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Crónica de la final del Mundial desde la cárcel nicaragüense de El Chipote

Tras 597 días en régimen de aislamiento por sus críticas a Daniel Ortega, el periodista deportivo Miguel Mendoza rememora desde el destierro en EE UU su experiencia en una de las peores prisiones de América Latina

El cronista deportivo Miguel Mendoza, uno de los 222 presos políticos desterrados de Nicaragua hacia Washington.
El cronista deportivo Miguel Mendoza, uno de los 222 presos políticos desterrados de Nicaragua hacia Washington.Miguel Andres
Wilfredo Miranda Aburto

Los dos compañeros de la celda nicaragüense de El Chipote, una de las cárceles más temibles de América Latina, sabían que aquel día era el de la final del Mundial de Qatar. Nada más sabían. Como parte de su condena por motivos políticos, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo les había arrebatado todo contacto con el exterior, también con informaciones tan aparentemente inocuas como las futbolísticas.

Cuando comenzaron los gritos, muy de seguido, Juan Lorenzo Holmann, director del diario La Prensa, le dijo a su compañero de penurias, el cronista deportivo Miguel Mendoza: “Broder, la cosa tiene que estar decidiéndose por penales”. Mendoza, acostado en su litera de concreto, acercaba todo lo posible el oído a la pared para escuchar mejor las celebraciones de los goles, que llegan desde la calle y aquel día fueron nada menos que 12.

Jaleada por el júbilo, la imaginación de Mendoza entró en efervescencia. Se imaginó la cancha engalanada. Se imaginó también que su selección favorita, Brasil, estaba goleando al contrincante, y que Neymar era el héroe del partido. Pasaron varios días hasta que supo que ni Brasil, ni Neymar, ni nada: el título se lo llevó la Argentina de Messi frente a Francia, aunque él habría preferido otra cosa.

El cronista es un famosísimo periodista deportivo nicaragüense, muy respetado en el mundo del béisbol, disciplina reina en Nicaragua. Mendoza recuerda la impotencia de sentir cómo le cortaron el cordón umbilical con la información, el sustento de toda una vida, durante los 597 días que estuvo preso en El Chipote, adonde lo enviaron tras un “juicio farsa” por sus críticas al régimen en las redes sociales, la radio y la televisión nacionales, que comenzaron con el estallido social de abril de 2018. “Dijeron que formaba parte de una banda de organización criminal, con la [congresista republicana de Florida] María Elvira Salazar y Mike Pompeo [destacado miembro de la Administración de Donald Trump]. Fíjese que yo no conozco a ninguno de los dos”.

Apostado al sol de invierno frente al hotel de Herndon (Virginia) que el Gobierno de Joe Biden dispuso para los 222 presos políticos desterrados el jueves pasado por la dictadura Ortega-Murillo, Mendoza lucía el viernes por la tarde un porte delgado, ni la sombra del tipo que se acercaba en junio de 2021 a la Fiscalía en Managua a apoyar moralmente a los periodistas que eran interrogados por el régimen, sin saber que él correría peor suerte.

Después, en El Chipote trataría de ablandar a los guardias para conseguir información sobre lo que pasaba en las competiciones. “Son asuntos inocuos’, les picaba, pero nada”, recuerda. Durante el Mundial, llegó a prometer a una enfermera de la prisión que le regalaría “la casa en el mar” a cambio de obtener algún dato sobre la suerte de las selecciones en liza.

Mendoza, al que el cautiverio no estropeó la risa contagiosa, aclara a continuación que no, no tiene una “casa en el mar”.

Más tarde comprendió que uno de los métodos de tortura psicológica de los carceleros era precisamente platicar en su presencia sobre temas de actualidad deportiva sin soltar prenda sobre los resultados. Con una sola excepción: cuando peleaba Román el Chocolatito González, el boxeador estrella de Nicaragua, púgil afín al régimen de Ortega-Murillo. “Creo que pensaron que me molestaban sus triunfos. Luego me enteré de que a veces me decían el resultado cuando Román ganaba, pero cuando perdió en diciembre, no”, relata Mendoza entre más risas.

Del resultado de la final de Qatar se enteró una semana después, el 25 de diciembre, durante una visita de su hija Alejandra, de ocho años. Al principio, la niña no tenía permitido ver a su padre en El Chipote, así que le enviaba cartas. El régimen toleró finalmente los encuentros. El primero llegó el pasado 7 de diciembre. Alejandra tenía instrucciones precisas: llevar los resultados del Mundial y acudir a las citas con papá cargada con “10 noticias de deportes y 10 noticias de farándula”. “Solo hubo un día que no cumplió con el pacto. Ese día trajo una sola noticia de farándula”, recuerda Mendoza. La protagonista de aquella “noticia de farándula” era una tal Shakira.

“Yo soy cronista deportivo y me he ganado siempre la vida como tal. Nunca he recibido un salario por hacer publicaciones sobre política. Pero me gusta lo que una colega escribió sobre mí: que fui el cronista deportivo que rompió el hielo, porque nosotros no nos metemos en este tipo de cosas”, cuenta Mendoza. “Si está ocurriendo algo tan grave como lo que está pasando en Nicaragua desde 2018, no puede ser que la página de deportes esté totalmente desvinculada de la realidad. No puede ser. No me arrepiento de nada, porque si no sería arrepentirme de los últimos 40 años de mi vida”.

Suele decirse que los déspotas toleran las críticas, pero no que se rían de ellos y los ridiculicen. Eso era en parte lo que hacía Mendoza en redes sociales, y lo que le llevó a prisión. Todos saben ya en el hotel del destierro nicaragüense que 597 días en el infierno de El Chipote no han podido doblegar ese talento.

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Sobre la firma

Wilfredo Miranda Aburto
Periodista nicaragüense. Colaborador de EL PAÍS basado en Costa Rica, donde está exiliado. Ha cubierto temas políticos, en especial sobre violaciones de derechos humanos: desplazamiento forzado, tráfico ilegal de tierras indígenas, medio ambiente y ejecuciones extrajudiciales en Centroamérica. Ha ganado el premio Ortega y Gasset y el Rey de España.

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