Idlib, el último baluarte rebelde
La provincia siria está en manos de radicales yihadistas y los enfrentamientos entre las tropas turcas y el Ejército de El Asad hacen temer una escalada en el conflicto
En 2011 Idlib se convirtió en uno de los focos del levantamiento popular contra la dictadura de Bachar el Asad. Los rebeldes incluso se hicieron brevemente con el control de la provincia, y su homónima capital, hasta que el régimen pudo recuperar esa zona estratégica del noroeste de Siria. En efecto, Idlib colinda con Turquía y está atravesada por dos arterias vitales: la M4, que conecta Alepo con Latakia; y la M5, que va de Alepo a Damasco.
En la primavera de 2015, con la revolución ya descarrilada por la deriva yihadista, Idlib fue conquistada por una alianza que incluía a Yabhat al Nusra (Frente de la Victoria), afiliado a Al Qaeda, y los islamistas radicales de Ahrar al Sham (Sirios Libres). Desde entonces ha estado en manos de los rebeldes, en particular Hay’at Tahrir al Sham (HTS, Comité por la Liberación de Siria, como se rebautizó Yabhat al Nusra en 2016), que controla dos tercios del territorio.
A pesar del cambio de nombre, es poco dudable que HTS continúe teniendo vínculos con Al Qaeda, tanto directos como a través de sus aliados yihadistas en la región: milicias sirias como Ansar al Tawhid (Defensores del Monoteísmo) y Hurras al Din (Guardianes de la Religión), y contingentes extranjeros como los uigures del Partido Islámico de Turkistán y los chechenos de Yunud al-Sham (Soldados de Siria).
El sur de Idlib está en manos del Frente Nacional por la Liberación, al que apoya Turquía y que está integrado por fuerzas afiliadas al relativamente moderado Ejército Sirio Libre y varios grupos salafistas y yihadistas como el Frente de Liberación Sirio (del que forma parte Ahrar al Sham).
En mayo de 2017, Turquía firmó un acuerdo de desescalada con Rusia e Irán en Astaná, la capital kazaja donde tienen lugar las negociaciones de los principales actores internacionales del conflicto. El objetivo era dar un respiro a las zonas controladas por los rebeldes, incluida Idlib, donde tropas turcas y rusas fueron desplegadas a ambos lados del frente.
Sin embargo, el régimen de El Asad no aceptó el acuerdo (como tampoco lo hizo la oposición, debido a la falta de garantías), y el ejército sirio continuó su avance contra los últimos focos rebeldes: el norte de Homs, Deraa, Quneitra, el Guta oriental. Estas ofensivas a menudo terminaron con acuerdos que permitían que los combatientes y sus familias fuesen evacuados a Idlib.
Antes del conflicto, la provincia tenía alrededor de un millón y medio de habitantes. En la actualidad, la ONU calcula que alcanza los tres millones, un tercio de los cuales serían niños. Un porcentaje significativo ha sido desplazado en múltiples ocasiones. De hecho, la última ofensiva del régimen sirio, lanzada en diciembre del año pasado, ha causado el éxodo de 900.000 civiles, el mayor en nueve años de conflicto. Muchos se cobijan en refugios con apenas comida y soportando temperaturas bajo cero.
Por otra parte, temeroso de una nueva ola de refugiados hacia Turquía, el 8 de febrero el presidente turco Recep Tayyip Erdogán envió cientos de tanques y carros blindados a Idlib para evitar que cayese en manos del régimen. Desde entonces se han producido enfrentamientos directos entre las tropas turcas y el Ejército sirio que hacen temer una escalada.
Ana Belén Soage es analista y profesora de Ciencia Política en Suffolk University y EAE Business School. Este artículo ha sido elaborado por Agenda Pública para EL PAÍS.
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