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La ‘batalla de las calefacciones’ pone en aprietos a los socios del Gobierno alemán

Verdes y liberales, miembros del tripartito encabezado por los socialdemócratas de Scholz, se enzarzan por una ley estrella de los ecologistas: el veto a la instalación de nuevas calderas de gas a partir de 2024

Alemania
El ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, durante una rueda de prensa el martes en Berlín en la que acusó a los liberales de no respetar sus promesas al bloquear la ley de calefacciones.CLEMENS BILAN (EFE)
Elena G. Sevillano

Bloqueos, acusaciones de faltar a la palabra dada, amenazas poco veladas… La controvertida ley de las calefacciones que prepara el Gobierno del canciller Olaf Scholz está tensando hasta límites insospechados la ya muy rígida cuerda que une a sus dos socios de coalición: verdes y liberales. El texto, propuesta estrella del partido ecologista, quiere prohibir la instalación de nuevas calderas de gas y carbón en Alemania a partir del año que viene. El Consejo de Ministros aprobó su redacción el mes pasado, pero ahora los liberales dicen que tienen dudas. Que hay que mejorarlo. Y han bloqueado su tramitación parlamentaria.

El proyecto de ley debería haber empezado a discutirse esta semana, entre miércoles y viernes, en el Bundestag, pero a última hora el FDP, el partido liberal de Christian Lindner, ministro de Finanzas, ha impedido que entre en el orden del día. El hombre fuerte de Los Verdes, Robert Habeck, ministro de Economía y Clima, ha estallado en público contra sus socios de Gobierno. Les ha acusado de “romper su palabra”. “Quiero dejar constancia de que el FDP no está cumpliendo la promesa que hizo”, ha dicho visiblemente enfadado.

El tripartito había acordado que la ley saliera adelante antes del verano —las sesiones terminan el 7 de julio y no se retoman hasta septiembre— y ahora parece imposible cumplir esa fecha límite. Los Verdes basculan entre la incredulidad y el disgusto. “No recuerdo que en las últimas décadas haya habido un gabinete que apruebe una ley, la envíe al Bundestag y después ponga condiciones o directamente se manifieste en contra”, ha asegurado la vicepresidenta de Los Verdes en el Parlamento alemán, Julia Verlinden.

La guerra de las calderas no es ni mucho menos el primer choque entre los socios menores de los socialdemócratas de Scholz, pero incorpora un nuevo peligro para la estabilidad del Ejecutivo. Si Los Verdes cumplen su amenaza y empiezan a bloquear proyectos de ley de los liberales como represalia, toda la agenda legislativa de Scholz se vería perjudicada. El FDP lleva meses jugando a la contra dentro del tripartito, un pulso que incluso han llevado a Bruselas al bloquear la ley que limita los motores de combustión.

“Acabar con el caos”

La oposición democristiana, mientras tanto, se frota las manos. Su líder, Friedrich Merz, que rechaza los planes de Habeck, ve en el rifirrafe interno una oportunidad de oro para desgastar a Scholz. Le ha acusado de “falta de liderazgo” y le ha espetado que tiene que “poner fin cuanto antes al caos”. La ley de Habeck, por supuesto, debería ser retirada, opina el sucesor de Angela Merkel.

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La polémica se produce en un momento muy delicado tanto para Habeck como para Scholz, puesto que ambos están en su peor momento de popularidad desde que echó a andar la coalición semáforo. Al ministro verde le ha afectado el escándalo de presunto nepotismo y conflictos de interés por el que la semana pasada tuvo que destituir a su secretario de Estado de Energía y mano derecha, Patrick Graichen. Habeck, que ha sido considerado un potencial candidato a próximo canciller, ha visto caer su valoración en las encuestas en los últimos meses a medida se iban conociendo alguno de sus planes climáticos. El partido sufrió una derrota muy dolorosa en la ciudad-Estado de Bremen hace unos días, donde obtuvo su peor resultado histórico.

