Milán prepara la despedida de la era Berlusconi
La capital lombarda, donde el magnate construyó su círculo de influencia y poder alrededor del imperio de Mediaset, cierra filas para homenajear a ‘Il Cavaliere’ en un gran funeral de Estado
El cantautor Giorgio Gaber, que conocía muy bien Milán y sus costumbres, resumió una vez mejor que nadie lo que significaba el fenómeno que revolucionaba en ese momento Italia y su propia ciudad. “No temo a Berlusconi en sí, temo al Berlusconi en mí”. Una idea que, de algún modo, extendió Paolo Sorrentino en 2018 a su díptico sobre el magnate. El cineasta lo tituló Loro (ellos). Y básicamente era un retrato de la sociedad que se dejó conquistar, impregnar y, en algunos casos, corromper por el universo estético, político y económico de Silvio Berlusconi. Il Cavaliere, fiel a su voluntad de gustar y estar en todas las salsas, decidió que su productora Medusa costease la película. Porque el problema, opinan muchos, no fue tanto él, sino quienes le compraron el mensaje.
El escritor Sandro Veronesi, firme opositor a Berlusconi durante años, explicaba así el martes en un artículo esos sentimientos encontrados de toda una nación. “¿Puede la muerte de Berlusconi producir sufrimiento a quien lo ha combatido durante toda una vida? Sí, porque ahora estamos obligados a hacer cuentas con los tratos que él exhibía sin rubor, pero que nos implican a todos”. En todo el país. Pero principalmente en Milán, ese ecosistema en el que floreció su imperio. Desde su mansión de Arcore, donde el martes se agolpaba una legión de fans tras su fallecimiento el día anterior, iba a Mediaset. Y a pocos pasos, podía pasear por Milano 2, la gran urbanización que construyó a finales de los ochenta y que le permitió reproducir su fortuna y su poder político, que culminará en un funeral de Estado este miércoles en la catedral de Milán.
Silvio Berlusconi era un seductor. Quería gustar: lo máximo posible y al mayor número de personas. A sus votantes, claro. Pero también a sus empleados: futbolistas, presentadores, diputados, periodistas, senadores, ministros y amantes. La idea, que luego extendió a la política, era sencilla: ser popular significaba tener éxito. Y para eso se dejó la vida y el dinero que fuese necesario. La frontera entre un empleado y alguien a quien simplemente había pagado comenzó a ser cada vez más difusa en su universo. Pero surtió efecto. Y el día de su muerte, las lágrimas derramadas en toda Italia inundaron los noticieros. Especialmente en Mediaset, el músculo de todo su sistema afectivo y económico. Esa especie de comunión pudo verse el lunes en directo en programas interrumpidos por los balbuceos de presentadores emocionados. Pero también en las caras de muchos de sus 20.000 empleados.
Pasada la una del mediodía de este martes, muchos de ellos salían de la sede central de la compañía en Cologno Monzese, a las afueras de Milán. En la torre de comunicaciones podía leerse: “Gracias Silvio” y “Ciao Papà”. Una síntesis de lo que era para muchos trabajadores. “Mírale, es que no tenía ni una arruga”, comentaba un empleado a un compañero mientras señalaba un cartel con la foto de Il Cavaliere retocada en Photoshop.
“Es que era un hombre excepcional”, señalaba Barbara Malandrini, empleada del departamento de publicidad de la empresa. “Hizo cosas que nadie había logrado antes”. A su lado, Manuela, subrayaba que el afecto de sus empleados era real. “Creó siempre cercanía con nosotros. Es verdad que ahora ya no venía. Pero los que estuvimos al principio, recordamos cómo siempre se reunía con nosotros y nos trasladaba su cariño. ¿Qué pasará ahora? Bueno, esto es una empresa cotizada en Bolsa y seguirá adelante”.
La despedida oficial de Berlusconi, exactamente como él lo habría querido, será el final de ese viaje. El Gobierno le concederá los honores de un funeral de Estado, que se prevén para los exjefes de gobierno (implica, entre otras cosas, que el Ejecutivo paga los gastos). Il Cavaliere tenía derecho a ello, ya que fue tres veces primer ministro. Pero la mayoría de sus predecesores prefirió una ceremonia privada. Los únicos que lo eligieron fueron Giovanni Spadolini en 1994, Amintore Fanfani en 1999 y Giovanni Leone en 2001 (también había sido presidente de la República). Pero, además, y ese ha sido el núcleo de la polémica, el Gobierno de Giorgia Meloni ha declarado el luto nacional, algo jamás proclamado para un expresidente del Consejo de Ministros. Entre otras cosas, la medida implica que las instituciones públicas deben mantener durante el martes y el miércoles las banderas a media asta.
La ceremonia que despedirá a Berlusconi en la catedral de Milán, donde se prevé que asistan unas 20.000 personas (son los asientos colocados por el Ayuntamiento en el interior y exterior del templo), señala que el féretro será escoltado por seis carabinieri vestidos de gala, y que se le reserven todos los honores militares al ingreso y a la salida. La lista de posibles jefes de Estado y de gobierno internacionales seguía siendo secreta el martes por la tarde. Pero será el momento en que toda la ciudad, y también el país, se despedirá definitivamente de una época de la que todos han formado parte.
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