La victoria de los conservadores griegos debilita el liderazgo de Tsipras en Syriza
Analistas atribuyen el desplome del partido izquierdista a la desconexión con diversos sectores y a la falta de una estrategia clara tras los recortes de su Gobierno en 2015
El mapa electoral de Grecia amaneció este lunes pintado casi todo de azul, el color del partido conservador Nueva Democracia (ND), que lidera el primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, de 55 años. Solo en Ródope, una pequeña región montañosa en la frontera con Bulgaria, en la que apenas votaron la mitad de sus 118.199 electores, venció el rojo de Syriza, el principal partido de la izquierda y de la oposición. Las elecciones generales del domingo arrojaron la mayor diferencia entre el primer y el segundo partido desde 1974, cuando Grecia celebró las primeras elecciones democráticas tras siete años de dictadura. Ni las protestas masivas ocasionadas por el choque de trenes el 28 de febrero, con 57 muertos, ni el escándalo de espionaje por parte de los servicios secretos a opositores, militares y periodistas, han evitado el descalabro de la izquierda.
Ahora, los dirigentes de Syriza se preguntan por qué les abandonaron casi 600.000 votantes desde las elecciones de 2019, un tercio de los que tenían. Y qué pueden hacer para recuperarlos.
El resultado ha sido tan demoledor que el líder de Syriza, el carismático Alexis Tsipras, de 48 años, no tuvo empacho en calificarlo el domingo de “extremadamente negativo”. Aunque advirtió: “El ciclo electoral no ha terminado”. En efecto, hay una repetición de elecciones a la vista. La fecha no es oficial, pero los medios locales asumen que será el 25 de junio. La presidenta del país, Katerina Sakelaropulu, encomendó este lunes a Mitsotakis la formación de Gobierno. El primer ministro declinó la opción de la coalición y despejó así el camino para unas segundas elecciones. En esa segunda convocatoria entrará en vigor una nueva ley electoral que premia con hasta 50 escaños a la lista más votada. Así, si Mitsotakis consiguiera un resultado similar al del domingo, tendría garantizada la mayoría absoluta.
Ninguna encuesta previó que Nueva Democracia obtendría el doble de puntos (40%) sobre Syriza (20%, con 71 escaños). Los socialistas del Pasok ocuparon el tercer puesto, con un 11,46% de los votos, y pasaron de 22 a 41 escaños. En el campo de la izquierda, ellos fueron los que más celebraron los resultados. Los comunistas del KKE se situaron en el cuarto puesto, con el 7,23% (pasaron de 15 a 26 escaños). Y los ultranacionalistas de Solución Griega, llegaron al 4,45%. Yanis Varufakis —exministro de finanzas con Syriza, que en 2019 obtuvo nueve escaños con su partido MeRA25, y que se presentaba junto a Unidad Popular, la mayor escisión de Syriza en 2015— se quedó fuera del Parlamento, al no alcanzar el mínimo exigible del 3%.
Dimitris Rapidis, periodista y antiguo asesor de Syriza en el Europarlamento, cree que al partido de Tsipras le ha faltado contacto directo con sectores importantes de la sociedad, como los jóvenes y los trabajadores. Y critica también “la falta de claridad estratégica” en la dirección: “Tsipras incorporó en el núcleo de su equipo a figuras del Pasok e incluso a exmiembros de Nueva Democracia para arañar votos a Mitsotakis. Y se apoyó en ellos para fijar la estrategia del partido. Pero los exmiembros de Nueva Democracia no tienen conexión con la izquierda”.
Rapidis es escéptico respecto a la posibilidad de que Syriza puedan concentrar en las próximas elecciones el voto útil de izquierdas. El periodista cree más probable que aumente el apoyo al Partido Comunista y al Pasok, y que asomen opciones nuevas en un contexto en el que da por hecha una victoria abrumadora de Nueva Democracia.
Pedro Olalla, escritor y helenista español afincado en Atenas desde hace 30 años, achaca el desplome al “descrédito” que padece Tsipras desde 2015, cuando su Gobierno aceptó los recortes que imponían las instituciones europeas a cambio de rescatar al país y evitar la suspensión de pagos y la salida de la zona euro. Entonces, asegura este escritor, una parte de su electorado lo votó para que hiciera “una política de cambio y no de continuismo”. Olalla confía en que esos votantes se “tapen la nariz” en las próximas elecciones y voten por Syriza.
El escritor expresa su sorpresa también ante el hecho de que, tras 15 años de crisis, la sociedad griega no haya sido capaz de organizarse para que entre esta vez en el Parlamento una formación de izquierda nueva”.Un miembro de Syriza, próximo a Tsipras, analizó la fuga de votos, con la condición del anonimato: “Es demasiado pronto [para saberlo con certeza], pero algunos se fueron al Pasok, otros a Nueva Democracia… Tal vez 100.000 hayan pasado a los comunistas”. Su conclusión: “Parece claro que ha habido más un movimiento de la sociedad hacia la derecha que una fuga hacia nuestra izquierda”.
Entre los simpatizantes de Syriza hay quienes se quejan de que los socialistas celebrasen el resultado “con más entusiasmo que Nueva Democracia”. El citado cargo de Syriza afirmó amargamente: “Celebraron que subían un 3% mientras Mitsotakis alcanzaba el 40%”. La misma fuente reconoce que Syriza no supo transmitir un mensaje de unidad entre los partidos progresistas. “Y quizás los electores vieron un síntoma de debilidad, donde nosotros quisimos transmitir la conveniencia de alcanzar acuerdos”, añade.
Tsipras: “No voy a irme, ni siquiera ahora”
Tsipras trató este lunes de mantener la moral de su gente con un comunicado. “He aprendido a asumir la responsabilidad en los momentos difíciles y a no abandonar la lucha. Estoy aquí. No voy a irme, ni siquiera ahora, en este trance. Ayer fue el día de las elecciones. Hoy es el primer día de la batalla para las próximas. Ayer, Nueva Democracia ganó, pero al mismo tiempo, la estrategia del sistema electoral proporcional sufrió una derrota”, aseguró.
Ese sistema proporcional fue impulsado por el propio Tsipras. Y esa fue, de forma indirecta, la única autocrítica que reconoció el líder izquierdista. La dirección de su partido mantuvo por la mañana una reunión que se alargó hasta media tarde. Una fuente que asistió al encuentro, y prefiere permanecer en el anonimato, informó de que allí nadie cuestionó el liderazgo de Tsipras. Achacó la causa de la debacle a dos razones: “Por un lado, la gente ahora quiere estabilidad, después de tantas crisis. Y Mitsotakis ha sabido transmitir ese mensaje, con la idea de que será un Gobierno fuerte, capaz de emprender reformas. La gente prefirió esa estabilidad, aunque tenga que sufrir la dureza de sus políticas. Y, por otro lado, “En Grecia ha ocurrido lo que en otras partes de Europa: hay un giro conservador de la sociedad”.
Panagiotis Galanopoulos, de 86 años, y Nikolaos Kokkinos, de 91, comentaban este lunes los resultados en una céntrica terraza de Atenas, con ejemplares de varios periódicos de tendencia conservadora, como la mayoría de los medios en el país. A Panagiotis no le sorprendió que la huelga general del 8 de marzo, la más grande de los últimos años, tras el accidente de tren, no haya tenido reflejo en las urnas: “La huelga es una foto del centro de Atenas, pero el país no es solo Atenas, también son las demás regiones y las islas”.
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