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El G-20 se acerca a un consenso que rechaza “una era de guerra” y las amenazas nucleares

Xi Jinping lanza un dardo a Putin al criticar la instrumentalización de alimentos y energía

Xi Jinping durante la cumbre del G-20, este martes.
Xi Jinping durante la cumbre del G-20, este martes.POOL (via REUTERS)

En una época marcada por profundas divisiones geopolíticas, especialmente como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, los primeros compases de la cumbre del G-20 que se celebra desde este martes en la localidad balinesa de Nusa Dua han dado muestras de voluntad política de invertir la tendencia y frenar la deriva de tensión y desgarro. Tras el intento de estabilizar la relación bilateral entre EE UU y China protagonizado el lunes por Joe Biden y Xi Jinping, los países que componen una agrupación de Estados que suma un 80% del PIB mundial, un 70% del comercio y un 60% de la población rozan una declaración final de consenso que representaría, de adoptarse, un inusual ejemplo de amplísima unión internacional desde el ataque ruso.

Los representantes diplomáticos de los 20 países han cerrado un texto que fuentes de distintas delegaciones consideran más que probable que acabe siendo refrendado por todas las capitales este miércoles, cuando termine el encuentro. El borrador de acuerdo afirma que “la era actual no debe ser de guerra” y considera “inadmisible el uso o la amenaza de uso de armas nucleares”. El documento recoge la firme condena de la guerra en Ucrania de “la mayor parte” de los miembros del grupo, pero matiza que en la reunión “hubo otros puntos de vista” acerca de la situación y las sanciones. El texto también hace referencia a una resolución de la Asamblea General de la ONU que condena la agresión rusa y aborda, además, múltiples cuestiones en materia de crisis económica, seguridad alimentaria o sanitaria.

A la espera de su formalización, ese es el lenguaje que parece haber permitido un consenso que muchos expertos consideraban improbable en la víspera de la cumbre a la vista de las profundas divisiones. Múltiples factores han empujado en la dirección de lograr una declaración común. Sobre todo, se detecta una gran convergencia alrededor de la idea de que es necesario evitar una disrupción aun mayor de las relaciones económicas globales. El intento de confrontación total con Occidente promovido por Putin —que sin duda sería feliz con un fracaso de la cumbre que consolidara la idea de un choque de bloques del que Rusia sería la vanguardia— se topa con los grandes recelos de países como China y la India, que mantienen un enorme interés en la estabilidad del sistema económico global. Pekín pretende cambiar a su favor aspectos del orden mundial, pero no quiere una brutal desestabilización económica determinada por el imperialismo ruso.

El bloque occidental, según manifiestan claramente sus negociadores, empuja para lograr un lenguaje de fuerte reproche a Rusia, pero también tiene un interés en que el foro —importante espacio de engarce con el sur global— acabe con consenso. Esta dinámica ha producido un documento con visos de ser aprobado, aunque hasta la firma siempre son posibles sorpresas, a la vista de las características imprevisibles del Kremlin. La oleada de ataques que se produjo con misiles contra Ucrania durante la cumbre es una muestra más de que pese al optimismo diplomático nada puede darse por descontado.

Olaf Scholz, Joe Biden, Narendra Modi
Joe Biden y Narendra Modi estrechan manos ante la mirada del canciller alemán, Olaf Scholz, en la cumbre del G-20 de Bali, este martes.Leon Neal (AP)

No obstante, no hay dudas de que la lógica de consenso de los demás actores ha colocado una fuerte presión sobre el Kremlin. Ante el claro deseo de los demás de cerrar un consenso, y la presencia de una clara mayoría crítica con Rusia, Moscú afronta el dilema de si aceptar un lenguaje que no es de su gusto ―incluido el hecho de que se hable de guerra, vocablo que el Kremlin evita― o quedarse completamente aislado, lo que sería una extraordinaria derrota política.

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Un mensaje significativo procedió del líder de China, Xi Jinping, quien en la sesión matutina criticó la instrumentalización de productos alimenticios y la energía con fines geopolíticos, una declaración poco favorable para Rusia. Xi también se posicionó en contra de las sanciones unilaterales, en un dardo contra Occidente, pero la frase sobre alimentos y energía en plena cumbre es novedosa y, como mínimo, interpela incómodamente al Kremlin.

Narendra Modi, primer ministro de la India, destacó la ruptura de las cadenas de suministro globales e insistió en que es necesario regresar al camino de la diplomacia y del alto el fuego en la guerra de Ucrania. El anfitrión, el indonesio Joko Widodo, alentó a los participantes a reaccionar para evitar una deriva hacia una nueva Guerra Fría.

