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Busca y captura de una víctima de la pandemia: la deriva del agresor del MoMa

Detenido el sospechoso de apuñalar a dos empleados del museo, un hombre con un trastorno mental que perdió su trabajo y vio agravarse su estado por el confinamiento

María Antonia Sánchez-Vallejo
MoMa
Un agente de policía custodia la entrada al MoMa tras la evacuación del recinto, este sábado en Nueva York.ANDREW KELLY (REUTER)

El apuñalamiento de dos empleados del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) por un exsocio de la institución, este sábado, no revestiría más interés que el de un suceso aislado, perpetrado en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, no más grave que los cientos de delitos que jalonan a diario la Gran Manzana. Pero el lugar de los hechos, la hora punta a la que sucedieron y, aún más, la oleada de creciente violencia que experimenta la ciudad de los rascacielos han magnificado el incidente, que se acompaña además de una circunstancia amarga: el sospechoso, identificado como Gary Cabana, un exacomodador de Broadway de 60 años con diagnóstico psiquiátrico previo, perdió su trabajo y sufrió un notorio agravamiento de su trastorno por la pandemia. Sus amigos han señalado que la soledad y el aislamiento le desquiciaron, como demuestra la cólera desatada de sus publicaciones en las redes sociales durante los meses del confinamiento.

Cabana logró evadir la intensa búsqueda policial durante casi tres días, hasta ser detenido este martes en una estación de autobuses de Filadelfia. Poco antes, supuestamente prendió fuego a la habitación de un motel cercano. Había permanecido en paradero desconocido desde la agresión del MoMa, a cuyas instalaciones se le impidió el paso tras protagonizar dos incidentes en las últimas semanas y cuya tarjeta de socio le fue retirada por ello. Durante su huida, Cabana desafió a la policía, que le buscaba por todo Manhattan, con arrogantes publicaciones en sus redes sociales. Este lunes, la policía evacuó una iglesia tras recibir información de que un individuo con características similares -pelo gris, gafas, mascarilla quirúrgica, sudadera con capucha- había entrado en ella. Falsa alarma: Cabana siguió burlando la acción policial con irónicas chanzas online y críticas como dardos a los agentes: “Me alegro de que os preocupéis”, ha escrito este lunes en Instagram. “Ya no soy tendencia, soy una noticia de ayer”, comentaba mientras se intensificaba la búsqueda. “Qué bien que os preocupéis, pero mejor sería hacerlo por los nuevos brotes de covid en China”.

Una vez detenido, sin oponer resistencia, Cabana exclamó a su salida de la comisaría: “Los mejores policías de EE UU están aquí, tío. Acaban de hacer más seguro este país. Soy el enemigo público número uno”, dice en los vídeos publicados en Twitter por un reportero local de la cadena de televisión Fox. Iba vestido igual que en las fotografías que divulgó la policía de Nueva York para pedir la colaboración ciudadana.

El efecto de la pandemia trastornó a Cabana, que se mostró especialmente crítico con Donald Trump por su gestión de la emergencia sanitaria, así como con los ciudadanos que no adoptaban medidas de protección para frenar la propagación del virus. Sus amigos, casi todos de la escena teatral de Broadway, han señalado a medios locales como Gothamist y Daily News cómo se fue encerrando en un caparazón frente a un mundo que consideraba amenazante. “A los niños les obligan a seguir clases virtuales mientras que los chinos multimillonarios se dirigen a Estados Unidos para descansar y relajarse, como si jugaran al juego del confinamiento”, decía en uno de los post, cada vez más conspiranoicos. Antes de la pandemia, el cultivado Cabana, que estudió teatro en la Universidad del Estado de Misuri, en Springfield, publicaba comentarios sobre películas; era un empedernido cinéfilo. El sábado intentaba acceder a la sala de cine del museo cuando fue rechazado en la puerta.

Antes de agredir a los dos empleados del MoMa, ambos de 24 años -la policía ha publicado el vídeo del momento, y sorprende que solo resultaran heridos leves-, el sospechoso ya era buscado por dos incidentes anteriores, ambos en Broadway, después de perder su empleo como acomodador. El primero sucedió en el teatro donde trabajaba, al intentar acceder con una entrada caducada y golpear al gerente del local, que se lo impidió. El segundo consistió en el envío de varios correos amenazantes a un representante sindical. En dos ocasiones se presentó en la oficina del sindicato en busca de su interlocutor; ambas veces, según testigos, se mostró obcecado y furioso.

“Algún día, cuando todas las mentiras sean corregidas por los malvados medios [de comunicación], la verdad saldrá a la luz y seré EXONERADO”, escribió Cabana en Instagram en sus últimas horas en libertad, subrayando su inocencia y la denuncia de haber sido incriminado injustamente por los “desórdenes públicos” que llevaron al MoMa a retirarle su carné.

Lo peor de la noticia -un considerable susto si no mediaran tantos condicionantes añadidos- es la potencial criminalización de una dolencia mental; una circunstancia, desgraciadamente, demasiado común en Nueva York y muy a menudo ligada a sucesos de variado calibre. La prevalencia de trastornos psiquiátricos, ya de por sí alta antes de la pandemia en una ciudad dura e inclemente con los más débiles, se ha agravado exponencialmente tras dos años de encierro y miedo. Cabana ejemplifica los fallos del sistema de salud mental; el déficit de atención y cuidados en una red asistencial que muchos consideran rota. Entre marzo y diciembre de 2020, el tramo más agudo de la crisis sanitaria, los servicios de salud mental atendieron un 85% más de consultas que antes, mientras que uno de cada cinco neoyorquinos experimenta algún trastorno psicológico al año; el equivalente a toda la población de Manhattan, según la oficina de Salud Mental del Ayuntamiento. Cientos de miles padecen su dolencia sin recibir atención. Después de huir del museo, Cabana publicó un post que decía: “Soy bipolar y me han incriminado (…) Ser bipolar es un camino difícil. Doctor Jekyll y Mr. Hyde”.

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