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Roma, termómetro de la política italiana

Italia pone a prueba el equilibrio de fuerzas entre los partidos en unas elecciones municipales que el domingo decidirán el futuro de todas las grandes ciudades

El líder de La Liga, Matteo Salvini, y la de Fratelli d'Italia, Giorgia Meloni, bromean este viernes un acto de cierre de campaña de la coalición de derechas en Roma.
El líder de La Liga, Matteo Salvini, y la de Fratelli d'Italia, Giorgia Meloni, bromean este viernes un acto de cierre de campaña de la coalición de derechas en Roma.RICCARDO ANTIMIANI (EFE)
Daniel Verdú

Italia medirá entre este domingo y el lunes el equilibrio de fuerzas en un país donde la política ha quedado congelada desde que llegó Mario Draghi a la presidencia del Consejo de Ministros el pasado febrero. El Ejecutivo de unidad, concentrado en una agenda tecnócrata, ha puesto la sordina en las habituales refriegas del Parlamento y a los intentos sistémicos por derrocar al Gobierno de turno. Este fin de semana vuelve la política y 1.192 ayuntamientos pondrán las urnas en la primera vuelta de los comicios para elegir a sus alcaldes. Una decisión que deberá ratificarse dentro de dos semanas en una segunda vuelta donde la derecha afronta un escenario calamitoso en las cinco principales urbes (Roma, Turín, Milán, Bolonia y Nápoles) y la izquierda se rearmará en algunas urbes en coalición con el Movimiento 5 Estrellas (M5S). La foto que salga del 14 de octubre (fecha de la segunda vuelta), especialmente en la ciudad de Roma, permitirá descifrar algunos de los grandes movimientos políticos que se avecinan.

La capital de Italia, segunda ciudad con mayor extensión de Europa (1.285 kilómetros cuadrados), un monstruo con una densidad poblacional baja y una exigua recaudación de impuestos, atraviesa gravísimos problemas estructurales desde hace décadas. Los temas principales siguen siendo la fallida recogida de basuras (8.000 trabajadores), unos transportes obsoletos, un mantenimiento de la vía pública deficiente o la acumulación de retrasos en los servicios públicos (la media para enterrar a un familiar llegó a ser de 35 días en el mes de abril). Los jabalíes campan a sus anchas por las calles de algunos barrios.

Roma es un monstruo que nadie ha logrado dominar desde que Walter Veltroni fue su alcalde entre 2001 y 2008. Es tan complicada que, a veces, da la sensación de que los partidos prefieren no tener que gobernarla. En junio de 2016, Virginia Raggi y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) acariciaban en la segunda vuelta la alcaldía de Roma. Era una gran noticia. Pero una de las máximas dirigentes del M5S, Paola Taverna, resumió en una frase lapidaria lo que representa la capital de Italia para los partidos: “Hay un complot para que ganemos las elecciones. Así nos harán quedar mal”. El tiempo, en parte, le dio la razón.

Raggi, la actual alcaldesa, llegó como un haz de luz hace cinco años para poner en marcha una ciudad con el motor gripado. Fue elegida con el 70% de los votos. Pero los resultados de la que fue punta de lanza del desembarco del M5S en las instituciones no llegaron y tiene ahora discretas posibilidades de pasar a la segunda vuelta (que se activa si nadie llega al 50,1% de los votos en la primera ronda). Su caída explica también la de su partido, que perderá la alcaldía de Turín (hoy en manos de Chiara Appendino) y la de la formación a nivel nacional. Los grillinos, además, han firmado alianzas con el Partido Democrático (PD) en muchas ciudades (Nápoles o Bolonia), pero los roces en Roma no lo han permitido. “Virginia [Raggi] quiso presentarse y el partido no tenía en ese momento la fuerza suficiente para imponer un candidato de consenso con el PD”, explica un diputado del M5S. Su presumible derrota en la primera vuelta reforzará la vía de la coalición de centroizquierda entre los grillinos y el PD como única vía de supervivencia en las generales.

Desastre en Milán

La coalición de derecha (Liga, Forza Italia y Hermanos de Italia) no ha sabido aprovechar ese escenario de debilidad y presentó en Roma a Enrico Michetti, un desconocido locutor de radio con nostalgia del Imperio romano. “Un error descomunal. El candidato no está a la altura y una victoria en Roma hubiera sido crucial”, explica un diputado de Hermanos de Italia. Michetti es favorito para la primera vuelta, pero todas las combinaciones lo dejarían fuera en la segunda. En Bolonia, Nápoles y Milán (donde lidera los sondeos el actual alcalde, el socialdemócrata Giuseppe Sala), los resultados serán también negativos.

El único candidato de la derecha que parece en condiciones de seducir por sí mismo al electorado y a una parte del poder económico es Paolo Damilano, un empresario que se presenta como cabeza de lista de la coalición en Turín. Un escenario que obligará a comparar el éxito de los aspirantes presentados por los distintos socios de las formaciones de derechas y que, probablemente, dejará a Matteo Salvini —líder de La Liga— todavía más tocado. Esta semana ha sido pésima para el dirigente. El ministro de Desarrollo Económico y líder del ala centrista del partido, Giancarlo Giorgetti, destrozó a Salvini en una entrevista en La Stampa. Dos días más tarde, se supo que Luca Morisi, el gurú digital del líder de ultraderecha, el hombre que marcó su agenda en redes y lo convirtió en el político más seguido de Europa sobre la base de señalar a inmigrantes o a políticos por sus asuntos personales, había sido detenido por pasarle droga a dos prostitutos rumanos a quienes había contratado.

El último dato que aportará Roma en las municipales habla sobre la viabilidad de un nuevo camino del centro liberal en Italia. Carlo Calenda, ministro de Desarrollo Económico (2016-2018) con Matteo Renzi como primer ministro, se presenta con una agenda pragmática y desideologizada que ha logrado captar la atención de los votantes pese a no tener apenas estructura de partido. Reformas, eficiencia y trabajo. Da la sensación de que, en el fondo, es el único que verdaderamente quiere ser alcalde de la ciudad. Y si el experimento funciona, el universo de Forza Italia, hermano menor centrista de la coalición de derechas —harto de las estridencias nacionalistas de Meloni y Salvini—, y la Italia Viva de Matteo Renzi podrían dar el paso definitivo para configurar un nuevo espectro político. El politólogo y experto en sondeos Roberto D’Alimonte cree que “hay un espacio en el centro donde gravitan varios partidos desordenadamente donde Calenda podría invertir su resultado aunque no fuera alcalde”. Una idea que entusiasma al establishment económico del país y que enterraría cuatro años de tormenta populista.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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