Estados Unidos, Reino Unido y Australia pactan desarrollar un nuevo tipo de submarino nuclear
El acuerdo, que implica la primera transferencia de tecnología atómica de Washington en 65 años, busca aumentar la capacidad disuasoria de la alianza trilateral conocida como Aukus frente a China
Estados Unidos, Reino Unido y Australia, la alianza militar conocida como Aukus, han llegado a un acuerdo de gran calado militar y geopolítico. Los tres colaborarán para crear un nuevo tipo de submarino de propulsión nuclear a lo largo de las dos próximas décadas, que se utilizará en sus respectivas Marinas y que ―esperan— aumentará la capacidad disuasoria del grupo en Asia-Pacífico frente a una China que moderniza su flota a marchas forzadas. Es el paso más concreto dado hasta ahora para aunar sus estrategias y capacidades militares en Asia, el objetivo declarado de los tres gobiernos cuando lanzaron su entente en septiembre de 2021.
El anuncio llegaba este lunes en una cumbre trilateral en California entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el primer ministro británico, Rishi Sunak, y el jefe del Gobierno australiano, Anthony Albanese, que entre sus actos del día tenían previsto visitar la base naval de Point Loma, en San Diego. En paralelo al desarrollo de los submarinos, los tres países buscan unificar conocimiento, información y estrategias en varias áreas, desde los misiles hipersónicos a la inteligencia artificial.
“Nuestro acuerdo sobre Aukus es parte de nuestro compromiso compartido con un Indo-Pacífico libre y abierto”, ha sostenido Biden en una breve comparecencia en la base militar —ante un submarino nuclear estadounidense- junto a Sunak y Albanese para anunciar el proyecto, que ya ha recibido las críticas de China. En ruta hacia San Diego, su consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, había dado a conocer que Biden “ha indicado su disposición a mantener una conversación telefónica con el presidente chino, Xi Jinping, una vez ha concluido la Asamblea Nacional Popular”, la sesión legislativa anual en Pekín. Una conversación que buscaría reducir las tensiones entre los dos grandes rivales, agravadas desde que Washington abatió un globo chino que había cruzado su territorio.
Por su parte, Sunak ha destacado que “los desafíos que encaramos no han hecho más que crecer”. La guerra en Ucrania, la “creciente asertividad” de China y “el comportamiento desestabilizador de Irán y Corea del Norte amenazan con crear un mundo definido por el peligro, el desorden y la división. Frente a esta realidad, es más importante que nunca que fortalezcamos la capacidad de resistencia de nuestros propios países”.
En un indicio de lo “serio y crítico” del acuerdo, según lo ha descrito una fuente de la Administración norteamericana bajo condición de anonimato, y de hasta qué punto el Gobierno de Biden está dispuesto a llegar para reforzar la alianza en Asia-Pacífico, el pacto implica la transferencia de tecnología nuclear estadounidense a Australia. Es la primera vez que Washington da este paso en 65 años; en 1958 facilitó parte de su conocimiento al Reino Unido para que Londres desarrollara su propio programa de submarinos nucleares. No había vuelto a dar ese paso ni siquiera con sus aliados más cercanos, como Canadá.
“Es una oportunidad en una generación”, ha subrayado otro alto funcionario estadounidense. El acuerdo se desarrollará en tres fases, según ha explicado: “Las capacidades submarinas de Australia y nuestra postura combinada de disuasión para promover la seguridad en el Indo-Pacífico se verán aumentadas con cada una de ellas”. Este tipo de buques de propulsión nuclear son, junto con los portaviones, la joya de la corona de las Armadas más potentes: son más difíciles de detectar, no necesitan repostar, pueden permanecer sumergidos más tiempo y recorrer distancias más largas que los convencionales.
