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Israel vira hacia Ucrania ante el creciente apoyo iraní a Rusia

El Estado judío sigue sin suministrar armas a Kiev, pero cambia el tono y empieza a darle en secreto información de inteligencia. Ucrania le pide urgentemente su puntero sistema antimisiles

El escudo antimisiles israelí Cúpula de Hierro interceptaba en abril cohetes lanzados desde Gaza. Foto: DPA
Antonio Pita

Tras ocho meses sin imponer sanciones a Rusia ni proporcionar armas a Ucrania, Israel está virando con discreción hacia la postura de Occidente en la guerra. El acercamiento israelí a Kiev se explica por la entrada en acción de los drones bomba de su archienemigo Irán, por el relevo al frente del Gobierno y, en general, por la sensación de remar a contracorriente de sus aliados y su opinión pública para no enfadar a un Moscú en horas bajas. La gran manzana de la discordia sigue siendo, sin embargo, el armamento, en particular los punteros sistemas antimisiles israelíes que el Gobierno de Volodímir Zelenski quiere urgentemente ante el nuevo rumbo que toma la guerra.

El ministro ucranio de Exteriores, Dmitro Kuleba, anunció el martes que pedirá oficialmente a Israel su suministro y cooperación inmediatos, aunque el titular israelí de Justicia, Gideon Saar, ya recalcó que el apoyo a Kiev “no incluye sistemas armamentísticos ni armamento, y esa posición no ha cambiado”. El expresidente ruso Dmitri Medvédev, muy cercano a Vladímir Putin, trazó una línea roja la víspera al advertir de que “sería muy imprudente y destruiría la relación política entre los dos países”. Ese mismo día, Israel rechazó una petición de Ucrania para que sus ministros de Defensa, Benny Gantz y Oleksi Reznikov, respectivamente, hablasen por teléfono, según el diario Haaretz.

Al comenzar la invasión, Israel la condenó en la Asamblea General de la ONU, como era de esperar de un estrecho aliado de Washington y en una resolución que obtuvo 141 apoyos y solo cinco rechazos. Pero, a diferencia de los países occidentales, el Estado judío solo ha proporcionado a Kiev ayuda humanitaria y material de protección personal, como cascos o chalecos antibalas, pese a ser una potencia armamentística mundial. El motivo: la vital importancia que da al permiso informal de Moscú, que controla el espacio aéreo de la vecina Siria, para bombardear allí, con frecuencia y desde hace años, arsenales o posiciones vinculadas a Irán, como la milicia libanesa Hezbolá.

El domingo, el ministro de la Diáspora, Najman Shai, puso voz en Twitter a una idea cada vez más audible al abogar por el envío de ayuda militar a Ucrania, “como Estados Unidos y [el resto de] los países de la OTAN”. “Se han acabado las dudas sobre dónde debe estar Israel en este sangriento conflicto. Ya no cabe la autocomplacencia”, sentenció el laborista Shai, tras las informaciones de que Teherán provee de misiles balísticos a Rusia. La líder del partido de izquierdas Meretz (también en el Gobierno), Zehava Gal-On, lo secundó un día más tarde: “Rusia no está en una posición militar o moral para imponer condiciones a nadie […]. Israel puede y debe proporcionar asistencia militar a Ucrania”.

Las armas han empañado las relaciones entre ambos países desde que comenzó la guerra. “Israel no nos ha proporcionado nada. Nada. Cero […]. Se puede ver la influencia de Rusia en Israel”, lamentó el mes pasado el presidente Zelenski en una entrevista a la cadena de televisión francesa TV5Monde.

Kiev lleva meses pidiendo sin éxito al Estado judío la Cúpula de Hierro, un avanzado escudo antimisiles guiado por radar con el que neutraliza con gran eficacia los cohetes que las milicias de Gaza lanzan contra su territorio. Los expertos dudan de su utilidad en la vasta Ucrania, ya que no intercepta los misiles de crucero, pero Kiev parece ir ahora con todo a por esta tecnología. “Israel tiene mucha experiencia en defensa aérea y la Cúpula de Hierro, y nosotros necesitamos exactamente el mismo sistema en nuestra ciudad […]. Llevamos mucho tiempo hablando del tema con ellos, pero ese diálogo no ha sido fructífero”, indicó la semana pasada en una entrevista el alcalde de Kiev, Vitali Klichkó. “Todo el mundo sabe que vuestros sistemas de defensa son los mejores”, ya lanzó Zelenski en marzo en su comparecencia por videoconferencia en la Kneset, el Parlamento israelí.

Uno de los principales analistas militares de Israel, Ron Ben Yishai, defendía el lunes en el diario Yediot Aharonot el desarrollo con los aliados occidentales de sistemas de defensa ante los drones iraníes, pero “con perfil bajo y sin declaraciones de políticos” y sabiendo que dará a Teherán información sobre el terreno sobre cómo evitarlos en un eventual conflicto con el Estado judío.

