El abogado hispanofrancés en el centro de la polémica por el vídeo sexual del candidato de Macron en París
Juan Branco aconsejó al artista ruso Piotr Pavlenski antes de difundir las imágenes que derribaron a Benjamin Griveaux, aspirante a la alcaldía de la capital
Juan Branco viene del mismo mundo que Emmanuel Macron y el pequeño grupo de treintañeros sobradamente preparados con los que hace tres años conquistó por sorpresa el poder. El abogado hispanofrancés es un producto perfecto de la misma fábrica de la aristocracia republicana. Educado en las mejores escuelas y universidades, viste como ellos, habla como ellos, razona como ellos. Con una diferencia: considera que Macron y los suyos llevan a Francia “al abismo”, que “solo formalmente respetan [el] sistema democrático”, y que "han violado [los] principios democráticos y republicanos”. Vaticina que el resultado de esta situación solo puede ser “o el endurecimiento autoritario del régimen, hasta el exceso, o su derrumbe”.
Todo esto lo escribe Branco en Crépuscule (Crepúsculo), el panfleto antimacroniano publicado en 2019 del que ha vendido 150.000 ejemplares. Hoy se encuentra en el centro de la polémica por la difusión del vídeo sexual que ha provocado la caída de uno de estos niños prodigio del macronismo: Benjamin Griveaux, que hasta el viernes por la mañana era candidato a la alcaldía de París. Horas después de empezar a circular el vídeo, abandonó la campaña.
La dimisión de Griveaux, estrecho colaborador de Macron desde que se lanzó a la carrera presidencial, es un contratiempo para el presidente de la República ante las elecciones municipales del 15 y el 22 de marzo. Los hechos han sacudido la política francesa, donde la línea divisoria entre la vida pública y privada suele ser clara. Cruzarla es un tabú y este tipo de filtraciones son poco habituales.
Branco (Estepona, 1989) es hijo de la psicoanalista española Dolores López y del productor de cine portugués Paulo Branco, que ha trabajado con Wim Wenders, Manoel de Oliveira y Raul Ruiz. Se educó en la Escuela Alsaciana de París, vivero de las élites, y estudió en la prestigiosa Sciences-Po y en la exclusiva Escuela Normal Superior. A sus 30 años, ha trabajado para gabinetes ministeriales y ha sido candidato a unas elecciones legislativas por el partido de izquierda populista La Francia Insumisa.
Hasta la tarde de este martes, cuando ha renunciado al caso después de un contencioso por posible conflicto de intereses, se presentó como abogado de Piotr Pavlenski, el artista y activista ruso que se atribuyó la difusión del vídeo. Pavlenski consultó con Branco antes de publicar el vídeo en la Red. Griveaux lo había enviado supuestamente en 2018, cuando era portavoz del Gobierno, a Alexandra de Taddeo, que actualmente es pareja de Pavlenski.
Ambos —Pavlenski y Taddeo— fueron detenidos el fin de semana para ser interrogados ante un posible “atentado a la intimidad de la vida privada” y por “difusión de imágenes de carácter sexual sin el acuerdo de las personas”. La noche este martes fueron imputados, aunque quedaron en libertad. Branco forma junto a Pavlenski y Taddeo “un trío sin fe ni ley”, según titulaba el lunes Le Monde, que ha puesto patas arriba la campaña para las municipales de marzo. Según Le Monde, Griveaux sabe que sus enemigos poseen otras imágenes comprometedoras.
En el despacho del bufete Branco & Asociados, Branco —que ha sido abogado de Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, hoy en prisión— explica a EL PAÍS que conoció en noviembre a Pavlenski, de 35 años, y a Taddeo, de 29 años, durante los preparativos de una conferencia internacional sobre tecnología en Lisboa.
