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El deshielo por el calentamiento global desvela tesoros escondidos durante miles de años

Un equipo de arqueólogos suizos busca en un glaciar restos de utensilios fabricados con cristal de roca durante el Mesolítico

Patricia R. Blanco
Una investigadora sostiene un trozo de cristal de roca en un glaciar suizo, el pasado septiembre.
Una investigadora sostiene un trozo de cristal de roca en un glaciar suizo, el pasado septiembre.Valentin Luthiger (Unidad de Conservación y Arqueología de Monumentos del Cantón de Uri)

Hace 10.000 años, grupos de personas ascendieron por las montañas de los Alpes para buscar cristal de roca con el que fabricar herramientas. El deshielo de los glaciares alpinos provocado por el cambio climático está dejando a la luz objetos que arrojan una valiosa información sobre los hombres y mujeres que habitaron la zona en el pasado. El principal, según Marcel Cornelissen, jefe de una expedición arqueológica realizada a principios de septiembre en el borde del glaciar Brunnifirn (cantón de Uri, Suiza) es que, contrariamente a lo que se pensaba, “las personas del Mesolítico no tenían miedo a las montañas”.

Una grieta descubierta por el deshielo en 2013 en la montaña suiza de Oberalpstock ha permitido hallar “cuchillas o puntas de flecha” que revelan que tanto los cazadores y recolectores de la Edad de Piedra Media como los agricultores y pastores del Neolítico utilizaron el cristal de roca como materia prima para fabricar sus herramientas, explica Cornelissen en una entrevista con EL PAÍS.

Aunque ningún arqueólogo celebra el deshielo producido por el aumento de temperaturas, el calentamiento global les abre una puerta para conocer mejor la Historia a través de utensilios que habían estado protegidos durante miles de años por el hielo. Sin embargo, el tiempo corre en su contra, porque muchos de estos tesoros, “especialmente los fabricados con materiales orgánicos como telas o cueros”, podrían desaparecer al estar expuestos a la intemperie, sostiene Cornelissen.

Y las posibilidades de extraerlos son muy limitadas. En su última expedición, a principios de septiembre, financiada por el Departamento de Conservación de Monumentos y Arqueología del Cantón de Uri, el equipo de Cornelissen tuvo que esperar a que el tiempo fuera el adecuado y lo suficientemente estable como para contar “con un helicóptero que pudiera transportar el material extraído”. “La preparación es dura porque no solo hay que estar listo para salir cuando el tiempo lo permita, sino que hay que tener un equipo muy especializado para trabajar”, en este caso, a una altura de 2.800 metros, en el borde del glaciar de Brunnifirn, que desde 1.882 ha perdido una longitud de 1.153 metros, según GLAMOS, una red integrada por varias universidades suizas que estudia los glaciares.

Durante los tres días de trabajo que duró la expedición, el equipo suizo extrajo mil kilos de arena que están siendo procesados en el laboratorio del Instituto de Cultura de los Alpes. Y el trabajo será arduo, sostiene Cornelissen: “Trabajar con el Mesolítico es complicado porque muchas veces encontramos piezas de entre uno y tres centímetros”.

Los descubrimientos en el hielo

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Los hallazgos protegidos durante milenios por el hielo han permitido reconstruir pequeños retazos del pasado más remoto. Ötzi, la momia prehistórica encontrada por casualidad en los Alpes en 1991, continúa arrojando nuevos datos sobre la forma de vida de aquel hombre asesinado de un flechazo por la espalda hace unos 5.300 años.

En los glaciares noruegos, en el paso de Lendbreen, los arqueólogos acaban de descubrir un puerto montañoso que creen que los vikingos utilizaban como ruta comercial por los objetos encontrados, como trineos, guantes e incluso raquetas para la nieve. Y bajo los hielos de la provincia de Mongolia de Bayan-Ulgii, los investigadores han hallado lanzas, astas y tendones de animales intactos para hacer arcos de la Edad de Bronce.

Además de objetos de hace miles de años, el deshielo de los glaciares ha dejado al descubierto cuerpos de personas atrapadas durante décadas en el hielo. En 2016, un empleado de los teleféricos del monte Cervino, en los Alpes suizos, halló en el glaciar Tsanfleuron los cadáveres congelados del matrimonio formado por Marcelin y Francine Dumoulin, desaparecidos en 1942.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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