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Las huelgas por las mejoras salariales se extienden este martes en Francia

La llamada “movilización interprofesional” permitirá medir el alcance del conflicto social que empezó en las refinerías

Varios estudiantes en huelga, en la entrada de un instituto de París este martes. Foto: GONZALO FUENTES (REUTERS) | Vídeo: EPV / REUTERS
Marc Bassets

Las demandas de mejoras salariales en plena subida de los precios, con la economía a medio gas y una guerra en Europa, son el principal motor de las movilizaciones sociales este martes en Francia. Varios sectores, desde los transportes públicos hasta la educación o la sanidad, están llamados a ir a la huelga y a manifestarse por todo el país, una ampliación del conflicto que empezó hace tres semanas en las refinerías de petróleo.

Hay nervios en el palacio del Elíseo. El presidente, Emmanuel Macron, convocó el lunes por la tarde a los ministros de Economía y Finanzas, Transportes, Energía y Ecología. El objetivo era abordar los bloqueos en el suministro de energía, que siguen paralizando cerca de un tercio de estaciones de servicio y provocando largas colas en algunas regiones del país.

Los paros de este martes permitirán calibrar el seguimiento real del movimiento. Es decir, saber si Francia es un país al borde de la huelga general y la explosión social; si no hace más que seguir una larga tradición huelguista y, por tanto, no hay nada inhabitual ni motivo de alarma para las autoridades; o si esto expresa algo propio de estos tiempos, y quizá no exclusivo de Francia: un malestar creciente en amplias capas de la población por la inflación y la pérdida de poder adquisitivo y en vísperas de un invierno de ahorros energéticos y posible recesión. La jornada dará una medida más precisa del peligro real que supone para Macron el primer conflicto social de su segundo y último quinquenio como presidente.

Políticos como Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda, llamaron, en una manifestación unitaria de la izquierda el domingo en París, a la “huelga general”. Según las convocatorias previas a jornada de protesta, la huelga no debería impedir, por ejemplo, el funcionamiento de la red de metro en París ni de los trenes de alta velocidad. Pero el Gobierno da por hecho que perturbará la vida económica y social durante este día.

Vehículos esperan en una gasolinera TotalEnergies en Niza, el lunes.
Vehículos esperan en una gasolinera TotalEnergies en Niza, el lunes. ERIC GAILLARD (REUTERS)

El pulso en las refinerías de TotalEnergies, donde el sindicato minoritario reclama un aumento salarial del 10% y se ha desmarcado del acuerdo de otras centrales para subir un 7%, amenaza las vacaciones escolares de otoño. Muchos franceses se desplazan durante estas vacaciones, que empiezan este fin de semana.

Macron, lento de reflejos, tardó dos semanas en reaccionar a la huelga y la carestía de combustible. La semana pasada empezó a movilizar por ley a personal de las refinerías y los depósitos para reabrir algunas refinerías y depósitos de petróleo. El martes ordenó poner en marcha dos más.

La defensa del derecho a la huelga frente a estas movilizaciones es otra de las reclamaciones de los paros del martes. “La reivindicación que nos une a todos es la subida general de los salarios”, dijo Catherine Perret, secretaria confederal de la CGT, en la cadena France Info. Los convocantes no llaman explícitamente a la “huelga general”, sino a la “movilización interprofesional”. Entre los sectores donde se han anunciado paros también figuran puertos, transporte por carretera, centrales nucleares, el comercio y los servicios. En la noche del lunes no se preveían paros en el transporte aéreo.

El Gobierno, para compensar el impacto de la falta de carburante, ha anunciado que prolongará hasta el 15 de noviembre la rebaja vigente de 30 céntimos por litro de combustible, a la que se suma, en el mismo periodo, una reducción de 20 céntimos por parte de la empresa TotalEnergies.

El Gobierno ha pedido a las empresas como esta última, inundadas de beneficios gracias a que la crisis ha disparado los precios, que suban los salarios. Al mismo tiempo, ha instado a la CGT a abandonar los bloqueos, con el argumento de que los otros sindicatos ya han arrancado aumentos salariales en las refinerías.

División en los sindicatos

El conflicto en las refinerías y, este martes, en otros sectores, refleja divisiones entre los sindicatos. El primer sindicato de Francia, la moderada CFDT, no se ha sumado. “El jaleo por el jaleo nunca ha sido útil para nadie”, avisó, en declaraciones recogidas por el diario Midi Libre, Laurent Berger, su secretario general.

En los ferrocarriles, no participa en la protesta el segundo sindicato del sector, UNSA. Los convocantes de la huelga interprofesional son la CGT, FSU, Solidaires y Sud. Esta será la segunda jornada de movilizaciones tras la del 29 de septiembre.

El temor en el Elíseo es por ahora que las colas en las gasolineras se multipliquen, que a esto se sume otra huelga prolongada en el transporte y que el enfado de los franceses no se dirija a los sindicatos que bloquean, sino al presidente. Sobre todo, si acaban arruinándoles las vacaciones.

“Yo estoy al lado de nuestros compatriotas, que las pasan canutas y que están hartos de esta situación”, aseguró Macron el lunes. Y prometió resolverlo: “Seguiremos haciendo lo máximo”. Desde el Gobierno, sin embargo, nadie se atreve a anunciar una fecha para restablecer el suministro y el orden en las gasolineras.

La novedad, respecto a conflictos sociales anteriores, es el contexto internacional y económico: la guerra en Ucrania y la inflación. Y el contexto político: desde las legislativas de junio, los macronistas no tienen mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, aunque forman el mayor bloque de diputados. Ahora topan con el primer obstáculo real en el hemiciclo: la oposición veta los presupuestos, aunque en las filas del presidente tampoco son proclives a aceptar acuerdos.

El resultado es que esta semana el Ejecutivo prevé imponer los presupuestos vía decreto, con el artículo 49.3 de la Constitución. La oposición solo podría frenar las cuentas con una moción de censura a la primera ministra, Élisabeth Borne.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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