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Biden y Bennett entierran años de desencuentro entre EE UU e Israel y se reservan opciones contra Irán “si falla la diplomacia”

El primer ministro israelí consigue mil millones de dólares para reforzar el sistema antimisiles Cúpula de Hierro

El presidente de EE UU, Joe Biden, y el primer ministro israelí, Naftali Bennet, en el Despacho Oval, este viernes.
El presidente de EE UU, Joe Biden, y el primer ministro israelí, Naftali Bennet, en el Despacho Oval, este viernes.Sarahbeth Maney / POOL (EFE)
María Antonia Sánchez-Vallejo

La convulsa situación de Afganistán, que sacude a diario la presidencia de Joe Biden, se cernía como una sombra sobre la visita del primer ministro israelí, Naftali Bennett, a la Casa Blanca. El atentado de Kabul obligó el jueves a aplazar 24 horas la cita, pero la primera reunión entre el estadounidense y el israelí desde que ambos tomaron posesión revistió este viernes el carácter de encuentro entre dos viejos aliados. Años de resquemores y turbulencias, durante los mandatos de Donald Trump y Benjamín Netanyahu, fueron reseteados en una cita con una prioridad absoluta, acercar posturas sobre Irán, y un elefante en la habitación, la cuestión palestina. Afganistán no se coló ni por un resquicio, al margen de las declaraciones de condolencia, pues Biden declinó preguntas de los periodistas por respeto a su invitado.

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El entendimiento presidió la comparecencia de ambos en la Casa Blanca, en una sucesión de declaraciones que parecían corroborar la anterior. “La relación de Estados Unidos e Israel es todo lo sólida que puede ser”, declaró Biden. “Estados Unidos es el aliado más confiable que pueda tenerse”, replicó Bennett, que recordó “el apoyo inquebrantable” de su país a Washington. De pasada, Biden dejó constancia de la intención de estudiar “modos de promover la paz y la prosperidad para israelíes y palestinos”. Pero el plato fuerte de la reunión fue Irán. “Discutiremos nuestro compromiso con la seguridad de Israel y la amenaza iraní. Anteponemos la diplomacia, pero si falla la diplomacia, consideraremos otras opciones”, confirmó Biden. Bennett replicó con la misma frase, pero advirtiendo: “Tenemos que detener las centrifugadoras [de uranio] de Irán”, claves en el desarrollo de su programa nuclear.

Además de guiños y palmadas en el hombro, el primer ministro israelí se llevará de Washington una ayuda especial de mil millones de dólares (unos 850 millones de euros) para reponer las reservas del sistema antimisiles Cúpula de Hierro. Otros temas, como los retos que plantea a ambos países y a la comunidad internacional la pandemia de covid-19, también estuvieron sobre la mesa.

La sintonía entre ambos precedía al encuentro cara a cara. Biden apenas tardó dos horas en llamar a Bennett tras la elección de este como primer ministro, en junio; le costó sin embargo un mes, desde su llegada a la Casa Blanca, telefonear a Netanyahu. Ya lo anticipó Bennett el martes, antes de volar a Washington: “Joe Biden es un verdadero amigo de Israel. Hay una nueva Administración en Estados Unidos y un nuevo Gobierno en Israel, y yo llevo conmigo desde Jerusalén un nuevo espíritu de cooperación”.

Enmendar los errores, y eludir el enfrentamiento, es la nueva actitud israelí. Reformular el tono de la relación bilateral y acercar posturas sobre ―o contra― Irán, máxime cuando Washington intenta recuperar el acuerdo nuclear de 2015, del que Donald Trump retiró a Estados Unidos tres años después. Irán fue el principal asunto de la reunión de Bennet con el secretario de Estado, Antony Blinken; el de Defensa, Lloyd Austin, y el consejero de seguridad nacional, Jake Sullivan ―muñidor del pacto nuclear―, celebrada la víspera del atentado de Kabul. Según el diario Yedioth Ahoronoth, Bennet tenía previsto presentar a su anfitrión un plan de acción conjunto hacia Irán, viable incluso en caso de consentimiento iraní a una reedición del acuerdo.

Los dos mandatarios han pasado página sobre años de tensiones entre el predecesor de Bennet, Benjamín Netanyahu, y la anterior Administración demócrata de Barack Obama, en la que Biden fungió como vicepresidente. A la relación privilegiada entre Netanyahu y el republicano Donald Trump se debe la reconfiguración del juego de equilibrios regionales, con los denominados Acuerdos de Abraham de normalización de relaciones con cuatro países árabes, que en la práctica enterraron la cuestión palestina. El traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, otro movimiento audaz de Trump, remachó la toma de postura proisraelí de Washington.

Según el diario Ma’ariv, otra de las cuestiones importantes sobre la mesa es la privilegiada relación de Israel con China, principal rival estratégico de Estados Unidos. Washington ha pedido repetidamente a Israel, en cada reunión bilateral de alto nivel, que reduzca sus intercambios comerciales con Pekín. En su última visita, el director de la CIA, William Burns, transmitió un claro mensaje sobre la disconformidad de Estados Unidos ante el lugar prominente de China en la economía israelí, con inversiones en infraestructuras y en el puerto de Haifa, entre otras. A golpe de inversiones, China ha peinado todo el Mediterráneo oriental, de Chipre a Serbia pasando por los puertos de Grecia, en el marco de la Nueva Ruta de la Seda.

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