Libia se hunde en la parálisis política
Los dos gobiernos que dividen al país desde 2014 mantienen las diferencias que les llevaron a anular unas elecciones presidenciales el pasado diciembre
Casi 11 años después del fin de la guerra civil que trajo la caída del régimen del coronel Muamar el Gaddafi, Libia no ha logrado escapar de los estallidos cíclicos de violencia y construir un sólido sistema político nacional. A principios de septiembre, 32 personas fallecieron y 160 resultaron heridas en Trípoli, buena parte de ellas civiles, a causa de los cada vez más violentos combates entre milicias que se han producido durante los últimos dos años. Los enfrentamientos, fruto de la pugna entre dos Gobiernos rivales por hacerse con el control del país, suscitaron el temor a una nueva conflagración bélica de grandes dimensiones. De momento, la capital libia se mantiene en calma.
Desde 2014, el país se halla dividido en dos grandes bloques hostiles, cada uno con una constelación de milicias e instituciones aliadas, además del patrocinio de diversas potencias internacionales. Durante estos ocho años, la composición y los líderes de cada bando ha ido variando, pero se ha mantenido intacta la recurrente lucha fratricida con la excepción de alguna tregua. En disputa, el dominio de Libia, el país con las mayores reservas de petróleo del continente africano. Para superar este escenario, la ONU propuso la celebración de elecciones el pasado diciembre, pero fueron aplazadas de forma indefinida ante la falta de consenso respecto a las reglas que debían cumplir.
Las hostilidades de finales de agosto y principios de septiembre, las más duras desde la batalla por Trípoli de 2019, se debieron a un intento de asaltar la capital por parte de Fati Basaga, nombrado el pasado febrero primer ministro por el Parlamento instalado en Tobruk, y que cuenta como aliado con el general Jalifa Hafter, una figura clave que controla el este del país. Su objetivo era desalojar del poder a Abdelhamid Dabeiba, elegido primer ministro en marzo de 2021 en sustitución de Fayez Serraj en el marco de un diálogo nacional auspiciado por la ONU.
“Dabeiba fue el ganador [de estos choques] gracias al apoyo de Turquía, la única potencia extranjera con una presencia militar importante en Trípoli”, sostiene Jalel Harchaoui, investigador especializado en Libia del centro de análisis británico RUSI. Entre otras acciones, Ankara proporcionó una valiosa información de sus servicios secretos que permitió a las tropas leales a Dabeiba el bombardeo de una potente columna militar alineada con Basaga que se dirigía a Trípoli desde Misrata y que se vio obligada a dar media vuelta. “Turquía tiene buenas relaciones también con Basaga, pero temía que su ofensiva derivara en una larga guerra y trajera el caos a Trípoli. Y eso era algo que [el presidente, Recep Tayyip] Erdogan no se podía permitir antes de las elecciones en Turquía, ya que la intervención militar en Libia es un tema controvertido dentro del país”, añade Harchaoui.
Discrepancias
Durante meses, la celebración de elecciones en Libia en diciembre, una hoja de ruta pactada por los principales actores políticos tras un largo proceso de diálogo auspiciado por la ONU, parecía ser la solución para unificar el país. Sin embargo, las discrepancias respecto a qué candidatos podrían tomar parte en la contienda electoral, así como la incapacidad de la junta electoral de concluir los preparativos necesarios en un país troceado por las milicias, abortaron la iniciativa. Desde entonces, la escena política se encuentra bloqueada, con la presencia de dos Gobiernos con una legitimidad cuestionada. En el caso de Dabeiba, apoyado por la ONU, porque su mandato debía terminar el año pasado con la celebración de las elecciones. En el de Basaga, porque fue elegido por un Parlamento electo en 2014 y con el mandato también caducado.
“No creo que haya nuevos combates en la capital, Dabeiba ahora ya la controla plenamente”, considera el analista Bechir Jouini. El eje Basaga-Hafter cuenta como principales aliados con Egipto, Francia y Rusia, pero ninguno de estos países posee tropas en Trípoli o sus inmediaciones. En cuanto a Dabeiba, cuenta con el favor de Italia, EE UU y el Reino Unido.
De momento, no hay nuevas iniciativas en el horizonte para desencallar el bloqueo. “En las próximas semanas, todos los actores dirán que apoyan las elecciones, pero hay pocas opciones de que se acaben celebrando”, vaticina Harchaoui.
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