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Keiko Fujimori recorta distancias y roza el empate con Pedro Castillo en las presidenciales peruanas

La estrategia de presentarse como la alternativa al caos ha permitido a la candidata situarse a apenas entre uno y dos puntos de su rival en las encuestas

Jorge Galindo

Entre uno y dos puntos porcentuales. Así de pequeña es la brecha que separa a Keiko Fujimori de Pedro Castillo, candidatos a la presidencia de Perú que se enfrentan este domingo en la segunda vuelta. El último lleva toda la campaña dominando la carrera hasta el Palacio de Gobierno, pero en el último mes la candidata de la derechista Fuerza Popular ha conseguido arrastrar a buena parte de los indecisos. Castillo contaba desde la casilla de salida con casi la mitad de los votos efectivos; Fujimori partía con menos de un tercio y con la carga de su apellido y de su propio pasado. Para superar esta distancia, la hija del expresidente Alberto Fujimori se ha apoyado en la polarización.

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Pedro Castillo ha labrado una carrera política fuera de los canales habituales de la élite política limeña. Desde el sindicalismo educativo y alejado de la capital, superó la primera vuelta de las elecciones, celebrada el 11 de abril, para sorpresa de muchos. Tras conocerse que sería el rival de Fujimori, Castillo desembarcó en la carrera hacia la segunda vuelta de las presidenciales con posturas de izquierda en el aspecto económico, envueltas en conservadurismo moral y retórica de pueblo despojado contra, precisamente, esa élite limeña a la que pertenece su adversaria. Para contrarrestar esa retórica, Fujimori ha centrado todo su discurso en la lógica del orden (ella) frente al caos, tratando de identificar a Castillo con las derivas autoritarias y antimercado de países vecinos, particularmente Venezuela. Con ello, la candidata ha confiado en que el miedo o el rechazo ideológico fueran lo suficientemente importantes como para atraerse a votantes que, más que elegirla a ella, escogerían a cualquiera antes que a Pedro Castillo. Según los datos, la polarización está funcionando justamente en este sentido.

Además de las encuestas clásicas de intención de voto, en las que se permite a los encuestados mostrar indecisión o elegir el voto en blanco, las principales casas demoscópicas peruanas realizan en la recta final lo que llaman simulacros de votación: estudios que cuentan con las mismas garantías de representatividad que las encuestas, pero en los que además se restringe la elección a dos candidatos con una papeleta simulada. De ahí se extrae un cálculo de votos válidos emitidos para cada candidato, reduciendo al máximo las posibilidades de duda del encuestado. El promedio de los últimos cuatro simulacros de voto publicados eleva al máximo la incertidumbre con respecto al resultado electoral: 50,4% de intención de voto para Castillo, apenas 0,7 puntos menos para Fujimori (49,7%).

Esta minúscula diferencia se ha venido haciendo más pequeña en la segunda mitad de mayo. Los primeros simulacros de votación mostraban huecos que, aunque dentro o alrededor del margen de error, eran más significativos: entre 3 y 5 puntos porcentuales. En una de las simulaciones, Fujimori se sitúa por delante de Castillo aunque apenas por 1,4 puntos.

La tendencia individualizada de cada simulacro también apunta en esta misma dirección. Por ejemplo, el elaborado por la encuestadora Ipsos Perú marcó una pérdida de 1,5 puntos para Castillo entre el 21 y el 28 de mayo (de 52,6% a 51,1%) y un ascenso del mismo valor para Fujimori (de 47,4% a 48,9%). En el realizado por Datum, el que otorgaba la mayor ventaja a Castillo (6,4 puntos: 53,2% vs. 46,8%), la contienda se saldó con un empate virtual (50,5% vs. 49,5%) en solo una semana.

Basado en estos mismos datos, el pronóstico estadístico de la plataforma independiente Cálculo Electoral elabora un pronóstico que discrimina y corrige los sesgos y las calidades de las encuestas. Dicho ejercicio sirve, más que como mecanismo de predicción indiscutible, como herramienta para calibrar la incertidumbre: ¿cómo de segura o insegura es una victoria del candidato que lidera las encuestas a una semana de la votación?, ¿cuándo se inicia la limitación normativa que se aplica a los medios radicados en territorio peruano para publicarlas? La respuesta de los analistas Ricardo Viteri, Sebastián Naranjo y Carolina Viteri es que Castillo tiene unas posibilidades de seis sobre diez de ganar las elecciones, mientras que Fujimori cuenta con las cuatro restantes. Es decir, la certidumbre respecto al resultado es escasa cuando se transita por márgenes de intención de voto tan estrechos.

La extremada polarización de estas elecciones es, de hecho, la razón que explica que la decisión sobre a quién no votar pese tanto o más que la elección del candidato a quién sí se va a conceder el voto. El electorado peruano se está movilizando de una manera extraordinaria, y el equilibrio al que se tiende es la división del país en dos mitades. Se trata en cierta medida de una ilusión que los dos candidatos han alimentado pero que tiende a desdibujarse fuera de la carrera hacia la Presidencia de Fujimori y Castillo. Esta ilusión, sin embargo, se percibe como real en los ojos y las mentes de los electores llamados a las urnas pues se les emplaza a deshacer un empate técnico entre los rivales. Y para ello cada voto cuenta.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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