China ve signos de recuperación en su relación con la Unión Europea
Macron afirma en Pekín que el país asiático puede “desempeñar un papel importante” para la paz en Ucrania
La Unión Europea ha desembarcado este miércoles en Pekín con una avanzadilla capitaneada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente francés, Emmanuel Macron, en visita de Estado. Con Europa atravesada desde hace más de un año por la guerra de Ucrania, el viaje es el punto álgido de una ofensiva diplomática del Viejo Continente para tratar de poner un emplasto en las grietas de la relación con China después de los tres años que esta ha permanecido encerrada en sí misma, bajo la férrea política de cero covid.
En Pekín perciben las visitas como un acercamiento frente a la distancia cada vez más profunda con Washington. “Las relaciones entre China y Europa han mostrado signos de recuperación, con una oleada de interacciones intensas recientes”, argumentaba la semana pasada el diario oficialista Global Times.
Mientras, los europeos aterrizan con la invasión de Rusia y las fórmulas para la paz en lo alto de la agenda, conscientes de que el presidente chino, Xi Jinping, es de los pocos que tiene capacidad de interlocución e influencia con su homólogo ruso, Vladímir Putin, después de haber colocado sobre la mesa un papel con 12 puntos para lograr la “solución política” de lo que China sigue llamando “crisis” (y no guerra).
Pekín es consciente de que la guerra ha funcionado como un pegamento entre Washington y Bruselas, pero percibe la sucesión de encuentros con mandatarios europeos como una oportunidad para distanciar un poco a la UE de su gran rival, Estados Unidos, a quien consideran responsable de una creciente política de “contención y supresión” dirigida a frenar su desarrollo.
Nada más tocar tierra este miércoles en Pekín, Macron ha afirmado que el gigante asiático puede “desempeñar un papel importante” para “encontrar un camino hacia la paz”, según ha recogido AFP. En un primer encuentro con franceses residentes en China, el presidente ha subrayado la necesidad de mantener a salvo las vías comerciales. “Cada vez se oyen más voces que expresan una gran preocupación por el futuro de las relaciones entre Occidente y China. Y de alguna manera concluyen que existe una espiral irresistible de tensiones”, ha dicho Macron. “No quiero creer en este escenario”.
Para ambos extremos de esa gran masa de tierra llamada Eurasia el trasfondo de las relaciones económicas son también clave en un mundo trastocado por la incertidumbre y el ambiente bélico.
Mientras que el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, no llegó a poner un pie en China en el viaje que tenía previsto realizar en febrero —se lo llevó por delante el incidente del globo estratosférico chino derribado por Estados Unidos por haber entrado en su territorio sin permiso— China ha abierto, en cambio, las puertas de par en par a un carrusel de visitas europeas. El desfile arrancó el noviembre pasado, con el periplo fugaz del canciller alemán, Olaf Scholz, y el del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en diciembre, al que ha seguido el del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la semana pasada.
“Ayudará esta oleada diplomática a que las relaciones entre China y Europa repunten, e incluso den paso a una era de florecientes lazos?”, se preguntaba en un tono optimista el editorial del Global Times, publicado el día después de que Sánchez abandonara la capital.
Puntos positivos
El texto incluso destacaba puntos positivos del durísimo discurso pronunciado la semana pasada por la jefa de la Comisión Europea, en el que acusó a China de querer moldear el orden mundial a su medida. “En lugar de buscar una lista de diferencias o contradicciones entre China y Europa”, proponía el diario oficialista, “es mejor reconocer un consenso que no puede ignorarse y que quedó reflejado en el discurso de Von der Leyen: Europa ‘no puede perder a China’ y debe seguir manteniendo contactos con China”.
Wang Yiwei, director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Renmin en Pekín, comentaba la semana pasada que el carrusel diplomático europeo “muestra que Europa y China quieren hacer avanzar su relación bilateral” y que ambas buscan un “consenso” en la forma que han de tener esos lazos. “Es crucial en la globalización”, señalaba al teléfono. Y hablaba de la necesidad de Bruselas de “diferenciarse” de Washington.
China ve el desembarco de europeos como una forma de cortejar el impulso hacia la “autonomía estratégica” de la UE, defendido a menudo por Macron. Esa búsqueda de una Europa más independiente de Estados Unidos es también una forma de acercar las relaciones internacionales al “mundo multipolar” del que conversaron Putin y Xi en su reciente encuentro en Moscú.
Acosada por la guerra comercial y el bloqueo de Estados Unidos en sectores claves, como el de los semiconductores avanzados, Pekín tiene también interés en resucitar un acuerdo de inversiones que pactó con la UE en diciembre de 2020, tras más de siete años de negociaciones. Visto con malos ojos desde la Casa Blanca, su aprobación quedó en un limbo poco después de que la UE impusiera sanciones contra altos funcionarios chinos a los que acusa de violaciones de derechos humanos contra la minoría uigur en la región de Xinjiang. Pekín replicó con castigos a académicos y políticos, entre ellos, a parlamentarios europeos, lo que frenó la tramitación del acuerdo: la Eurocámara ha de ratificar al pacto, algo a lo que se ha negado de momento.
Von der Leyen argumentó en su reciente discurso que “el mundo y China han cambiado en los últimos tres años”, por lo que será necesario “reevaluar” el acuerdo bloqueado.
“Esta peregrinación de líderes europeos para ver a Xi Jinping es prácticamente ridícula, porque el único que va a obtener algo es Xi”, señala al teléfono la analista Alicia García Herrero, economista jefa para Asia Pacífico de Natixis, un banco de inversión francés.
De España, observa, Pekín ha obtenido un cara a cara con la persona al frente del país que ostenta la presidencia de la UE “en el momento más importante” para negociar la ratificación del acuerdo de inversiones (España toma la batuta de mando de la Unión durante el segundo semestre del año). “Esto sería un mazazo para Estados Unidos”, añade García Herrero, que considera que el presidente chino “está poniendo mucha presión a todos los líderes [europeos] bilateralmente” para sacarlo adelante; mientras, Von der Leyen juega un papel de marcar distancias.
La analista hace notar que ninguno de los europeos, hasta la fecha, ha vuelto a casa con grandes anuncios. Scholz, recuerda, logró pactar que la vacuna de Pfizer BioNTech fuera válida para los expatriados residentes en China, pero cree que tampoco sirvió de mucho: al poco Pekín decidió su reapertura. Esta economista echa en falta anuncios sobre cómo reducir la dependencia en recursos críticos y en las importaciones de equipos en sectores como las energías renovables.
“No hay una propuesta clara [por parte de la UE]”, señala una alta fuente comunitaria que sigue de cerca los viajes a China. Cree que habría merecido la pena llegar con un plan mejor definido para el final de la guerra, de modo que uno pueda negociar con Pekín de forma directa y evitar que los viajes se conviertan en una “pasarela Cibeles”. “Tiene que haber algo a cambio: tú tienes esto, y yo tengo esto otro”. En su opinión, resulta complicado fijar esa voz, porque en Europa “hay multitud de cabezas”. Pero también advierte de que el “riesgo de desacoplamiento” con Occidente no es algo que Pekín deba juzgar a la ligera: “China en esta partida se juega ser la fábrica del mundo”.
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