En diciembre, Branco asistió a una charla de Pavlenski en la Sorbona. Pavlenski, opositor a Vladímir Putin, era conocido por sus performances radicales: en Rusia se había cosido los labios o se había clavado el escroto en la Plaza Roja; en Francia, donde vive como refugiado desde 2017, quemó una sede del Banco de Francia en la plaza de La Bastilla. “Le invité a un fiesta de Año Nuevo porque veía que estaba poco socializado”, dice Branco. La fiesta de Año Nuevo acabó mal, con Pavlenski implicado en una reyerta en la que aparentemente agredió a otras personas con un cuchillo.
Por aquellas fechas, recuerda Branco, Pavlenski le reveló que preparaba “una gran acción”. “Lo mantuvieron muy en secreto hasta unos diez días o dos semanas antes”, añade. “En un momento dado [Pavlenski y Taddeo] me dijeron: ‘Estamos preparados, debemos vernos’”. Cuenta que le hablaron del vídeo, se lo mostraron. Él les advirtió de las posibles consecuencias locales y les ilustró sobre el contexto cultural francés, donde en general la vida privada de los políticos se respeta. “¿Estáis seguros?”, dice que les preguntó.
La cuestión de la autenticidad —es decir, si las imágenes correspondían a Griveaux— la resolvió Griveaux al dimitir tras difundirse el vídeo. La de la manipulación es más compleja.
La especialista en Rusia Galia Ackerman, traductora de un libro de Pavlenski, ha sugerido que podría tratarse de lo que en Rusia llaman un kompromat. “Todo esto me recuerda a las viejas técnicas soviéticas. Se empleaban mujeres y hombres jóvenes para hacer caer en una trampa a políticos y obtener material comprometedor en su contra”, dice Ackerman en el diario Le Parisien.
Branco rechaza esta hipótesis. “Por lo que yo veía de ellos, era una cosa muy de aficionados”, asegura. “No había una maquinaria detrás”.
Fuese fruto de un plan estudiado para derribar una figura clave del macronismo o una improvisación que se escapó de las manos a sus artífices, lo cierto es que, para Branco, atacar el sistema Macron es un objetivo desde hace tiempo. A Griveaux, a quien dedica un capítulo de Crépuscule, lo consideraba un pilar de ese sistema. El 5 de enero de 2019, asistió, durante una manifestación de chalecos amarillos, al derribo de la puerta del ministerio donde entonces ejercía Griveaux.
“Me pareció un gesto bello”, dice. Y, podría añadirse, un prolegómeno de la caída real, un año después, del amigo de Macron: objetivo logrado.
Imputados por la difusión de las imágenes, y en libertad
La Justicia francesa ha imputado este martes al artista y activista ruso Piotr Pavlenski y a su compañera, la estudiante Alexandre de Taddeo, por su papel en la difusión del vídeo sexual que el viernes precipitó la caída de Benjamin Griveaux, candidato del partido de Emmanuel Macron a la alcaldía de París. Ambos han salido en libertad vigilada. Entre otras restricciones, no podrán entrar en contacto.
Pavlenski y Taddeo, bajo custodia desde el sábado para ser interrogados, están acusados de “difusión sin acuerdo de la persona de una grabación de palabras o imágenes de carácter sexual”. Pavlenski, que se declaró "contento" por la difusión del vídeo y sorprendido de salir en libertad, es objeto de una segunda investigación por una pelea en una fiesta de Año Nuevo en la que supuestamente hirió con un cuchillo a dos invitados. En este segundo caso, Pavlenski no fue imputado, según su nuevo abogado, Yassine Bourzou. Este ha asumido la defensa después de la renuncia de Juan Branco, que le había aconsejado antes de difundir el vídeo.
La fiscalía había cuestionado que Branco pudiera ejercer la defensa de Pavleski. El motivo era un posible conflicto de intereses debido a la proximidad del abogado con su cliente. La abogada de Tadeo, Noémie Saidi-Cottier, declaró que su clienta “no se siente víctima”, pero negó su implicación en la difusión de las imágenes, informó la cadena France Info. Saidi-Cottier explicó que su intención al almacenarlas no era “difundirlas en Internet” y que en aquel momento, en 2018, todavía no conocía a Pavlenski. “Las guardó porque consideraba que era bueno para ella guardarlas”, dijo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.