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El secuestro de un sargento por parte del ELN tensa a Petro y al comandante de la guerrilla

El presidente considera que el hecho sabotea la paz, mientras que Antonio García acusa a la fuerza pública de no respetar los derechos humanos

Militares desplegados en Arauquita, un pueblo de Arauca separado por un río de territorio venezolano. Se trata de un lugar donde opera el ELN.
Militares desplegados en Arauquita, un pueblo de Arauca separado por un río de territorio venezolano. Se trata de un lugar donde opera el ELN.DANIEL MARTÍNEZ CERVERA (AFP)
Juan Diego Quesada

La mesa de negociación entre el ELN y el Gobierno de Colombia es una especie cápsula que debe aislarse del exterior, aunque no siempre resulte fácil. En los últimos días, la guerrilla ha tomado como prisionero a un sargento, una acción que ha valido la condena del presidente Gustavo Petro, que considera que hechos como este sabotean cualquier posibilidad de paz. El ELN y Petro caminan firme en su deseo de encontrar una salida negociada, pero lo hacen por un sendero lleno de trampas.

Una de esas trampas pueden ser los enfrentamientos que se produzcan entre los dos ejércitos. Mientras no haya un alto el fuego que negociadores como Iván Cepeda y Danilo Rueda buscan con ahínco será difícil que no se produzcan. El ELN libra varias guerras simultáneas en los territorios donde tiene presencia, como en Arauca, en el este del país. Allí miembros armados de la guerrilla hicieron prisionero al sargento Libey Danilo Bravo. De inmediato, Petro se mostró implacable con lo sucedido. “Estos hechos de violencia contra la fuerza pública y los que el día a día padecen las comunidades no pueden tener cabida en nuestra sociedad”, escribió en Twitter.

La respuesta ha llegado por el mismo canal. El primer comandante del ELN dijo que el militar es un prisionero de guerra al que se respetarán sus derechos de víctima, como establece el derecho internacional humanitario. “Será liberado con vida y con respeto a su integridad y dignidad”, dice, sin poner ninguna fecha. García justifica el secuestro como la respuesta, según él, a los asesinatos de militantes del ELN por parte de la fuerza pública, “en estado de indefensión. “Son crímenes de guerra, violatorios al dih”. Prosigue el comandante: “¿Cuál es la diferencia de estas dos formas de actuar las fuerzas contendientes en una guerra? Que el ELN respeta el DIH y la otra parte, no”.

Ese estado de ánimo no corresponde exactamente con el que vive la mesa de negociación en México. Las partes han alcanzado ocho acuerdos y en breve firmarán algunos más, como el de dejar de considerar al ELN un grupo armado organizado y reconocerle su carácter político, algo que de facto se hizo desde que se sentaron a negociar. Jurídicamente no es sencillo ese proceso, pero los expertos en leyes que apoyan a la mesa están tratando de encontrar la fórmula para materializarlo.

Los negociadores se entienden, pareciera que buscan lo mismo, alcanzar la paz, y cuando algo no gusta a cualquiera de los dos se expone y se discute. Hace unos días, los guerrilleros se mostraron molestos porque el Gobierno difundiera el vídeo de un rezo de todos los miembros en el que se daba a entender que el ELN pedía perdón por el atentado en la Escuela de Cadetes de Bogotá en 2019, en la que murieron más de 20 jóvenes soldados y paralizó la anterior negociación con el presidente Iván Duque. “No, no fue así, pero ya se ha aclarado todo”, indican desde la guerrilla.

El siguiente paso para evitar sucesos como el del sargento secuestro sería llegar a un acuerdo de alto el fuego. Aquí se presentan varias dificultades. El ELN batalla con varios actores a la vez, sin que el Ejército sea su principal contendiente. Se enfrenta de forma directa a las disidencias de las FARC —que han matado estos días a un soldado colombiano y así han roto su cese al fuego— y al Clan del Golfo, otros grupos armados que ya han hablado también con el Gobierno para tratar de llegar a algún tipo de acuerdo. El problema es quién baja primero las armas y cómo. Son demasiados frentes a la vez. Petro desea un acuerdo de este tipo para reducir los homicidios en las regiones, un asunto que le obsesiona. Pero cuadrar ese rompecabezas no resultará nada sencillo.

El presidente, como alternativa al alto el fuego, había propuesto un cese de hostilidades contra la población civil. El problema es que eso significaría que el ELN reconocería que se trata de un grupo criminal que se dedica a la extorsión o al secuestro. “Eso está difícil”, deslizan desde la guerrilla. El proceso de paz, cuanto más ahonda en busca de una solución, más dificultades parece encontrar. Los negociadores en México tienen en su mano encontrar la arquitectura perfecta para hallar una solución.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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