Un dron sobre Kiev, el lunes.
Un dron sobre Kiev, el lunes. SERGEY SHESTAK (EFE)

El perfil bajo parece clave. Según un alto cargo ucranio sin identificar citado la semana pasada por el diario The New York Times, Israel ya está proporcionando a Ucrania “información de inteligencia básica” sobre los drones iraníes, y una de sus empresas privadas, “imágenes de satélite sobre las posiciones de las tropas rusas”.

Yossi Melman, comentarista de asuntos estratégicos y de inteligencia del diario israelí Haaretz, cree que las autoridades político-militares del país “están luchando por liberarse del miedo que las atenaza” ante las represalias de Putin en Siria e interpreta las palabras de Medvédev como un signo de debilidad.

Ya el día 10, tras el potente bombardeo ruso sobre Kiev, Lapid cambió el tono, al condenarlo “con dureza” en un comunicado en el que subrayaba que iba dirigido contra civiles y daba el pésame a “los familiares de las víctimas y al pueblo ucranio”. Dos semanas antes, Israel no reconoció la anexión de las provincias ucranias de Zaporiyia, Jersón, Donetsk y Lugansk. Además, unos 20 soldados ucranios heridos se recuperarán y recibirán prótesis en un centro médico de Tel Aviv.

Israel se ha ido convirtiendo asimismo en refugio de opositores rusos, gracias a la concesión automática de la nacionalidad a todo aquel que pruebe tener al menos un abuelo judío. Más de 20.000 rusos emigraron al país en la primera mitad del año y las peticiones se han multiplicado desde el anuncio de movilización parcial de reservistas, el mes pasado.

En el cambio de música influye también la política interna. Durante la primera mitad de la guerra, el primer ministro era Naftali Bennett, un exsoldado de élite proveniente del nacionalismo religioso que trató de evitar el tema y voló a Moscú para reunirse con Putin en la segunda semana de la invasión con la intención de erigirse como mediador. En junio, al disolver Bennett la Cámara y comenzar la cuenta atrás a las elecciones que se celebran en dos semanas, el cargo pasó a Yair Lapid, quien ya se había mostrado más crítico y elocuente con la invasión desde la cartera de Exteriores.

Frustrada con EE UU, la Autoridad Palestina mira hacia Putin

Mahmud Abbas y Vladímir Putin, durante su reunión del pasado jueves en Astaná
Mahmud Abbas y Vladímir Putin, durante su reunión del pasado jueves en AstanáVyacheslav Prokofyev (REUTERS )
A. P.

Mientras Israel se acerca a Ucrania, la Autoridad Palestina ―que ha apostado por la neutralidad ante la invasión― parece moverse en sentido contrario. Su presidente, Mahmud Abbas, escenificó el acercamiento a Moscú ―su valedor durante la Guerra Fría― con una reunión con Vladímir Putin la pasada semana en Kazajistán en la que ―frustrado por la parcialidad y el desinterés de Washington en mediar en el conflicto de Oriente Próximo― dijo que no confía en Estados Unidos y que está “contento y satisfecho con la posición rusa” en la región. Un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE UU se mostró “profundamente decepcionado” por la afirmación y destacó que Putin está “a años luz de ser el tipo de socio internacional para lidiar de forma constructiva con el conflicto palestino-israelí”. 

En la postura oficial, y sobre todo en la calle palestina, pesa mucho la sensación de doble rasero, es decir, de que la firmeza militar y económica de Occidente hacia Rusia contrasta con su actitud hacia la ocupación israelí de Palestina. Osamah Khalil, presidente del programa de Relaciones Internacionales en la Universidad de Syracuse y especialista en las relaciones exteriores de EE UU en Oriente Próximo, incide en este punto y define la decisión de Abbas como “producto de la desesperación”. Si bien las relaciones con Washington han mejorado algo tras el fin de la era Trump, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca “no se ha traducido en ningún movimiento tangible hacia la reanudación de negociaciones que puedan llevar a la creación de un Estado palestino”, por lo que Abbas “confía claramente en que abrazar a Putin fuerce a Washington a prestarle atención”, señala Khalil por correo electrónico. 

El mes pasado, la superestrella de la filosofía Slavoj Žižek criticaba en un artículo al liderazgo ucranio por “ceder un buen pedazo de su autoridad moral al ponerse en el mismo barco que los israelíes, en vez de los palestinos”. Žižek matizaba que “en todo caso la situación de los ucranios se parece más a la de los palestinos de Cisjordania”, y vinculaba el apoyo de Kiev a Israel al “interés ideológico de sus líderes en presentar su lucha como la defensa de Europa y la civilización europea contra un Este totalitario y bárbaro”.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.

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