El diálogo entre el Gobierno francés y los sindicatos fracasa por el desacuerdo de las pensiones
Los líderes sindicales abandonan una reunión con la primera ministra Borne tras meses sin hablarse y en vísperas de una nueva manifestación
Era la primera reunión entre el Gobierno francés y los sindicatos desde principios de año, y ha terminado en fracaso. Cuando no había pasado ni una hora, los ocho líderes sindicales se han levantado de la mesa. La primera ministra, Élisabeth Borne, acababa de negarse por enésima vez a retirar la reforma de las pensiones.
Los sindicatos han mantenido por tanto la convocatoria de nuevas huelgas y manifestaciones para el jueves. Es la undécima jornada de protestas desde que en enero Borne presentó la ley, que aumentará la edad de jubilación de los 62 a los 64 años y acelerará la exigencia de 43 años cotizados para cobrar la pensión plena, en vez de 41.
El resultado de la reunión de este miércoles indica que, en contra de lo que espera el presidente de Francia, Emmanuel Macron, la oposición no da su brazo a torcer. Y esto, pese a que la ley ya está aprobada por el Parlamento y ahora está a la espera del dictamen del Consejo Constitucional, previsto para el día 14.
El fracaso del encuentro entre Gobierno y sindicatos deja claro, al mismo tiempo, que tampoco Macron dará su brazo a torcer. Y esto, pese a casi cuatro meses de movilizaciones masivas, a la accidentada trayectoria parlamentaria de la ley, a la caída de sus índices de popularidad y a los episodios de violencia que han enturbiado el ambiente político en Francia.
Los sindicalistas habían aceptado la invitación de Borne al palacete de Matignon, sede de la jefatura del Gobierno, pero habían anunciado de antemano que iban con un único fin: pedirle que retirase la ley, o al menos, la dejase en suspenso. La primera ministra quería pasar página y hablar con los agentes sociales de la agenda de los próximos meses sobre el empleo de las personas mayores y las condiciones laborales.
La reunión empezó a las diez de la mañana con unas palabras de Borne. Después intervinieron los ocho sindicalistas y cada uno preguntó lo mismo a la primera ministra: si estaba dispuesta a retirar la reforma. Pero la primera ministra retomó la palabra sin responder a la pregunta. Intervino entonces Laurent Berger, secretario general del primer sindicato de Francia, el moderado CFDT. Berger insistió en saber si la reforma se retiraría o suspendería. La respuesta fue que no. Y entonces los sindicatos dieron la reunión por terminada.
Borne declaró tras la reunión: “He escuchado a cada una de las organizaciones sindicales, he escuchado su desacuerdo sobre el aumento de la edad [de jubilación] y les he repetido mi convicción y la de este Gobierno sobre la necesidad de esta reforma”. Añadió: “Creo que esta reunión marca una etapa importante”.
La primera ministra ve el vaso medio lleno: el Gobierno y los sindicatos no se habían reunido desde principios de enero. Durante todo el proceso legislativo, se cortó la comunicación. Pero, aunque vuelva el diálogo, no funciona.
“La responsabilidad, la sabiduría, consistían en escuchar la movilización social y en retirar los 64 años”, declaró Berger a la salida, aludiendo a la nueva edad de jubilación. “No ha sido así. Llamamos a los trabajadores a unirse a las marchas mañana”. Sophie Binet, que debutaba tras sustituir a Philippe Martinez como secretaria general de la CGT, calificó la actitud de Borne de “bofetada” para los millones de franceses que se manifiestan, y dijo que Francia tiene un Gobierno “radicalizado, obtuso y desconectado”.
La unidad sindical es una de las novedades de la movilización contra la reforma de las pensiones. Desde 2010, cuando el entonces presidente Nicolas Sarkozy logró aumentar de los 60 a los 62 años la edad de jubilación, los sindicatos no hacían frente común.
Lo que ha variado es la posición de la CFDT de Berger, tradicionalmente proclive al acuerdo e incluso a reformar las pensiones, aunque sin aumentar la edad de jubilación. El divorcio entre Berger y Macron es una de las claves de esta crisis. Una de las incógnitas es cuánto tiempo podrá mantenerse el frente sindical una vez el presidente promulgue la ley después del dictamen del Constitucional. La otra es si el Gobierno podrá obtener el apoyo de Berger para futuras iniciativas tras haberlo ignorado durante esta reforma.
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