La situación de Scholz tampoco es muy boyante. El SPD registra la peor intención de voto a escala federal desde el verano de 2021 y algunas encuestas recientes sitúan a los socialdemócratas por detrás incluso de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD).

La ley de las calefacciones está llamada a generar polémica dentro y fuera del tripartito. En primer lugar, por el escaso plazo con el que se ha planteado. El Gobierno quiere lanzar su guerra contra las calderas de gas dentro de escasos seis meses y sin que estén todavía claras las condiciones para acceder a una subvención.

La preocupación cunde entre los propietarios, porque los sistemas de bomba de calor (que calienta o enfría aire o agua usando electricidad) que quiere impulsar el Ejecutivo son mucho más caros (y también mucho más eficientes) que las tradicionales calderas alimentadas con gas, gasoil o carbón. Más de la mitad de los 84 millones de alemanes calientan sus casas con gas, un combustible que hasta hace poco más de un año fluía en grandes cantidades y a bajo precio desde Rusia, pero que la invasión de Ucrania ha puesto en cuestión.

El proyecto de ley de Los Verdes plantea que el 65% de los sistemas de calefacción de nueva instalación funcionen el año que viene a base de energías renovables. Alemania se adelantaría así a las intenciones de la Unión Europea, que tramita una normativa similar y contempla el fin de la calefacción alimentada con combustibles fósiles para 2035. El sector verde del Ejecutivo impulsa con decisión el plan alemán de alcanzar la neutralidad climática en 2045 (cinco años antes de lo que se plantea la UE).

A Berlín le preocupa el sector de la construcción y los edificios, que el año pasado supuso el 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero, alrededor de 112 millones de toneladas. Calentar los hogares alemanes se come alrededor del 40% de todo el consumo anual de gas en el país. Esa cifra debe reducirse drásticamente si Alemania pretende cumplir sus objetivos de reducción de emisiones.

Los alemanes muestran en las encuestas estar a favor del cambio a combustibles renovables, pero a la vez rechazan las medidas concretas como la ley de las calefacciones de Los Verdes. Según una encuesta de las televisiones ntv y RTL publicada poco después de conocerse el borrador, un 78% dijo estar en contra de los planes de Habeck. La principal preocupación, el bolsillo. Pese a que el Gobierno ha asegurado que destinará miles de millones en subvenciones para ayudar a instalar los nuevos sistemas, el ciudadano medio desconfía.

El FDP de Lindner ha captado bien esa preocupación y la está explotando en su beneficio, según relata este miércoles Der Spiegel. El semanario asegura que miembros del partido están haciendo circular una lista de 101 preguntas supuestamente “sin respuesta” sobre el proyecto de ley, la mayoría sobre los costes para los propietarios. El ministerio de Habeck ya contestó a una lista similar dentro del tripartito, pero este nuevo documento parece estar destinado a los medios de comunicación y a trasladar la idea de que, hasta que no se aclaren esas cuestiones, los liberales no darán luz verde a la tramitación parlamentaria.

Los detalles de la financiación aún no se han hecho públicos, pero el Estado está dispuesto a costear hasta el 50% de la instalación de calefacciones verdes a las familias que lo necesiten. Se baraja incluso una especie de bono climático extra, del 20%, para incentivar a quienes sustituyan su caldera antes de tiempo. Beneficiaría, por ejemplo, a los propietarios de calefacciones de carbón, gasoil o gas de más de 30 años que aún no necesitan ser reemplazadas porque todavía funcionan bien.

El grueso del presupuesto se destinará a las personas de bajos ingresos, ha anunciado el Ministerio de Economía y Clima, pero también se preparan líneas de préstamos a bajo interés independientemente de la renta familiar. El desembolso de las calefacciones preocupa especialmente a los jubilados, que tienen muchos problemas para obtener un crédito en el banco. También habrá excepciones: los mayores de 80 años no estarán obligados a instalar bombas de calor y si las calefacciones de gas pueden funcionar con hidrógeno en el futuro también se permitirán.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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