Putin acusa al Reino Unido y a EE UU de iniciar una “provocación” en el mar Negro para medir la respuesta de Rusia
El líder ruso asegura que aunque hubiera hundido el destructor británico que navegaba frente a Crimea no habría provocado la tercera guerra mundial
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha definido como una “provocación” la navegación por el mar Negro del destructor británico HMS Defender, a la que el Ejército ruso respondió disparando salvas de aviso hace una semana. El líder ruso ha acusado además a Estados Unidos de estar involucrado, junto al Reino Unido, en un incidente que, aseguró, pretendía probar la reacción de Moscú, que considera suyas las aguas frente a las costas de Crimea, la península ucrania que se anexionó ilegalmente en 2014.
Durante el tradicional programa de televisión Línea directa, un maratoniano elemento fijo en su agenda política desde hace dos décadas y en el que responde preguntas de la ciudadanía desde los puntos más remotos del país, Putin alardeó de que Rusia podría haber hundido el buque británico (y por tanto parte de la OTAN) sin iniciar pese a ello la tercera guerra mundial. “[En Occidente] saben que no pueden emerger como ganadores en esa guerra, y eso es muy importante”, presumió en respuesta a una pregunta sobre si el mundo está hoy más cerca de otro conflicto armado a escala global.
Putin aseguró que poco antes del incidente con el HMS Defender británico, un avión de reconocimiento estadounidense despegó de Grecia para poner a prueba la respuesta rusa y para tratar de obtener información militar. Moscú estaba al corriente de las intenciones de Washington, ha asegurado el jefe del Kremlin, y respondió en consecuencia. Rusia usó “fuego de advertencia” y “un bombardeo de precaución” a lo largo del trayecto del buque británico para forzarlo a abandonar las aguas frente a Crimea. Un día después, La Haya denunció que aviones de combate rusos sobrevolaron peligrosamente cerca de un buque de guerra holandés que navegaba en la misma zona.
Tras las declaraciones de Putin sobre el suceso, que caldea aún más las tensiones entre Rusia y Occidente, el Reino Unido ha insistido este miércoles en que el HMS Defender estaba haciendo un viaje rutinario a través de un carril de circulación reconocido internacionalmente y que permaneció en aguas ucranianas.
El presidente ruso atribuyó cierto cariz político en el episodio del barco, que se produjo una semana después de su cumbre en Suiza con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para tratar de reconducir las relaciones entre Washington y Moscú, que viven su peor momento en décadas. “La reunión en Ginebra acababa de suceder. Entonces, por qué era necesaria esta provocación, cuál era su objetivo: subrayar que esas personas no respetan la elección de Crimea de unirse a Rusia”, ha dicho el líder ruso, aludiendo a la votación celebrada en Crimea —bajo presencia militar rusa— en 2014 y con la que el Kremlin consagró la anexión no reconocida por la comunidad internacional.
Putin, líder supremo y salvador
La pandemia de coronavirus, que está provocando cifras récord de mortalidad estos días en Rusia, que vive una tercera ola impulsada por la variante delta, la escasa vacunación y un sentimiento ficticio de que se venció al virus, no permitió a Putin celebrar en 2020 su Línea directa. Emitido en directo por las cadenas estatales, el evento se ha convertido en una muestra de la estructura vertical del Estado ruso: una fórmula con la que Putin demuestra que es el jefe supremo y salvador, que escucha y da respuestas a la ciudadanía, que, como este miércoles, recurre a él para resolver todo tipo de asuntos: desde un pueblo al que no llega el gas, otro que tiene las ya de por sí paupérrimas carreteras encharcadas, la aclaración de que el Estado no tasará la posesión de ovejas o respuestas a por qué las zanahorias rusas son hoy más caras que las bananas de Ecuador.
También el caso de Elena Kalinina, una abuela de la ciudad de Novokuznetsk (Rusia central), que tras intentar plantear los problemas en las instalaciones de la escuela infantil a la que va su nieta aseguró que las autoridades locales la amenazaron con quitarle la custodia de la niña si no retiraba la queja. “Considere que ese problema se ha esfumado”, le contestó Putin con gesto serio. “Que los que la están amenazando piensen mejor en sus problemas”, dijo el líder ruso, antiguo agente del KGB, que prometió no solo resolver el caso y reparar escuela, sino también hablar con el gobernador de la región, a quien dejó un encargo: “Preste atención a esos funcionarios que comenzaron a intimidar a las personas para las que deberían trabajar. Espero que tome las decisiones correctas y oportunas y me informe de ello”.
Putin ha dedicado casi cuatro horas de programa a las preguntas enviadas desde distintos puntos del país. A veces desde regiones remotas con las que la conexión digital se tambaleaba. Sin embargo, tras un par de episodios de dificultades técnicas, a mitad de programa, las presentadoras aseguraron que Línea directa estaba siendo víctima de un ciberataque. “Todo el mundo habla de los piratas informáticos rusos”, bromeó una de ellas, ante la sonrisa de Putin.
El líder ruso recibió más de un millón de preguntas dedicadas fundamentalmente a la política nacional y temas como la inflación, las infraestructuras o la crisis económica derivada de la pandemia; asuntos que están aumentando el descontento social y hacen mella en su popularidad. Pero también hubo preguntas más personales —”¿qué canciones canta en su tiempo libre?” o “¿quién le plancha las camisas?”—, y otras enfocadas en asuntos internacionales. Como una sobre Ucrania, tras la que Putin acusó al Gobierno del país vecino de haberse convertido en una marioneta de Estados Unidos y de ser antirruso, a diferencia de la ciudadanía. “No creo que el pueblo ucranio sea hostil. No, nada de eso, somos un todo. Pero el liderazgo de hoy, claramente hostil con nosotros”, dijo.
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