Putin trata de ganar músculo militar en Ucrania con intensos bombardeos y la ayuda del ejército de Bielorrusia
El presidente ruso acuerda con Lukashenko la creación de tropas conjuntas en territorio bielorruso
El presidente ruso, Vladímir Putin, intenta ganar terreno y músculo militar ante los reveses que experimentan sus tropas en Ucrania. Los avances del ejército de Kiev en los frentes del este y del sur en las últimas semanas y el sabotaje en el simbólico puente de Kerch, que une Rusia a la anexionada Crimea, han intensificado la respuesta de Moscú. La primera muestra ha sido una oleada de los misiles más modernos del país, que golpeó este lunes el centro de varias ciudades ucranias en plena hora punta de la mañana. Uno de los proyectiles destruyó un puente turístico de Kiev dos días después de que otra explosión sacudiese el de Kerch, por donde pasan los convoyes que abastecen a las tropas rusas en Jersón. Como segunda medida, Putin ha ampliado el alcance de su fuerza militar al acordar con su protegido Aleksandr Lukashenko, el presidente de Bielorrusia, la creación en ese país de unidades conjuntas del ejército, que estarían a las puertas de Kiev.
El ataque de misiles sobre varias ciudades ucranias, además, ha sido la carta de presentación del general Serguéi Surovikin como nuevo jefe del ejército ruso en Ucrania. Este podría ser solo el primero de una nueva fase de bombardeos. “En el caso de que se intenten llevar a cabo otros ataques terroristas en el territorio de la Federación de Rusia, las respuestas serán duras y equivaldrán al nivel de las amenazas”, ha advertido este lunes Vladímir Putin.
“El Ministerio de Defensa y el Estado Mayor propusieron un ataque masivo con armas de precisión de largo alcance contra las instalaciones de energía, los centros de mando y las telecomunicaciones de Ucrania”, ha asegurado el presidente ruso ante su consejo de seguridad sobre la ofensiva. La apuesta por los bombardeos ha alimentado cierta euforia en el Kremlin y su entorno por la sensación de generar temor en el exterior. “Todos los canales franceses están dando en directo la intervención del presidente de Rusia. Ellos mismos la traducen. No podíamos soñar esto antes”, ha escrito en Telegram la portavoz del Ministerio de Exteriores, María Zajárova. Su opinión también la compartieron varios propagandistas del Kremlin.
El bombardeo masivo de este lunes “abre una nueva etapa en la operación rusa”, afirmó el jefe del comité del Senado para la defensa, el militar Víktor Bóndarev. Su opinión la compartió el vicepresidente del consejo de seguridad y expresidente ruso Dmitri Medvédev. “Se ha emitido el primer episodio, habrá más”, advirtió en su perfil en redes sociales, donde recalcó que “el objetivo de las acciones futuras debe ser el desmantelamiento completo del régimen político de Ucrania”.
A la apuesta por estos ataques se suma un acuerdo con el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, cada vez más dependiente del Kremlin, que ha aceptado la creación de una agrupación militar conjunta en su territorio, que está al norte de Ucrania.
Lukashenko ha anunciado este lunes que acordó con Moscú crear una fuerza militar conjunta “ante el agravamiento de la situación en las fronteras occidentales del Estado de la Unión”, el nombre con el que se conoce la entidad supraestatal que ratificaron el régimen de Minsk y Boris Yeltsin en 1999 para mantener unidos ambos países. Con este ejército, contemplado en el tratado entre ambos países, se apuntalaría el rol de Minsk en una guerra donde ya ha servido de trampolín en la ofensiva sobre Kiev de la pasada primavera y de base para los bombarderos rusos.
El mandatario bielorruso ha hablado de una supuesta amenaza ucrania en un intento de justificar una mayor ayuda a Rusia en la guerra. “Nos alertaron ayer a través de canales no oficiales de que atacarán Bielorrusia desde Ucrania”, adujo Lukashenko este lunes en una reunión con sus servicios de seguridad, según recoge la agencia de noticias Belta. “Mi respuesta fue simple. Digan al presidente de Ucrania que lo del puente de Crimea le parecerán flores si tocan un metro de nuestro territorio con sus sucias manos”, agregó.
Lukashenko ha dejado entrever en su intervención que el grueso de este nuevo contingente correrá a cuenta de su país “porque [Moscú] no alcanza a cubrir un segundo conflicto” (eufemismo de otro frente abierto con el pretexto de un hipotético ataque de Kiev). “No cuenten con un gran número de las fuerzas armadas de Rusia, pero no serán [solo] 1.000 personas”, afirmó.
