La batalla en las filas gubernamentales por suceder a Macron se abre a cuatro años de las elecciones
En 2027 el presidente francés no se puede volver a presentar: ministros y excolaboradores toman posiciones para sustituirlo y evitar la victoria de Le Pen
El baile ha empezado. ¿Quién liderará el partido del presidente francés, Emmanuel Macron, cuando este abandone el palacio del Elíseo en 2027? ¿Quién será capaz de impedir, como lo ha hecho él dos veces, que Marine Le Pen, líder de la extrema derecha, acceda al poder?
La carrera en las filas gubernamentales por sucederlo se abrió este domingo con la fiesta de inicio de curso que el ministro del Interior, Gérald Darmanin, convocó en su feudo en el norte de Francia. La primera ministra, Élisabeth Borne, varios miembros del Gobierno y decenas de diputados asistieron al mitin en Tourcoing, ciudad obrera de la que fue alcalde este político de 40 años que se reclama de la llamada “derecha social” y lleva a gala ser nieto de un inmigrante e hijo de una limpiadora.
“Las clases populares no se sienten ni verdaderamente consideradas ni suficientemente representadas”, dijo Darmanin en Tourcoing. El ministro cree que, si las fuerzas moderadas no atienden al sentimiento de injusticia e inseguridad de las clases populares, será Le Pen quien ocupe el lugar de Macron. Hoy es la mejor situada en los sondeos.
El primer poli de Francia, como se denomina al titular del cargo que ocupa Darmanin, ha dado un paso al frente, pero otros en el campo macronista tampoco esconden sus apetencias. Dos nombres sobresalen. Uno es Bruno Le Maire, el poderoso ministro de Economía y Finanzas. El otro, Édouard Philippe, que fue primer ministro de Macron entre 2017 y 2020 y ahora es alcalde de la ciudad portuaria de Le Havre.
“Los cuchillos se están afilando, dentro de la propia mayoría”, describe al teléfono el diputado macronista Patrick Vignal. “Desde el momento en que alguien sale reelegido y no puede volver a presentarse, se abre un nuevo espacio”. Esto fue lo que ocurrió el 24 de abril de 2022, cuando Macron ganó un segundo mandato de cinco años. La Constitución impide a un presidente ocupar el cargo durante más de dos mandatos consecutivos. Añade Vignal: “En ese mismo momento se abrió el baile de los pretendientes para el Elíseo”.
Cuatro años —los que quedan para la elección presidencial— es mucho tiempo, pero hay una lógica en los movimientos tempranos de los aspirantes. Al no poder volverse a presentar, Macron corre el riesgo de convertirse en pato cojo. Que en las legislativas de junio de 2022 los macronistas perdiesen la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional complica las cosas.
En Francia, como recuerda el periodista Ludovic Vigogne en el ensayo Les sans jours, “los segundos mandatos sistemáticamente han terminado en la cuneta”. Vigogne, en esta crónica sobre la reelección de Macron y los cien primeros días de su segundo quinquenio, cita al general Charles de Gaulle, que dimitió en 1969, tres años antes de terminar su mandato. También menciona a François Mitterrand y Jacques Chirac, “que se marcharon detestados y disminuidos, dejando la sensación de que sus últimos años en el poder habían sido inútiles”.
Macron no controla a los suyos como antes. Les sans jours detalla cómo, tras la reelección en 2022, decidió nombrar a una primera ministra de derechas, Catherine Vautrin, pero una rebelión del ala izquierda del macronismo lo forzó a rectificar en el último minuto, y acabó decidiéndose por la socialdemócrata Borne. Los diputados volvieron a rebelarse cuando unas semanas después eligieron, en contra del criterio del Elíseo, a Yaël Braun-Pivet como presidenta de la Asamblea Nacional.
