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Túnez desbanca a Libia como primer puerto de migración hacia Europa

El sellado de las rutas de Canarias y de los Balcanes y las declaraciones racistas del presidente Said impulsan las salidas desde el país del Magreb hasta las 20.000 solo en julio

La Guardia costera tunecina intercepta a varios migrantes que se encontraban en el mar entre Túnez e Italia, este jueves 10 de agosto.
La Guardia costera tunecina intercepta a varios migrantes que se encontraban en el mar entre Túnez e Italia, este jueves 10 de agosto.FETHI BELAID (AFP)

Los naufragios de embarcaciones repletas de migrantes salidas de las costas tunecinas rumbo a Europa se han multiplicado en los últimos meses. El último de ellos, que se saldó con la muerte de 41 personas cerca de la isla italiana de Lampedusa, tuvo lugar la semana pasada, aunque se dio a conocer este miércoles. Este repunte en la mortalidad es consecuencia directa de una tendencia registrada desde principios de este año: Túnez se ha convertido en el principal puerto de partida mediterráneo de la ruta migratoria hacia la Unión Europea. El país del Magreb desbanca así a Libia, que había asumido este papel en el último lustro.

Según datos filtrados por el Ministerio del Interior italiano a la publicación Agenzia Nova, al menos 34.761 migrantes llegaron a las costas italianas procedentes de Túnez durante los seis primeros meses del año, más que los 27.859 que habían zarpado de Libia. Esta cifra casi multiplica por cinco los datos del mismo periodo del año pasado, cuando los migrantes procedentes de Túnez no superaron los 7.000. Durante el pasado julio, se aceleró aún más el trasiego de naves salidas del pequeño país mediterráneo, batiendo todo un récord de llegadas: 20.000 personas en un solo mes.

“Desde Túnez está zarpando una cantidad enorme de embarcaciones durante las últimas semanas. Solo el pasado fin de semana, salieron del país unas 2.000 personas”, confirma en una entrevista telefónica Òscar Camps, director de la ONG catalana Pro Activa Open Arms, que ha pasado varias semanas a bordo de una nave de rescate faenando en el Mediterráneo central. El principal punto de desembarque de los migrantes suele ser la isla de Lampedusa, situada a solo unos 180 kilómetros de la ciudad tunecina de Sfax, y a unos 300 de Trípoli, la capital libia.

Se calcula que unos 90.000 migrantes han arribado a las costas italianas en 2023, una cifra que dobla la registrada el año anterior y que sitúa a este país en cabeza entre los receptores dentro de la UE. Según datos de la Organización Mundial de las Migraciones (OIM), Italia ha absorbido este año más del 65% de los migrantes que han cruzado a Europa de forma irregular. Así pues, un año más, la ruta del Mediterráneo Occidental se perfila como la más transitada.

A diferencia de Túnez, en Libia, sobre todo en la mitad este del país, se han intensificado las medidas para ejercer un mayor control de los flujos migratorios. Según han informado Reuters, las autoridades de la región oriental, lideradas por el general Jalifa Hafter y que cuentan con una gran autonomía respecto al Gobierno de Trípoli, han deportado recientemente a sus países a miles de migrantes procedentes del África subsahariana, Bangladesh, Pakistán y Egipto.

Rescate migrantes
El buque de rescate Aita Mari, de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario, durante un rescate en Lampedusa (Italia), en junio. DAVID MELERO (EUROPA PRESS)

Las cifras del Gobierno italiano que apuntan al sorpasso de Túnez encajan con las estimaciones de Romdhane Ben Amur, investigador del Foro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales (FTDES), especializado en migraciones. “Italia no ofrece datos públicamente sobre el país de partida de las barcas, pero sí sobre la nacionalidad de los migrantes que ha acogido. Y a partir de ahí, se puede deducir con bastante fiabilidad que Túnez ya ha sobrepasado a Libia como puerto de salida hacia Europa”, sostiene Ben Amour. De acuerdo con los últimos datos, las nacionalidades más habituales declaradas este año por los migrantes a las autoridades italianas son la guineana (12%), la marfileña (11%), la egipcia (8%) y la tunecina (7%).

Ben Amur apunta a dos razones para explicar el súbito aumento de las salidas desde Túnez. “En primer lugar, ha habido un aumento de los migrantes que cruzan clandestinamente desde Argelia, facilitado por la permisividad de la policía argelina. Muchos migrantes han reorientado su camino hacia Túnez después de que se hayan sellado otras rutas, como la de las islas Canarias o la balcánica”, comenta el investigador.

