tenido una exitosa carrera profesional. Graduado por las Universidades de Yale y Georgetown, directivo de la entidad financiera MBNA (luego comprada por Bank of America), fue vicepresidente de Amtrak (la Renfe estadounidense) nombrado por George W. Bush. Ejerció como lobista en Washington, fundó firmas de inversión y —en un nombramiento que, inopinadamente, ha marcado la historia reciente de Estados Unidos— fue consejero de Burisma, una firma energética ucrania, de 2014 a 2018. Asumió el cargo cuando su padre era vicepresidente y llegó a cobrar 50.000 dólares mensuales.
“Yo he trabajado para personas que no eran mi padre, he ascendido y caído solo”, sostiene Hunter Biden en sus memorias. “He desempeñado trabajos serios para personas serias. No cabe duda de que mi apellido me ha abierto puertas, pero mis cualificaciones y logros hablan por sí solos. Era imposible que esos logros no se solaparan en ocasiones con las esferas de influencia de mi padre durante sus dos legislaturas como vicepresidente”, añade.
Los republicanos han intentado sin éxito conectar de modo directo a Biden con los negocios de su hijo. Lo más que han podido demostrar las investigaciones es que el ahora presidente, cuando era vicepresidente de Barack Obama, saludó alguna vez por teléfono y acudió a alguna cena con socios o clientes de Hunter. Joe Biden asegura que siempre se ha mantenido al margen de esos negocios, aunque cueste pensar que cargos como el de Burisma los hubiera logrado Hunter Biden sin ser el hijo del vicepresidente.
Hunter explica en sus memorias el acoso al que se vio sometido: “Me convertí en la encarnación del temor de Donald Trump a no ser reelegido. Este difundió teorías conspiratorias ya desmentidas sobre mi trabajo en Ucrania y China, a pesar de que sus hijos se habían embolsado varios millones en China y Rusia y de que su director de campaña estaba en la cárcel por blanquear millones de dólares desde Ucrania”, dice. “Trump pensaba que si podía destruirme a mí, y por extensión a mi padre, lograría acabar con cualquier candidato decente de ambos partidos, a la vez que desviaba la atención de su conducta corrupta”, añade.
Un ordenador perdido, en manos del abogado de Trump
El hijo del presidente llevó a reparar su ordenador portátil a una tienda de reparaciones de Wilmington (Delaware), donde vive la familia. Se olvidó de recogerlo. Una copia de su contenido, con decenas de miles de correos electrónicos, mensajes de texto y fotografías, entre ellas algunas de sórdido contenido sexual, llegó a manos de Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York y abogado de Trump. Acabaron en la primera página del tabloide New York Post, incluido el mensaje en que aparecía que el vicepresidente iba a acudir con su hijo a una cena con sus socios. La campaña de Biden lo catalogó de desinformación rusa para influir en las elecciones (y logró que los responsables de moderación de las redes sociales pusieran sordina inicialmente a la historia), Los republicanos lo vieron como la prueba definitiva contra Biden, cosa que no era en absoluto.
Biden ganó con claridad las elecciones (pese a que Trump no lo reconozca). Al día siguiente de tomar posesión, Marjorie Taylor Greene, fiel escudera del anterior presidente, presentó una propuesta de impeachment por los negocios de Hunter Biden. Era demasiado pronto. Los republicanos pusieron en marcha una investigación que lleva meses intentando conseguir pruebas sin éxito. Tienen una denuncia anónima al FBI no verificada y descartada por los investigadores de que Biden recibió sobornos de Ucrania. Tienen movimientos de cuentas bancarias que despertaron sospechas, pero que tampoco merecieron más investigación. Tienen testimonios de que Biden saludó a algún socio de su hijo por teléfono y al parecer, acudió a alguna cena.
En un debate de las elecciones de 2020, Biden dijo que su hijo no hacía negocios en China, lo que resultó no ser cierto, pero no está claro si estaba tratando de engañar o si simplemente no lo sabía. El presidente asegura que nunca ha hablado de negocios con su hijo. Este ha reconocido que solo le dijo que esperaba que supiera lo que hacía al aceptar el puesto en Burisma. A lo que le respondió: “Lo sé, papá, lo sé”. ¿Es eso hablar de negocios con su hijo? ¿Justifica un impeachment?
Trump, imputado cuatro veces por 91 delitos
La Casa Blanca ha lanzado una ofensiva jurídica y de comunicación para desacreditar las acusaciones republicanas. Los demócratas creen que es una batalla política, en la que, a falta de pruebas y argumentos de peso, los republicanos quieren prolongar la investigación todo lo posible. Con Trump imputado cuatro veces por 91 delitos, quieren extender la sospecha de una “cultura de la corrupción” sobre Biden. El presidente evita hablar del tema. “No me levanto pensando en eso. Tengo un trabajo que hacer”, dijo esta semana cuando le preguntaron al respecto.
La imputación por la presunta compra y posesión ilegal de un arma es otro golpe para el presidente, que ha repetido una y otra vez: “Mi hijo no ha hecho nada malo”. Es probable que el juicio se desarrolle en plena carrera hacia las elecciones del 5 de noviembre de 2024. Y no cabe descartar nuevas imputaciones, aunque sea por los dos delitos fiscales menores por los que Hunter estaba dispuesto a declararse culpable antes de que el pacto con la fiscalía saltase por los aires.
“Me he enfrentado a cosas peores y he sobrevivido. He conocido los extremos del éxito y la ruina. (...) Provengo de una familia forjada por la tragedia y unida por un amor extraordinario e inquebrantable”, escribía en sus memorias Hunter Biden a raíz de la primera campaña de acoso republicano. Para los Biden llega una nueva prueba, personal y política.
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