La primera fase ya está en marcha. Submarinos británicos y estadounidenses viajarán a Australia para maniobras de formación. Marinos australianos se empotrarán en las tripulaciones de esas naves de Reino Unido y Estados Unidos y asistirán a cursos sobre energía nuclear impartidos por ambos países. Trabajadores australianos estarán presentes en los astilleros que fabrican este tipo de buques y, a partir de ahora, Camberra comenzará a construir sus propias instalaciones para producir y albergar los nuevos buques, así como las naves de sus dos aliados. Para 2027 se establecerá una fuerza de submarinos de Estados Unidos y Reino Unido que rotará en Australia. “Esta fuerza rotatoria impulsará la capacidad de disuasión, con más submarinos de ambos países en el Indo-Pacífico”, según las fuentes de la Administración estadounidense.
La segunda fase se lanzará a principios de la década de 2030, cuando Camberra tiene previsto jubilar a su envejecida flota de submarinos diésel. Para entonces, y en paralelo al desarrollo del nuevo buque, Australia comprará a Estados Unidos tres submarinos nucleares de clase Virginia que ya están en construcción, con la posibilidad de adquirir otros dos. Una inversión notable: cada uno de esos navíos tiene un precio de 3.500 millones de dólares [unos 3.260 millones de euros], o más de un 10% del presupuesto actual de la Defensa australiana.
A finales de esa década llegará la fase tres: la construcción del nuevo submarino, el SSN Aukus. Este navío se basará en los diseños británicos para lo que iba a ser su nuevo submarino de ataque, el SSN R, ahora descartado, y utilizará tecnología avanzada del modelo Virginia. Los tres países aportarán componentes, pero esa nave se ensamblará en astilleros británicos y australianos. Londres lo incorporará a su flota antes de 2040; Australia, que tiene que empezar desde cero a desarrollar su base industrial para la fabricación de ese gigante, lo incluirá después de ese año.
El proyecto no será barato: el desarrollo de los SSN Virginia ya estuvo plagado de obstáculos y su coste se disparó por encima de los cálculos iniciales. En este caso, Estados Unidos prevé destinar 4.600 millones de dólares a la producción y mantenimiento de su base industrial para la fabricación de esos buques. Australia aportará “una contribución sustancial”, según los altos funcionarios estadounidenses, que destacan también la oportunidad para modernizar su propia base industrial en un área altamente especializada. La guerra de Ucrania “ha subrayado aún más la necesidad de invertir” en ese tejido productivo de defensa.
El anuncio forma parte de toda una serie de iniciativas y contactos diplomáticos de Estados Unidos para reforzar su presencia militar en Asia. Su gran preocupación es su rival sistémico, China, que cuenta ya con una flota mayor que la de la primera potencia mundial y construye nuevos barcos a mayor ritmo. “Necesitamos una Marina mayor, necesitamos más buques en el futuro, barcos más modernos, en particular, que puedan responder a la amenaza”, advertía el mes pasado el secretario adjunto para la Marina, Carlos del Toro. Pero, además, mantiene un ojo puesto en las actividades de Corea del Norte y de Rusia.
En los últimos meses, el Pentágono ya ha acordado el envío de más soldados y equipos a bases del ejército filipino, y ayudar a Japón a modernizar sus Fuerzas Armadas, después de que este país de Constitución pacifista haya decidido reforzar su presupuesto de Defensa y dar un papel más activo a sus tropas, también motivado al menos en parte por el creciente poderío chino. El mes próximo, Biden tiene previsto recibir en la Casa Blanca a Yoon Suk-yeol, su homólogo en Corea del Sur, donde Estados Unidos mantiene desplegados casi 30.000 militares.
La portavoz del Ministerio de Exteriores china, Mao Ning, había declarado que el acuerdo sobre los submarinos “constituye un grave riesgo de proliferación nuclear, socava el sistema internacional de no proliferación, agrava la carrera de armamento y perjudica la paz y la estabilidad en Asia Pacífico”.
La alianza Aukus había debutado con una polémica sobre submarinos hace un año y medio. Al anunciar la formación del grupo, Australia dio a conocer que cancelaba el acuerdo que mantenía hasta entonces con Francia para comprar submarinos propulsados por diésel al país europeo. Entonces, el Gobierno del presidente Emmanuel Macron calificó ese gesto de “traición”.
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