El destierro de los Mejía Godoy, la estirpe musical de Nicaragua
La necesidad de reinvención y la complicidad han llevado al clan familiar a unirse para realizar una gira por España, donde la diáspora y el exilio ya los han recibido por separado con entusiasmo
Poco antes del mediodía, los sobrinos llegan al Mercado Central de San José con una güira, los mazos de la marimba, y el tío –cuyo pelo cano resplandece bajo este inusual sol de esta ciudad dada al encapotamiento– viene con la guitarra protegida en un pesado forro negro. Se han citado porque terminan de afinar los últimos detalles de la gira de conciertos al alimón que estos artistas de estilos tan diferentes, pero que se nutren de la canción popular nicaragüense, harán en España durante los próximos días de mayo.
Luis Enrique Mejía Godoy saluda a los sobrinos con efusividad. Carlos Luis y Carlos Emilio Guillén, alias El frijol, responden risueños. Los tres son parte de un clan más grande que, en resumidas cuentas, han compuesto canciones emblemáticas de la banda sonora de Nicaragua. Los Mejía Godoy son una institución cultural sin cuyas trazas musicales no podría explicarse el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza en 1979, la Revolución Sandinista misma, el breve ejercicio de democracia en los noventa y, cuatro décadas después, la perversión del ideal revolucionario a manos de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Los sobrinos son fundadores de La Cuneta Son Machin, un proyecto que desde 2009 combina ritmos modernos, folclore, música tropical y lo que en Nicaragua se llama “cumbia chinamera”, esas tonadas que se bailan en cantinas y arrabales. Mientras que Luis Enrique es un trovador de La Nueva Canción Latinoamericana, la canción protesta, política, pero que a la vez navega en los boleros, valses y baladas. Es difícil imaginar el concilio de dos estilos disímiles sobre un escenario, pero desde finales de 2022 lo empezaron a hacer en el exilio en Costa Rica. La necesidad de reinvención y la complicidad ha motivado esta gira por España, donde la diáspora y el exilio nicaragüense ya los ha recibido por separado con entusiasmo: sus canciones son idiosincrasia pinolera.
“Soy un músico de mente abierta totalmente”, dice Luis Enrique en el Mercado Central de San José, después de sorber una sopa de res y cantar entre los tramos una de sus canciones insignias, Pobre la María. Los sobrinos lo acompañan y a medida que el estribillo toma fuerza, los compradores y clientes que reconocen la canción se detienen a tararear. Toman fotos y videos. Son nicaragüenses que rara vez en Costa Rica se despojan del caparazón que oculta su nacionalidad para mimetizarse en este país de acogida, en el que todavía quedan resabios xenófobos. “No es porque sean mis sobrinos que hago música con ellos. No tienen nada que ver con mi formato musical, pero para mí siempre ha sido una experiencia muy constructiva comunicarse con otras generaciones”, explica el cantautor que experimenta el segundo exilio de su vida, esta vez más numeroso, acompañado de sus sobrinos músicos.
Luis Enrique es uno de los mayores de los Mejía Godoy. Junto a su hermano Carlos (el autor de Nicaragua, Nicaragüita, canción fundamental de un país golpeado por dictadores y en perenne búsqueda de la libertad) son dos de los cantautores más importantes del país centroamericano. No sólo por la vastedad de su obra musical en pareja o en singular, sino porque el grueso de su música popular que acompañó a la Revolución Sandinista se resignificó a partir de 2018, cuando Daniel Ortega y Rosario Murillo dirigieron la represión a los manifestantes que exigían cambios en unas protestas que acabaron con el asesinato de 356 personas y que un grupo de expertos de Naciones Unidas consideró crímenes de lesa humanidad.
Carlos y Luis Enrique abandonaron Nicaragua en el último trimestre de 2018, en un contexto de persecución política contra todos aquellos que participaron en las protestas sociales. Los hermanos tenían sobradas razones para irse: sus viejas canciones no solo eran himnos que los manifestantes coreaban en las masivas protestas, acompañadas de las consignas Daniel y Somoza son la misma cosa, sino que compusieron nuevas piezas dedicadas a los estudiantes asesinados y a sus madres.
En un momento de máxima agitación social en 2018, Carlos Mejía Godoy volvió al barrio indígena de Monimbó y creó una secuela de su histórica canción Vivirás Monimbó. Llamó a la pieza Adelante, Monimbó y es un homenaje a la ciudad de Masaya que fue cuna de la insurrección contra Somoza y de la rebelión cívica contra Ortega y Murillo.”Han pasado 40 años de aquellos días de gloria / y se repite la historia, la masacre de la juventud / Han pasado 40 años y no aprendimos la lección / pero el pueblo no se olvida de tanta perfidia, de tanta traición”, canta Carlos, exiliado en Estados Unidos.
