La energía y el envío de aviones ponen a prueba la solidez del bloque occidental
Kamala Harris busca transmitir la unidad de Estados Unidos con Europa en su visita a Polonia y Rumania
La energía, gallina de los huevos de oro para Rusia y talón de Aquiles para Europa, ha puesto a prueba la unidad del bloque occidental contra el Kremlin dos semanas después del comienzo de la guerra de Ucrania. Washington y Londres pueden permitirse imponer un veto al petróleo y al gas ruso —aunque tampoco sin perjuicio para sus ciudadanos— que hoy por hoy no resulta realista para la Europa de los 27, que, por lo tanto, no secunda. El envío de armamento también ha tirado de las costuras: Polonia anunció el martes que ponía a disposición de Estados Unidos sus cazas de fabricación soviética para la defensa ucrania, pero el Pentágono lo ha rechazado de forma tajante.
El comunicado del Gobierno polaco había tomado por sorpresa a la Administración de Joe Biden, según aseguró la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, tercera autoridad en la diplomacia estadounidense, durante una audiencia de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado ese mismo día. El miércoles, fue el propio primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, quien aclaró que semejante operación —un paso de calado en la implicación aliada— solo puede salir adelante de forma coordinada bajo el paraguas de la OTAN. Para eso hace falta el apoyo de Estados Unidos, pero el secretario de Defensa, Lloyd Austin, trasladó la negativa a su homólogo polaco, Antti Kaikkonen , el miércoles por teléfono. El portavoz del Pentágono, John Kirby, alegó el “alto riesgo” que supone la medida y la posible “escalada” bélica.
“Una decisión tan seria como la de proporcionar aviones debe tomarse de forma unánime e inequívoca por toda la Alianza Atlántica”, señaló Morawiecki en una rueda de prensa en Viena. Varsovia había planteado el traslado a la base que Estados Unidos tiene en Ramstein (Alemania) de todos sus cazas MiG-29, para que pudieran ser puestos “inmediatamente y sin coste” al servicio de los militares ucranios. Es decir, hacerlos llegar a manos ucranias a través de las americanas. A cambio de estos aviones soviéticos, para los que los ucranios no necesitan formación previa, Polonia pedía aviones estadounidenses. “Nosotros no acordamos proporcionar aviones por nosotros mismos porque tiene que ser una decisión de toda la OTAN”, recalcó Morawiecki el miércoles.
La cacofonía es una muestra de la presión que crece sobre los gobiernos aliados conforme pasan los días desde la invasión rusa, crece el número de civiles muertos y el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, pide más ayuda para frenar la ofensiva lanzada por el ruso Vladímir Putin. La unidad del bloque occidental, por el momento, resiste a los desafíos que se ha ido encontrando por el camino en estos primeros compases de guerra.
Ese es el mensaje que, entre otras cosas, busca transmitir la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, en el viaje que inició el miércoles a Polonia y Rumania. “Con lo orgullosos que estamos de lo que hemos hecho juntos como alianza hasta ahora, somos muy conscientes de que nos esperan muchos retos, y que una clave para salir triunfantes de ellos es que trabajemos en conjunto con todos nuestros socios, sobre todo los de Estados fronterizos, como estos dos países”, según explicó un alto cargo del Gobierno norteamericano en una llamada con periodistas sobre la visita de Harris a la Europa del Este.
La discrepancia sobre el envío de aviones forma parte de la agenda, así como una reunión con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, otro socio clave de la OTAN. El envío de aeronaves ha sufrido varios vaivenes y generado confusión desde el principio de la crisis. Antes del comunicado de Polonia, a los tres días de invasión, el responsable de exteriores europeo, Josep Borrell, había deslizado la posibilidad de mandar aviones sufragados con fondos europeos. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se reunió el miércoles en Washington con su homóloga británica, Elizabeth Truss, y quitó hierro a las diferencias sobre este asunto. “Es algo que cada Gobierno debe decidir por sí mismo”, dijo, si bien añadió que la propuesta polaca entraña “complejidades”. Aun así, el jefe de la diplomacia estadounidense aseguró que continúan las conversaciones y reivindicó la unión. “Hemos sorprendido a Putin con nuestra unidad y dureza en las sanciones”, recalcó.
Diferencias prácticas
El modo con el que Biden anunció el martes el embargo al crudo ruso también da idea de unas diferencias más prácticas que de principios: “Vamos adelante con este veto comprendiendo que muchos de nuestros socios y aliados europeos pueden no estar en posición de unirse a nosotros”, dijo. “Estados Unidos produce más crudo que todos los países europeos juntos y podemos dar un paso que otros no pueden dar, pero estamos trabajando estrechamente con Europa y nuestros socios para desarrollar una estrategia de largo plazo que reduzca su dependencia de la energía rusa también”, detalló.
Las sanciones de Biden salieron adelante tras días de presión por parte del propio Congreso de Estados Unidos, donde legisladores republicanos y demócratas pedían conjuntamente el veto a la compra de crudo ruso, que solo afecta al 8% del total de importaciones por parte de Estados Unidos. No hay análisis a un lado u otro del Atlántico que no destaque lo crucial que ha resultado la unidad occidental de la que presumía el miércoles Blinken, y que Putin probablemente había subestimado tras las crisis diplomáticas de los últimos años. La turbulenta presidencia del republicano Donald Trump, que trató a los europeos como adversarios, en primer lugar; y la torpeza con la que actuó el demócrata Biden en la salida de Afganistán o el acuerdo de submarinos que cerró con Reino Unido y Australia a espaldas de Bruselas y París, en segundo. También la Unión Europea, un club que tiene que poner de acuerdo a 27 gobiernos, ha logrado sacar adelante medidas sin precedentes en un tiempo récord. Que Berlín dejase en suspenso el gaseoducto Nord Stream 2, que fue construido para transportar gas de Rusia a Alemania, era algo inimaginable no mucho tiempo atrás.
Las conversaciones de este jueves en la cumbre europea que se celebrará en la ciudad francesa de Versalles serán clave para tomar la temperatura de los socios europeos respecto a los próximos pasos. En la unión del bloque occidental ha resultado clave el paso atrás que dio Estados Unidos una vez comenzó la invasión, cediendo el protagonismo a Europa.
En las semanas previas a la guerra, Washington se había colocado a la cabeza de la manifestación con la publicación de sus informaciones de inteligencia, con el detalle de las sanciones que estaba dispuesto a aplicar a Rusia si atacaba y, sobre todo, las encendidas alertas sobre una agresión inminente. Sin embargo, una vez Putin lanzó sus tropas contra Ucrania, la madrugada del 24 de febrero, el liderazgo de la respuesta recayó al otro lado del Atlántico. A partir de entonces, Washington anunciaba las sanciones siempre después de Bruselas. Fue así, por supuesto, hasta llegar al sector de la energía, en el que la diferente exposición a los riesgos resulta abismal.
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