Ataques racistas tras el discurso del presidente

Además, el investigador atribuye el cambio de tendencia a un discurso que el presidente tunecino, Kais Said, pronunció el pasado febrero ante el Consejo de Seguridad Nacional. “Muchos migrantes subsaharianos que estaban residiendo en Túnez de forma temporal para trabajar, ahorrar y sufragarse el viaje a Europa, decidieron acelerar su proyecto migratorio a raíz de la ola de ataques racistas que suscitaron las declaraciones de Said”, asegura Amur. El presidente habló entonces de “un plan criminal” para cambiar la “composición demográfica de Túnez” y reemplazar su población árabe y musulmana por “hordas” de migrantes subsaharianos. Los días siguientes, grupos de tunecinos se dedicaron a linchar a los migrantes negros que encontraban por la calle con la complicidad de las fuerzas de seguridad, mientras otros muchos eran expulsados de sus trabajos y sus hogares.

A principios de julio, se desató una nueva ola de agresiones racistas, pero esta vez circunscritas a la ciudad de Sfax, donde reside la mayor comunidad de migrantes subsaharianos del país. “La visita del presidente aquí estimuló nuevos ataques. En un enfrentamiento murió un joven tunecino y se caldeó más el ambiente. Los días siguientes, la policía deportó a más de 1.500 personas a las fronteras con Libia y Argelia”, recuerda Franck Yotedje, director de la ONG Africa Intelligence, con sede en Sfax. Sin agua, sin comida y sin protección alguna frente a unas temperaturas de hasta 50 grados, al menos una veintena de ellos fallecieron por inanición.

La otra cara del drama humano provocado por la aparición de racismo de Estado en Túnez es el notable incremento de las muertes en el mar. Redes de pasadores sin escrúpulos aprovecharon en primavera la estampida de migrantes para lucrarse ofreciéndoles embarcaciones muy precarias. De las 2.387 personas fallecidas o desaparecidas este año en el Mediterráneo, según la OIM, más de 950 (un 40%) corresponden a Túnez. De estas, más de la mitad, 467, tuvieron lugar los meses de marzo y abril. “Recientemente, de Sfax están saliendo unas barcas hechas de chapa metálica que son como de papel, enseguida se llenan de agua”, relata Camps.

Kais Said y Ursula von der Leyen
El presidente de Túnez, Kais Said, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el día 16 de julio en Túnez.TUNISIAN PRESIDENCY (via REUTERS)

El director de Pro Activa Open Arms apunta a una tercera razón que explica el éxodo en las costas tunecinas: el uso de la migración como una herramienta de “extorsión” a la UE. “Lo que está pasando en Túnez es escandaloso. En la frecuencia de radio, hemos oído conversaciones entre pescadores tunecinos y guardacostas que sugieren una connivencia evidente entre ambos para facilitar el paso de las barcas”, afirma el activista, que dice haber detectado fácilmente con un dron una explanada cerca de la costa donde decenas de personas fabricaban naves precarias, algo que “no puede escapar al conocimiento de las autoridades tunecinas”.

El discurso de Camps coincide con un análisis confidencial de Frontex sobre las fronteras de la UE al que ha tenido acceso EL PAÍS, que apunta a que, de forma recurrente, barcos de pescadores tunecinos abordarían a embarcaciones de migrantes varadas en altamar y les ofrecerían remolcarlas hasta las inmediaciones de Lampedusa a cambio de dinero, en un acto asimilable a la “piratería”. En caso de rechazar la oferta, los pescadores realizarían maniobras de intimidación, creando un fuerte oleaje para poner en riesgo la precaria estabilidad de las barcas.

Renovado interés de Bruselas

El repunte migratorio en Túnez ha provocado un renovado interés de las autoridades europeas e italianas por el pequeño país magrebí. El pasado 16 de julio, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, junto con los primeros ministros de Italia, Giorgia Meloni, y de Países Bajos, Mark Rutte, se desplazaron a Túnez para firmar un acuerdo de “partenariado estratégico” que quieren que se convierta en un “modelo” para el resto de países del Norte de África. El principal componente del pacto es la cooperación en el control de los flujos fronterizos, por lo que Bruselas otorgará a Túnez 105 millones de euros para reforzar sus capacidades en este ámbito. Además, la UE aportará próximamente a Túnez otros 150 millones en apoyo presupuestario y se compromete a añadir 900 millones más condicionados a la firma de un crédito con el FMI.

Según varios analistas tunecinos, Said estaba muy interesado en la firma del acuerdo para salir del aislamiento internacional, sobre todo entre los países occidentales, en el que se había sumido tras su autogolpe de 2021, aislamiento que se intensificó tras sus declaraciones racistas de febrero. Además, necesita urgentemente apoyo financiero internacional ante la grave crisis financiera que atraviesa el país. A cambio, Said ha ofrecido una mayor colaboración con la UE en aspectos como acelerar la repatriación de los migrantes tunecinos irregulares en Europa. “Si crece el número de barcas en las costas de Túnez es que Said aún está negociando con la UE. El ránking de los países emisores va variando en función de eso. Antes fue Turquía, ahora es Túnez y luego lo será Argelia. Es lo que tiene haber externalizado las fronteras”, sentencia Camps.

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