La preferencia por Bolsonaro o Lula desgarra al fútbol brasileño en vísperas del Mundial
Neymar pide el voto por el presidente de ultraderecha, mientras Raí, el hermano de Sócrates, apoya al candidato del PT
La foto del cartel, colgado en medio de una calle decorada con decenas de banderitas verdeamarelas de Brasil, se hizo famosa esta semana: “No es política, es la Copa”. Los vecinos en la ciudad de Belo Horizonte seguían una tradición arraigada, pero no querían pasar por fervientes seguidores del presidente Jair Bolsonaro, que se han apropiado de símbolos como la bandera y la camiseta de la selección de fútbol. En un clima de polarización extrema, el presidente de ultraderecha y el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva disputan el domingo la presidencia del país do futebol justo en la antesala del Mundial de Qatar. La política ha acabado por desgarrar también al deporte más popular, con jugadores y viejas glorias en esquinas enfrentadas. Dos ídolos del París Saint-Germain, Neymar y Raí, han sido los más notorios.
Bolsonaro se ha anotado un tanto con el ruidoso respaldo de Neymar, llamado a liderar a la seleçao, que debuta el 24 de noviembre contra Serbia. El 10 de Brasil ha pedido con insistencia que voten al ultraderechista, e incluso fue un paso más allá hace una semana, durante una transmisión en vivo con el mandatario, cuando prometió celebrar sus goles en Qatar con una alusión al número del capitán retirado en las urnas electrónicas. “Me apoyó en el momento más difícil”, ha dicho el futbolista sobre el presidente, que salió en su defensa cuando fue acusado de violación por una mujer en 2019, un caso cerrado por falta de pruebas. El astro brasileño, muy presente en las redes sociales, en las que volvió a colgar otro video de respaldo este mismo sábado, puede ayudar entre los votantes jóvenes que, según las encuestas, se decantan mayoritariamente por Lula, el favorito en los comicios.
Sin ser tan explícitos, Thiago Silva y Dani Alves también han hecho alusiones a alguna versión del lema “Dios, patria y familia” que suele usar Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura brasileña. A ellos se suman exfutbolistas como Rivaldo, Julio Baptista y Robinho ―condenado en Italia a nueve años de prisión por violar a una mujer en 2013, cuando jugaba en el Milán―.
La camiseta de la canarinha y la bandera de Brasil se convirtieron en una suerte de emblemas conservadores durante las protestas contra la presidente Dilma Rousseff, la sucesora de Lula y compañera en el Partido de los Trabajadores (PT), que desembocaron en su impeachment en 2016. Ese fenómeno se ha profundizado con la llegada al poder de Bolsonaro, que pide a sus seguidores acudir a las urnas electrónicas con la camiseta, omnipresente en sus mitines. Los brasileños más progresistas han dejado de sentirse cómodos con la prenda, o incluso con la simple combinación de colores verde y amarillo, aunque Lula se ha propuesto “rescatar” esos símbolos de orgullo nacional “secuestrados” por el bolsonarismo.
La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) espera que la politización del equipo se rebaje después de las elecciones, pero el protagonismo de Neymar dificulta ese plan. Otra de las estrellas brasileñas, Richarlison, ha lamentado que la gente lleve esos símbolos al terreno político. “Eso nos hace perder la identidad de la camiseta y la bandera”, ha dicho el atacante del Tottenham, sin llegar a decantarse abiertamente por Lula.
Al expresidente del izquierdas sí que lo han apoyado algunos jugadores, técnicos y exfutbolistas, entre ellos Juninho Pernambucano y el antiguo entrenador de Brasil y del Real Madrid Vanderlei Luxemburgo, que ha calificado de “sociópata” a Bolsonaro. También otros con gran peso simbólico como Walter Casagrande, referente de la democracia corintiana junto al fallecido Sócrates, que además de atleta era médico y activista político. Ese recordado movimiento surgió en el Corinthians de São Paulo y se posicionó a favor de la democracia en los estertores de la dictadura militar (1964-1985). Aquel equipo, entre muchos otros gestos, ganó un campeonato en esos años con una camiseta que invocaba la democracia. El propio Lula, que también luchó por el voto directo, es hincha del Corinthians y en sus mítines siempre están presentes, entre los emblemas de sindicatos, movimientos negros y feministas, banderas alusivas a la “democracia corintiana”.
“La política en el fútbol brasileño no es nueva”, apunta el periodista británico Andrew Downey, biógrafo de Sócrates. “Lo más importante de la democracia corintiana era que el público escuchaba a jugadores como Sócrates, porque era un líder carismático, el capitán de la selección del 82, y él hablaba de política, de derechos humanos, de la necesidad de votar. Creía en el bienestar de todos y luchaba por los más pobres”.
El más decidido respaldo de la campaña de Lula ha sido justamente el hermano menor de Sócrates, Raí, que también fue un ídolo del PSG por derecho propio y campeón con Brasil en el Mundial de 1994. Este mes, durante la ceremonia del Balón de Oro celebrada en París, Raí fue el encargado de entregar el premio Sócrates para recompensar el activismo social de un futbolista fuera del terreno de juego ―que se llevó el senegalés Sadio Mané, del Bayern Múnich―. Sobre la tarima, Raí dibujó con su mano la letra L, un símbolo popular entre los seguidores de Lula. “Sócrates representa los valores justos, la democracia, para conseguir un mundo mejor, y el fútbol representa el mundo con el que soñamos”, dijo su hermano en la ceremonia. “Sé lo que Sócrates pensaría”, remató sobre la segunda vuelta de este domingo. El propio Lula agradeció el gesto. Cuando ganó una liga en los años ochenta, el Corinthians inmortalizó un lema que no pierde vigencia en el polarizado Brasil de 2022: “Ganar o perder, pero siempre en democracia”.
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