EE UU no enviará representantes políticos a los Juegos de Invierno de Pekín en protesta por los abusos del régimen chino
China ha advertido que Washington “pagará un precio” por su boicot diplomático
La Administración de Joe Biden ha decidido trasladar su presión contra los abusos de derechos del régimen de Xi Jinping al gran escaparate global de una cita olímpica. La Casa Blanca ha anunciado este lunes que ningún funcionario estadounidense acudirá a los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebran el próximo febrero en Pekín, un boicoteo diplomático que no incluye a los deportistas, pero cuyo mero anuncio hace mella y abrirá otro frente con el gigante asiático. En China, la declaración ha escocido. Su Gobierno presentaba de inmediato una queja diplomática y advertía que Washington “pagará un precio” por la medida.
La escalada en la represión del Gobierno de Xi contra los activistas por la democracia en Hong Kong o contra los uigures y otras minorías en la región de Xinjiang forzaban a tomar alguna medida al presidente estadounidense, que prometió hacer de los derechos humanos un pilar de su política exterior. La represalia, con todo, no alcanza al precedente del presidente Jimmy Carter, que en 1980 vetó la participación tanto de autoridades como de atletas estadounidenses en los Juegos Olímpicos de Verano de Moscú, en protesta por la invasión soviética de Afganistán.
“Los atletas del equipo de Estados Unidos tienen todo nuestro apoyo, y los estaremos animando desde casa, pero no contribuiremos a la fanfarria de los Juegos”, ha señalado la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, este lunes en su rueda de prensa diaria.
Biden no se ha atrevido esta vez a una medida tan contundente como la de Carter, que privó de la oportunidad de competir a sus propios deportistas, algo que sí reclamaban algunos parlamentarios republicanos como el senador Tom Cotton, que abogaba por el boicoteo total. “El Gobierno de Biden no enviará ninguna representación diplomática ni oficial a los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno de Pekín 2022″, ha apuntado Psaki, si bien no han considerado apropiado, ha añadido, “penalizar a los deportistas que han estado entrenando y preparándose para este momento”.
La portavoz ha justificado la decisión con referencias al “genocidio y los crímenes contra la humanidad que persisten en Xinjiang, así como otros abusos de derechos humanos”. La medida, según Psaki, “envía un mensaje claro” a Pekín de que su política no se puede normalizar. El propio presidente Biden ya había avanzado semanas atrás que estaba considerando esta medida. El senador demócrata Bob Menéndez respaldó el boicoteo diplomático e hizo un llamamiento a “otros países que comparten los valores de Estados Unidos a unirse” a la medida.
Pocas horas antes del anuncio de la Casa Blanca, el gobierno chino ya advertía que tomaría “fuertes contramedidas” si el boicot se materializaba. Una vez confirmado el veto diplomático, el ministerio de Exteriores repetía la amenaza, como parte de una andanada de cargas verbales contra el país rival en su rueda de prensa diaria. Lo que Washington presenta como un castigo, calificaba el portavoz Zhao Lijian, no es más que una “trama” “destinada al fracaso” para tratar de perjudicar los Juegos, por la que quien acabará pagando un precio será el propio Estados Unidos.
Zhao repitió la advertencia de medidas de represalia por parte de China, aunque no precisó cuáles serán en concreto, ni en qué momento las anunciarán. Sí precisó que su gobierno ha presentado una protesta diplomática formal por el boicot.
“Estados Unidos intenta perjudicar los Juegos basándose en su sesgo ideológico, en mentiras y en rumores. Pero el boicot solo hará que la gente de todo el mundo perciba con más claridad sus siniestras intenciones, y eso desgastará aún más su autoridad moral y su credibilidad”, agregó Zhao.
Menos pelos en la lengua aún ha mostrado el periódico Global Times, propiedad del Partido Comunista de China y de tono nacionalista. En un contexto en el que ambos países han intercambiado acusaciones y dudas mutuas sobre el origen de la pandemia de coronavirus, el diario publicaba en su cuenta de Twitter —una red social censurada en China— que “francamente, los chinos estamos aliviados al enterarnos de las noticias, porque mientras menos funcionarios estadounidenses vengan, menos virus entrarán”.
Para Pekín, la cita que comienza el 4 de febrero es una oportunidad de oro para vender al mundo una imagen positiva del país y contrarrestar las críticas internacionales por la deriva autoritaria. Los últimos sucesos, sin embargo, complican este empeño. La WTA, el organismo que rige el circuito profesional femenino de tenis, decidió hace unos días cancelar todas sus competiciones en China a raíz del escándalo relacionado con la tenista Peng Shuai, quien denunció por abusos sexuales al antiguo viceprimer ministro chino Zhang Gaoli.
Biden y Xi mantuvieron una reunión por videoconferencia a mediados de noviembre con el fin de explorar vías para mejorar la comunicación y evitar que los desacuerdos entre ambas potencias puedan acabar provocando, en palabras del estadounidense, “un conflicto, intencionado o no”. Aun así, el presidente que ha convocado esta semana una conferencia internacional por las democracias no podía permitirse no hacer nada ante la cita olímpica.
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