Mientras, el jefe del comité de defensa de la Duma Estatal rusa aseveró que esta agrupación militar no intervendrá en suelo ucranio y hará frente a los refuerzos fronterizos de sus “oponentes”, especialmente Polonia. “No podemos permanecer indiferentes”, contó Andréi Kartapólov a la agencia Ria Novosti.
La posibilidad de una entrada de Bielorrusia en la guerra fue adelantada la semana pasada por uno de los líderes de la oposición del país y antiguo ministro y diplomático de Lukashenko, Pavel Latushka. “Nuestras fuentes nos informan de que Lukashenko ha acordado el despliegue de 120.000 soldados rusos entre noviembre y febrero, mientras que Bielorrusia añadiría 100.000 soldados movilizados”, sostuvo el opositor en Twitter. Las cifras no han sido confirmadas por Minsk o Moscú.
En una conversación con EL PAÍS por videoconferencia, Latushka recalcó que Occidente debe frenar al régimen de Minsk antes de que sea tarde. “Si Rusia envía otro gran contingente a través de Bielorrusia, Ucrania tendrá el derecho a hacer ataques preventivos”, lamentaba el disidente “como bielorruso, aunque como político lo entienda”.
“El consejo de seguridad ucranio advirtió de las consecuencias de esto, que puede llevar la guerra a territorio bielorruso, pero Occidente calla. Calla Washington; callan Berlín, París y Bruselas, cuando deberían lanzar un ultimátum a Lukashenko”, pidió el opositor. En opinión de Latushka, no cabe otra opción que “apoyar a Ucrania hasta vencer”. Además, piensa que la decisión de crear tropas conjuntas podría provocar un terremoto con réplicas no solo entre los muros del Kremlin, sino también dentro del Palacio de la Independencia de Minsk.
El ministro de Defensa lituano, Arvydas Anušauskas, alertó también a través de Twitter del peligro de una mayor implicación de Bielorrusia en la guerra. “Lukashenko ha sido activado en lugar del arma nuclear táctica. Bielorrusia ha acusado oficialmente a Ucrania de preparar un ataque en su contra. El objetivo es apartar el máximo de fuerzas ucranias del frente hacia la frontera con Bielorrusia”, incidió el máximo responsable de proteger el país báltico de la amenaza que se cierne al otro lado de su frontera.
Un general poco ortodoxo
Serguéi Surovikin, de 55 años, fue nombrado el sábado como jefe del mando unificado de las fuerzas rusas en la guerra de Ucrania, y su perfil responde a una forma de combatir poco ortodoxa. En 1991, en los estertores de la Unión Soviética, su regimiento fue el único que mató a varios civiles al tratar de sofocar las protestas contra el golpe de Estado de la cúpula comunista. Pasó varios meses en la cárcel antes de ser puesto en libertad sin cargos y su carrera no se detuvo ahí.
Primero combatió en Tayikistán a inicios de los noventa y en la segunda guerra chechena en 1999. Comandante de las Fuerzas Aeroespaciales, asumió el mando en Siria. Según contaron fuentes del Kremlin al diario Meduza, “Surovikin es un defensor de los ataques a gran escala con misiles contra infraestructuras, incluidas instalaciones civiles”. Ha sido acusado por Human Rights Watch de haber enfocado su estrategia para la toma de la ciudad siria de Idlib entre abril de 2019 y marzo de 2020 en “docenas de ataques ilegales por aire y tierra contra hospitales, colegios y mercadillos que mataron a cientos de civiles y empeoraron seriamente el acceso a refugios, a la sanidad, a la educación, a la comida y al agua, lo que provocó un desplazamiento masivo de personas”.
Su nombramiento fue aplaudido por dos figuras del ala más dura de Moscú, que han cargado contra los altos mandos abiertamente desde la retirada de inicios de septiembre: el presidente checheno, Ramzán Kadírov, y el jefe de la compañía de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin. “Si le dan una orden, coge el tanque y sale a salvar su país sin ninguna duda”, dijo del nuevo responsable operativo Prigozhin, conocido como chef de Putin.
Más dudas mostró otro comandante y figura importante de los separatistas de la región de Donbás, Alexandr Jodakovski. “Se ha elegido a una persona a la que colgarán todas las críticas. Estoy seguro de que el propio Surovikin no está contento con su nombramiento”, escribió en su perfil de Telegram. El militar añadió que dentro del ejército “se desarrolla una lucha ahora” y “no hay mejor manera de derrocar a Surovikin que ponerlo a cargo de la operación”.
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