“Presidiré hasta el último cuarto de hora”
El presidente no se resigna a ser un pato cojo, expresión con la que se conoce en Estados Unidos a los presidentes en la última parte de su mandato. Pese al rechazo a su reforma de las pensiones en la calle y el Parlamento, logró adoptarla en primavera. Siguen aprobándose leyes; en contra de los augurios, el país no está bloqueado.
“Presidiré hasta el último cuarto de hora”, ha declarado Macron en el semanario Le Point. “Para ello, dispongo del sufragio democrático, de las instituciones y la energía”.
¿Y después? Le puede ocurrir como a Barack Obama, presidente de Estados Unidos entre 2009 y 2017, cuyo legado ha acabado definido por el nombre de su sucesor. Lo que Donald Trump fue para Obama, podría serlo Le Pen para Macron. Le Pen ha dicho que quiere ser candidata, como lo fue en 2012, 2017 y 2022; por la izquierda no está claro si repetirá Jean-Luc Mélenchon.
Darmanin, quizá decepcionado porque esperaba que el presidente lo nombrase primer ministro durante la última remodelación ministerial, en julio, ha sido el primero en el Gobierno en emanciparse de Macron, en perfilar un discurso propio. “La fidelidad y la lealtad”, dijo en Tourcoing, “no significan callarse para agradar”. Minutos después, la primera ministra Borne pidió unidad: una manera sutil de llamar al orden al ministro en su feudo.
Nadie sabe qué quedará del espacio político macronista cuando Macron se marche. Creó un partido, La República en marcha, ahora Renacimiento, que es un conglomerado de socialdemócratas, social-liberales, centristas, derechistas moderados cuyo principal pegamento es el presidente. En la coalición gubernamental se integran, además, el partido centrista MoDem, y Horizontes, del ex primer ministro Philippe.
La incógnita es si, en 2027, este espacio transversal se mantendrá. O si, sin Macron, se dispersará: todo volverá al viejo orden de izquierda y derecha, y el macronismo, como espacio europeísta y liberal, habrá sido una anomalía de la historia.
Hay algo en común entre los principales aspirantes a la sucesión en el campo presidencial: son veteranos de la política y proceden de Los Republicanos (LR), el partido de la derecha tradicional. Darmanin se crio políticamente junto al presidente Nicolas Sarkozy. Le Maire es un tecnócrata como Macron. Y como Philippe.
Otro nombre, ex primer ministro con Macron, como Philippe, y, como Darmanin, antiguo colaborador de Sarkozy, es el de Jean Castex. “El casting sigue abierto”, dice Brice Teinturier, del instituto demoscópico Ipsos-Francia, quien pronostica. “Habrá una batalla para imponerse en la derecha y el centroderecha”. La ventaja de Castex, coinciden Teinturier y el diputado Vignal, es que sería un contrapunto de Macron, como lo fue François Hollande después de Sarkozy en 2012.
Con su marcado acento sureño y su experiencia como alcalde en los Pirineos catalanes, Castex transmite una imagen de hombre tranquilo y con los pies en el suelo, lejos de la arrogancia que destila el presidente actual, y lejos de su energía juvenil. La calma después de la tempestad. Vignal cita otro nombre, la nueva promesa del macronismo: Gabriel Attal, nuevo ministro de la Educación, de 34 años.
“Yo creo que ganará quien recosa esta Francia que está hecha añicos”, opina el diputado, quien asistió el domingo a la fiesta de Darmanin en Tourcoing: “Siento curiosidad”.
La impopularidad de Macron entre una parte de los franceses obligará a quien lo suceda, aunque venga de su propio campo, a distanciarse de él, como Macron hizo antes de lanzar su campaña de 2017 con Hollande, de quien era ministro. Hay otra opción, que nadie plantea hoy en serio, pero que existe: que Macron regresase, en 2032, tras un paréntesis de cinco años, y se convierta en el sucesor de su sucesor. La Constitución prohíbe más de dos mandatos consecutivos. La palabra clave aquí es consecutivos.
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