Un eventual consenso sería un paso de gran importancia, como señalan fuentes diplomáticas, no por representar una solución en sí mismo, pero sí por el mensaje que enviaría y también por el que evitaría: un G-20 sin declaración conjunta sería una gravísima constatación de división internacional total.

El paso de un eventual consenso a avances prácticos será, sin duda, complejo. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, aprovechó su intervención en videollamada para presentar un decálogo de medidas que definió como su “visión de camino hacia la paz”, reclamando a la comunidad internacional que las impulse. El planteamiento no deja presagiar una disposición ucrania a negociar, sino más bien a seguir buscando una victoria completa.

En sus exigencias, el líder ucranio insiste en la restauración de la completa integridad territorial de su país —”esto no es objeto de negociación”, dijo—, la institución de un tribunal especial para juzgar crímenes de guerra rusos y de un mecanismo para proceder a indemnizaciones sobre la base de activos rusos. La seguridad nuclear, alimentaria y energética, y la liberación de presos y deportados, son otros de los elementos del decálogo.

El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, respondió que esos planteamientos equivalían a rechazar un diálogo al que Moscú sí estaría presuntamente dispuesto. Poco después, las fuerzas del Kremlin dispararon cohetes contra varias ciudades de Ucrania.

Lavrov fue situado entre sus colegas de México y Brasil, precisamente para evitar fotografías con algunos de los presidentes más críticos con Moscú. Trató de dirigir la palabra al canciller alemán, Olaf Scholz, pero este prácticamente ni contestó, según su relato. Lavrov, tal y como estaba previsto, salió de Bali al terminar la primera jornada de cumbre, según informan medios rusos.

En definitiva, en el G-20 se escucharon tres tipos de discursos diferenciados, según fuentes presentes en el encuentro. Por un lado, la gran mayoría de los dirigentes, entre los que estaban los de Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia y todos los europeos, incluido el español Pedro Sánchez, con durísimas críticas a Putin y su invasión de Ucrania. Sánchez, como buena parte de sus colegas, exigió expresamente a Putin que se retire de Ucrania y termine ya esta “guerra de agresión”.

Por otro lado, están los países que se colocan en una posición más intermedia, el más claro de ellos China, pero también la India, Brasil o México, que no critican tan abiertamente a Rusia. Este grupo de países en posiciones intermedias, según las mismas fuentes, eludieron las críticas más duras a Moscú, pero tampoco apoyaron en ningún momento su posición, por lo que se vio muy claramente su aislamiento.

Y la tercera posición, la de Rusia, fue la de siempre. Lavrov, que habló después de Volodímir Zelenski, aseguró que tenía que contestar a lo que había dicho el presidente ucranio. El ministro ruso manifestó que la guerra en Ucrania pretende la “desnazificación” de este territorio, acusó a los países occidentales de un “nuevo colonialismo” y los culpó de la crisis alimentaria por las sanciones impuestas a Rusia. Poco antes, Zelenski había subido el tono de la cumbre al comparar la recuperación de Jersón con el Día D (Desembarco de Normandía, en 1944) que marcó el principio del fin del nazismo.

Aun así, algunos vieron en Lavrov algún cambio positivo, por dos elementos fundamentales. Primero, porque todo apunta a que se podrá firmar un comunicado, al contrario de lo que sucedió en el G-20 de ministros de Exteriores celebrado en julio. Y, segundo, porque Lavrov, al contrario de lo que hizo en ese foro anterior y en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York en septiembre, no se levantó cuando terminó su discurso y escuchó a todos los demás participantes, incluido Zelenski, por lo que aguantó críticas durísimas.

La primera jornada del G-20 ha ofrecido otros elementos de relieve, algunos de los cuales también van en la dirección de serenar el panorama internacional. Destacan en ese sentido dos reuniones mantenidas por Xi Jinping con los líderes de Corea del Sur y Australia que, siguiendo la pauta ya marcada por el encuentro con Biden, buscan al menos formalmente una mejora de las relaciones. Pekín acordó acelerar la puesta en marcha de un tratado de libre comercio con Seúl y la reunión con el primer ministro australiano, Anthony Albanese, emitió señales de distensión tras las fricciones por el establecimiento de la alianza Aukus. Los mercados reaccionaron favorablemente a estas pequeñas señales de distensión.

Este miércoles se aclarará si los esfuerzos darán fruto. Incluso si lo hicieran, el lamentable estado de las relaciones internacionales requerirá mucho más para mejorar tangiblemente. Pero, al menos, no irían a peor.

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