Kaczynski vuelve como hombre fuerte del Gobierno polaco en la recta final de la legislatura
El líder de Ley y Justicia se convierte en vice primer ministro para poner orden en un Gobierno que en los últimos meses ha sufrido diversos conflictos internos
A pocos meses de las elecciones generales previstas para este otoño, el ex primer ministro polaco, Jaroslaw Kaczynski, vuelve al Gobierno ultraconservador como vice primer ministro, un puesto que él mismo decidió abandonar hace exactamente un año para ocuparse del partido que preside, Ley y Justicia (PiS). El retorno al Consejo de Ministros del hombre que ha seguido siendo considerado líder de facto del Ejecutivo se produce a pocos meses de que expire la legislatura. El movimiento se interpreta como un intento de poner orden en un Gobierno de coalición profundamente dividido, con un socio minoritario euroescéptico y aún más ultra, y de encauzarlo para lograr la victoria en unos comicios que, según las encuestas, estarán muy reñidos.
Oficialmente, la crisis de Gobierno —para recolocar a Kaczynski han tenido que renunciar a su cargo como vice primeros ministros cuatro miembros del Ejecutivo que compaginaban ese puesto con el de ministros— responde al objetivo de dividir tareas para poner en marcha un “plan para construir un futuro rico y seguro para Polonia”, según ha expresado en Twitter el primer ministro, Mateusz Morawiecki. Kaczynski coordinará la acción de todos los ministros.
Ewa Marciniak, del Departamento de Sociología de la Política y Marketing Político de la Universidad de Varsovia, considera que la vuelta de Kaczynski al Gobierno significa que “los conflictos en el Ejecutivo son inaceptables y que es necesario un árbitro para poner orden”. “También quiere decir que Kaczynski cree en su propia fuerza y en que pueden ganar las elecciones gracias a él”, añade la experta por correo electrónico.
El portavoz del Gobierno, Piotr Müller, aseguró unas horas antes de la ceremonia de nombramiento oficiada por el presidente Andrzej Duda, que “para que el Gobierno funcione bien es necesario el apoyo de la mayoría parlamentaria, y el líder de esa mayoría es Jaroslaw Kaczynski”.
Kaczynski fue primer ministro entre 2006 y 2007, en el primer mandato del PiS. Cuando el partido volvió al poder en 2015, consciente de que su figura genera rechazo en una parte de la sociedad polaca, decidió quedarse en la sombra. En septiembre de 2020, con la coalición de Gobierno al borde del colapso, entró en el Ejecutivo como vice primer ministro para arreglar la situación. Una vez cumplida su misión, se marchó el 21 de junio de 2022 para ocuparse del partido y prepararlo para la campaña. A cuatro o cinco meses de las elecciones vuelve decidido a salvar la legislatura y lograr un tercer mandato.
Los conflictos en el seno del Gobierno han sido frecuentes recientemente. Hace unas semanas, el PiS tuvo que retirar una propuesta legislativa en el Parlamento con la que pretendía rebajar el quorum necesario en el Tribunal Constitucional para tomar decisiones clave, al constatar que no tenía suficientes apoyos. La norma buscaba desencallar la reforma del Tribunal Supremo diseñada para desbloquear 35.400 millones de euros fondos europeos del plan de recuperación polaco. El Constitucional no termina de pronunciarse sobre ella porque seis jueces rebeldes, a los que se asocia con el ministro de Justicia, Zbigniew Ziobro, socio de Gobierno con el partido euroescéptico Polonia soberana, boicotean el tribunal y a su presidenta, a la que no consideran legítima.
“Es un paso sorprendente en una campaña política, porque no es algo que estuviera previsto. Es una gran enmienda a las acciones del Gobierno”, señala Marciniak. La prensa polaca llevaba días hablando de nerviosismo y tensiones en el equipo de campaña del campo ultraconservador, que se materializó la semana pasada en la dimisión del jefe de campaña, Tomasz Poreba, al que ha sustituido el eurodiputado Joachim Brudzinski, cercano a Kaczynski.
Revuelo en el PiS
El revuelo en el partido del Gobierno se hizo sonoro cuando una de las medidas estrellas recientes, pensada para convertirse en eje de la campaña, se volvió en su contra y logró movilizar y unir a la oposición. A finales de mayo, el presidente Duda dio luz verde a la bautizada como Ley Tusk, una norma que crea una comisión especial para investigar la influencia rusa en Polonia, pero que la oposición ve como un intento de sacar de la vida política a Donald Tusk, ex primer ministro y líder del mayor partido de la oposición, los liberales de Plataforma Cívica. La aprobación de la ley generó críticas de Estados Unidos, le valió a Varsovia la apertura del enésimo expediente de Bruselas, obligó al presidente a rectificar y a añadir enmiendas y sacó a cientos de miles de personas a la calle a exigir unas elecciones limpias.
El PiS se mantiene como favorito en las encuestas para las elecciones previstas para octubre o noviembre, pero sin mayoría suficiente para gobernar en solitario. A su derecha ha cobrado fuerza además la formación ultra Confederación (Konfederacja Wolnosc i Niepodleglosc). Después de unos meses de crecimiento sostenido, su intención de voto se ha frenado en el 10%. Pero ese partido antisistema puede ser decisivo para que gobierne el bloque de la derecha. Ante el avance de Confederación, la única fuerza que cuestiona abiertamente la ayuda de Polonia a Ucrania, se han visto algunas grietas en ese apoyo incondicional, como el veto a los cereales y otros productos agrícolas del país vecino anunciado por Kaczynski en un mitin de campaña el pasado abril, durante la conocida como crisis del grano.
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