“Hicimos canciones para la Revolución Sandinista antes, durante y después, pero fuimos disidentes desde 1990. Desde ese entonces, nosotros no tenemos nada que ver con el Frente Sandinista. La gente lo sabe porque nunca volvimos a ir a las a las actividades del Frente, porque prohibimos (a Ortega y Murillo) que usaran nuestras canciones”, recuerda Luis Enrique en San José. “Más claro no puede quedar. Sin embargo, pasó el tiempo, regresaron los Ortega-Murillo, se instalaron en el poder y se enrrancharon. ¡Y ahora no quieren bajarse! Eso hace que sea otra cosa: una dictadura. Y con los acontecimientos de 2018 se convirtió en una dictadura criminal”.
Cantos del exilio
Luis Enrique salió del país y no ha vuelto desde entonces. Se instaló en Costa Rica, un país que conoce bien: en 1967 llegó a estudiar medicina, pero la venia familiar lo alejó de los hospitales y lo llevó, irremediablemente, a los escenarios. En 1974 ya no pudo regresar a Nicaragua debido a su activismo musical contra el somocismo. Después del triunfo revolucionario, el cantautor volvió a Nicaragua y se dijo a sí mismo: “No quiero volver a salir de Nicaragua nunca, a excepción de giras. Entonces por eso hicimos nuestro nido allá: la Fundación Mejía Godoy, la Casa de los Mejía Godoy y todo lo que significa decidir para el futuro”, relata el compositor de Yo soy de un Pueblo Sencillo.
La Casa de los Mejía Godoy fue un polo del arte y la cultura en Managua. Carlos y Luis Enrique lo fundaron y durante más de 20 años fue escenario por antonomasia de la música nacional, pero sobre todo de las nuevas generaciones de los Mejía Godoy. Por esas tablas pasaron el salsero Luis Enrique Mejía, Ramón Mejía ‘Perrozompopo’, hasta Carlos Luis y El Frijol con La Cuneta Son Machin. Todos artistas que marcaron los noventa y la siguiente década de la música nicaragüense hasta hoy. Había noches en que todos se unían en un solo concierto, titulado Relincho en la Sangre. Desde los profesionales hasta los amateurs de la estirpe Mejía Godoy. La casa de espectáculos fue cerrada en 2018 debido a la crisis provocada por la represión del régimen.
Al momento de anunciar el cierre, Carlos y Luis Enrique dijeron que el país se había “llenado de horror ante el genocidio de más de 200 hermanos nicaragüenses, que aún no cesa, incluyendo niños de diferentes edades”. A partir de ese punto, no hubo retorno. En abril de 2022, el fundador de La Cuneta, Carlos Luis, no pudo ingresar a Nicaragua, a pesar de que nunca ha hecho comentarios políticos. Las autoridades migratorias le impidieron su retorno, cuando el músico regresaba al país tras un viaje familiar en Washington. Fueron fechas marcadas por la cacería que el régimen lanzó contra los músicos y artistas críticos. El primo de Carlos Luis, su compinche en La Cuneta Son Machin, El Frijol, también abandonó el país.
“Ha sido una situación difícil y voy pasando diferentes etapas”, dice Carlos Emilio Guillén. “Primero la etapa de la nostalgia, la negación y la aceptación. Y después, ya una vez instalado, pues a ver las oportunidades que existen”. Eso ha sido, por ejemplo, reencontrarse con otros músicos exiliados y rearmar La Cuneta Son Machin en el exilio. Su tío, por su parte, da recitales en San José y este domingo 30 de abril sube al escenario con la escritora Gioconda Belli, quien está de viaje en Costa Rica, cerca de los volcanes que han calentado su obra. “La poesía y la música son amantes que decidieron separarse. Después volvieron a juntarse en la canción”, dice Luis Enrique.
La Cuneta Son Machin también ha empezado a ganarse al público costarricense, pero en especial han sacado sonrisas y mucho baile sobaqueado a una comunidad exiliada muy atribulada. “A pesar de que nosotros no tenemos un discurso estrictamente político ni somos activistas, el mayor regalo que La Cuneta le puede dar a la gente es la alegría y la energía. Que la gente por un momento se olvide de lo que pasa. Que seamos una especie de catarsis en este día a día de exilio”, dice El Frijol.
El tío Luis Enrique escucha a sus sobrinos hablar y un gesto de orgullo le nace debajo de los gruesos anteojos negros que usa. Al igual que él, pero a su manera, Carlos Luis y El Frijol usan la música como forma de expresarse. Con la seguridad que solo tienen los miembros de las estirpes condenadas de gusto a contar y cantar lo que pasa con sus pueblos, el viejo cantor cincela en el pentagrama lo que tiene su música. “Siempre he cantado la realidad”, dice el tío. “Soy sensible a todo lo que significa la vida social y económica de mi pueblo… Y no soy un francotirador político, yo soy un artista consciente como muchos miles que hay en América Latina, en Europa y en todas partes”.
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