Egipto, el país del millar de accidentes de tren al año
Tres colisiones en menos de 30 días, con 40 muertos y 350 heridos, muestran las carencias del sistema ferroviario
Cuando a finales de marzo dos trenes colisionaron en la gobernación egipcia de Sohag, en el sur del país, en un accidente que dejó 20 muertos y unos 200 heridos, la respuesta de la Fiscalía fue señalar como causa errores humanos. Ordenó arrestar a varios empleados de la Autoridad de Ferrocarriles Egipcios y aseguró que, según la investigación preliminar, la negligencia y el abuso de drogas de los trabajadores habían sido las principales causas de la tragedia.
El 14 de abril, otro tren que circulaba por la gobernación de Sharqia, en el delta del Nilo, descarriló, y 15 personas más resultaron heridas. La Fiscalía lo atribuyó, de nuevo, a fallos individuales. Solo cuatro días más tarde, otro descarrilamiento, esta vez en la gobernación de Qalyubia, en el norte de El Cairo, dejó 23 muertos y 139 heridos. El ministerio público tiró una vez más de manual, mandó arrestar a 23 trabajadores ferroviarios y señaló que su negligencia había sido la causa de lo sucedido, según informó en un comunicado.
En Egipto, los accidentes de tren son habituales, pero la mayoría de ellos recibe poca atención y tratan de minimizarse. Esta vez, sin embargo, la sucesión de tres desastres en un solo mes, con más de 40 muertos y 350 heridos en total, ha dejado claramente al descubierto los problemas estructurales que aquejan al sistema ferroviario, lo que ha provocado indignación pública hacia los responsables y su gestión. “Los accidentes se producen desde hace mucho tiempo y seguirán produciéndose. El problema es estructural, la infraestructura es muy vieja y no hay inversión”, considera el analista político egipcio Maged Mandour.
Desde 2005, y a excepción del período entre 2011 y 2013, se han registrado cada año más de 1.000 accidentes de tren en Egipto, llegando a superarse los 2.000 en 2018, según la agencia de estadísticas estatal (CAPMAS). En 2019, el último del que se han publicado los datos, fueron 1.863 y particularmente severos: 42,4 muertos por cada 100 heridos.
Por la red de ferrocarriles egipcia pasan más de un millón de pasajeros al día, sobre todo de clases populares, por lo que los reiterados accidentes de tren, en particular los más graves, son una cuestión sensible, y las autoridades son conscientes de ello. En 2019, cuando un accidente mortal se produjo en la estación Ramsés en El Cairo, la principal del país y en el corazón de la capital, hubo llamadas a protestar y una campaña de detenciones.
Que las causas de los accidentes ferroviarios son más profundas que la supuesta negligencia de sus trabajadores es del dominio público. Desde al menos 2017, y según la CAPMAS, más del 80% han sido colisiones en alguno de los 1.300 cruces de tren del país, manejados durante mucho tiempo –y cientos aún ahora– con un antiguo sistema manual. El general Kamel Al Wazir, al frente del Ministerio de Transporte, aseguró ante el Parlamento en enero que 732 se han modernizado y que unos 400 están en proceso.
Otro elemento problemático es su anticuado sistema de señalización y comunicación, que propicia errores humanos y que, a juzgar por las declaraciones de El Wazir en enero, aún no se ha modernizado. Además, el parque de locomotoras y vagones también es antiguo, algo que las autoridades quieren revertir importando nuevas y, sobre todo, desarrollando la industria local, una apuesta que no está claro cuánto tiempo llevará.
En este contexto, la decisión de las autoridades de considerar prioritaria la puntualidad de los trenes ha agravado la situación, ya que ha ordenado desactivar en algunos tramos el control automático para que los convoyes circulen más rápido. Los ferrocarriles siniestrados en Sohag y Sharqia, por ejemplo, tenían los controles desactivados.
Asimismo, las malas condiciones laborales de los empleados ferroviarios, en particular sus largas jornadas de trabajo, combinadas con una limitada formación y bajos salarios, se señalan como uno de los motivos detrás del aumento de la peligrosidad de la red. En 2018, la Autoridad Fiscal Administrativa emitió un informe en el que señaló que existe un déficit de operadores de en torno al 60%.
Para revertir esta situación hacen falta recursos, pero, sobre todo, consideran los críticos, voluntad política. En este sentido, la austeridad del Gobierno egipcio en los últimos años ha disminuido las inversiones en el desarrollo de infraestructuras, según el medio local Mada Masr. Y aunque tras el accidente de Sohag, El Wazir aseguró que destinará casi 12.000 millones de euros hasta 2024 a renovar la red ferroviaria, la partida incluye proyectos realizados ya desde 2014 y no ha cambiado recientemente. Pese a ello, el Gobierno planea invertir miles de millones de euros en macroproyectos ferroviarios, como un monorraíl que conecte con la nueva capital del país y líneas de tren de alta velocidad, que han sido criticadas por superfluas y por servir a un público muy reducido.
“Es una cuestión política, no de recursos. Hay inversiones masivas en infraestructuras, en carreteras y puentes, en el monorraíl, en la nueva línea ferroviaria de alta velocidad. Pero no se está invirtiendo para servir a la masa del pueblo”, critica Mandour.
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