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La guerra de Ucrania y sus implicaciones geoestratégicas incrementan la tensión nuclear en el mundo

Las cabezas atómicas utilizables crecieron ligeramente en 2022. China fabricó 60 nuevas ojivas, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo

Lanzaderas de misiles intercontinentales chinos DF-41, con capacidad nuclear, participan en un desfile militar en Pekín. Foto: GREG BAKER (AFP) | Vídeo: EPV

El nuevo panorama geoestratégico de bloques —de un lado la OTAN y la Unión Europea, de otro China y Rusia— y su principal exponente en curso sobre el terreno, la invasión rusa de Ucrania, han provocado un incremento de la tensión entre las principales potencias nucleares. Así lo refleja el informe de 2023 sobre gasto militar y armamento publicado este lunes por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), que refleja un estancamiento mundial de la tendencia a la reducción de armas atómicas de los últimos años y la modernización y fabricación de nuevas cabezas nucleares en algunos de los países que cuentan con ellas. Entre todos, destaca China, que en el año 2022 aumentó su arsenal atómico de 350 ojivas a 410. El total de cabezas nucleares listas para su uso militar en todo el mundo en enero de 2023 se situó en alrededor de 9.576, 86 más que el año anterior. “La mayoría de los países con armamento nuclear están endureciendo su retórica sobre la importancia de estas armas”, afirma Matt Korda, investigador de armas de destrucción masiva del instituto sueco.

La guerra de Ucrania ha multiplicado las declaraciones sobre el posible recurso a este tipo de armamento. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha invocado en varias ocasiones su uso en caso de que la ayuda militar de Occidente a Kiev derive en un conflicto con Rusia, y algunos mandos han advertido de la posibilidad de recurrir a ellas para defender territorios anexionados, lo que, según el informe, siembra algunas dudas sobre la doctrina tradicionalmente defensiva sobre estas armas que ha mantenido hasta ahora el Kremlin. Moscú, además, ha anunciado ya el despliegue de misiles atómicos a las puertas de la Unión Europea, en el territorio de su vecino y principal aliado en la región, Bielorrusia. Ambos países han advertido de que ese material estará listo para su utilización a partir de julio. A lo largo de 2022, Rusia ha incrementado sus existencias totales en 12 ojivas, pasando de las 4.477 que tenía el año pasado a 4.489, según el SIPRI. Estados Unidos, por su parte, mantiene la misma cifra de cabezas nucleares operativas con un arsenal de 3.708.

Una de las preocupaciones sobre Rusia que refleja el informe es su decisión del pasado noviembre de suspender indefinidamente las inspecciones sobre estas armas establecidas por el Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas (New START), firmado por Washington y Moscú en 2010, cuyo abandono definitivo anunció Putin el pasado febrero. El Departamento de Estado de EE UU ya afirmó en enero de este año que era incapaz de determinar si Rusia había cumplido en 2022 con la obligación que le impone ese tratado de no desplegar más de 1.550 cabezas nucleares estratégicas. Moscú aseguró en septiembre que su número de armas estratégicas ascendía a 1.549, es decir, que cumplía el convenio. No hay forma de comprobarlo, lo que Washington considera una “seria preocupación”.

Pero el país que más ha aumentado su arsenal nuclear en términos porcentuales es China. El instituto sueco calcula que su número de ojivas se incrementó en 60 respecto a enero de 2022, pasando de 350 a 410, basándose en los pocos datos públicos que proporciona Pekín. Como el año anterior, el informe asegura que el arsenal chino seguirá creciendo en los próximos años y señala que, en la próxima década, el Gobierno de Xi Jinping prevé incrementar su producción de misiles balísticos intercontinentales hasta superar los datos de Rusia o EE UU, aunque su número de cabezas nucleares seguirá siendo inferior al de las otras superpotencias. El SIPRI cita un informe del Departamento de Defensa de EE UU que prevé que, en 2035, el número de ojivas de China ascienda hasta las 1.500, basándose en su producción de plutonio y su previsible aumento de poder e influencia a nivel global, aunque se trata únicamente de una proyección que está por ver si se cumple.

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Como Rusia, la potencia asiática también genera dudas sobre su doctrina pública del recurso a este tipo de armas, basada en la contención, es decir, en la prevención de que otros países puedan usarlos contra ella, y en el “no first use”, es decir, el compromiso de responder pero no atacar. “Esta postura está cambiando significativamente con la construcción de cientos de silos, submarinos y bombarderos atómicos”, advierte el SIPRI. El instituto sueco recuerda, además, que el Departamento de Defensa estadounidense ha advertido de que China está girando hacia una estrategia de “contraataque de alerta temprana” con el despliegue de sensores sobre el terreno y en el espacio, y ha lanzado para ello al menos tres satélites desde 2022. El temor es que, con esta nueva postura vigilante, Pekín decida abandonar su decisión actual de no cargar sus ojivas en misiles, bombarderos o submarinos, salvo en situaciones de crisis.

India, Corea del Norte e Irán

El informe se refiere también a otros países como la India, que de su tradicional postura de disuasión en el conflicto con Pakistán sobre la región de Cachemira ha pasado a interesarse por armas de largo alcance para poder alcanzar todo el territorio de China, su adversario regional. Con la limitadísima información que proporciona Corea del Norte, el SIPRI estima que el régimen de Kim Jong-un posee material para fabricar 50 o 60 cabezas, pero, hasta el momento, ha ensamblado unas 30. En 2022, Pyongyang no realizó ningún ensayo nuclear, pero llevó a cabo más de 90 pruebas con misiles. El instituto también es pesimista sobre la limitación del programa nuclear de Irán —EE UU dejó el pacto de 2013 por decisión del presidente Donald Trump y la negociación para retomarlo está estancada― , por el apoyo armamentístico de Teherán a Moscú en la invasión de Ucrania.

Para los expertos del SIPRI, “los efectos de la guerra en Ucrania son visibles en casi todos los aspectos de las cuestiones relacionadas con el armamento, el desarme y la seguridad internacional” examinadas en su anuario de 2023. El conflicto no solo afecta al armamento atómico, también al convencional, pero en lo relativo a estas armas de destrucción masiva, ha producido “un revés en la diplomacia nuclear” que afecta, sobre todo, a EE UU y a Rusia. Ambos países han suspendido su diálogo bilateral de estabilidad estratégica y ni Washington ni Londres han facilitado sus datos sobre armamento al instituto sueco para su informe de este año, al contrario que en ediciones anteriores. “En este periodo de gran tensión geopolítica y desconfianza, con los canales de comunicación entre rivales con armamento nuclear cerrados o que apenas funcionan, los riesgos de un error de cálculo, un malentendido o un accidente son inaceptablemente altos”, afirma el director del SIPRI, Dan Smith.

Este lunes se ha publicado también un nuevo informe sobre gasto en armamento nuclear de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN, en sus siglas en inglés) con un mensaje similar al del SIPRI. En 2022, las nueve potencias atómicas gastaron un total de 82.900 millones de dólares (unos 77.100 millones de euros) en sus arsenales, lo que supone un 3% más que el año anterior.

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