El histórico ascenso del Sinn Féin remueve el tablero político irlandés
Las negociaciones para formar Gobierno pueden durar meses
Las victorias y derrotas de las elecciones irlandesas del sábado van a obligar a todos los partidos a replantearse sus posiciones y, seguramente, a tragarse más de un sapo. Los dos grandes partidos, el Fianna Fáil (FF) y el Fine Gael (FG), habían podido hasta ahora aislar la incómoda presencia en la vida pública del Sinn Féin (SF), el brazo político de la organización terrorista IRA. El histórico ascenso de la formación, que se ha beneficiado del hartazgo general con el bipartidismo y ha sabido camuflar su pasado con un eficaz mensaje social, ha cambiado las reglas del juego.
La formación de izquierda radical lleva camino de obtener, en un complicado recuento que todavía sigue en marcha este lunes, una cifra cercana a los cuarenta diputados (los cálculos hablan de 36) en un parlamento de 160 escaños. Podría haber obtenido más, pero sus propias dudas sobre la fuerza electoral real que arrastraban llevaron al SF a presentar a los candidatos justos en las 39 circunscripciones del país. Con el sistema proporcional de Voto Transferible que utiliza Irlanda (el único país, junto con Malta), los votos sobrantes del primer recuento (y los candidatos del SF los han tenido en abundancia) beneficiarán a otras formaciones.
La presidenta del SF, Mary Lou McDonald, representa por sí misma las claves del éxito de un partido que hasta ahora era un paria en la política irlandesa. A diferencia del legendario Gerry Adams, no se le conocen vínculos con el IRA. Su acento es dublinés, y no norirlandés. Su imagen afable y de ciudadana corriente no tiene nada que ver con la autoridad (y temor) que representaba la generación de Adams. Un mensaje muy centrado en los problemas del día a día (la carestía de la vivienda y las pensiones), y la decisión estratégica de guardar en un cajón la perenne reivindicación de una Irlanda reunificada ha conseguido convencer a varias generaciones de irlandeses.
McDonald tiene fresco en la memoria el desastre que supuso para el Partido Laborista irlandés formar coalición con uno de los dos grandes, el Fina Gael, entre 2011 y 2016. Acabó pagando el coste de las decisiones más impopulares de un Gobierno atado por la austeridad. El Sinn Féin quiere gobernar, pero es consciente de que sus electores no entenderían que apoyara el viejo bipartidismo. Su líder ha anunciado que intentará formar coalición con el resto de partidos progresistas minoritarios (los verdes, laboristas, socialdemócratas...) pero no parece que puedan alcanzar la cifra mágica de 80 diputados. La alianza más realista para ellos sería con el Fianna Fail, que todavía mantiene un cierto halo de fuerza de centro izquierda. Su líder, Michael Martin, ya ha comenzado a recular de su posición previa de rechazo absoluto a cualquier aproximación al brazo político del IRA. "Nadie imaginó que el Sinn Féin iba a lograr este resultado, y debemos tenerlo en cuenta. Comenzar a hablar no significa que vayamos a entrar en coalición con ellos", ha dicho. Primeras señales de que la brújula ha indicado una nueva dirección. El FF tendrá de ahora en adelante días de fuerte tensión interna, con un partido dividido al respecto. Sus portavoces de Economía y de Justicia, Michael McGrath y Jim O'Callaghan, los que más tienen que temer en sus respectivos departamentos las imprevisibles políticas del Sinn Féin, han mostrado ya con fiereza su oposición a cualquier acercamiento. McDonald, mientras, disfruta de su inesperado éxito, se muestra dispuesta a hablar con todos, y les recuerda que "eso es lo que se espera de los adultos y en eso consiste la democracia".
El todavía primer ministro, Leo Varadkar, ha sido el gran damnificado de estos comicios. No ha logrado rentabilizar ni su buen manejo del Brexit ni la recuperación económica. Ha sido el más rotundo en descartar cualquier contacto con el Sinn Féin, e insiste en la idea de formar una Gran Coalición con su eterno rival, el Fianna Fáil. En los últimos años fueron su muleta de Gobierno con un pacto de legislatura. Pero son muchos dentro de esas formaciones, que se han repartido el poder durante un siglo, los que temen que una Gran Coalición sería la puntilla definitiva para que el electorado les diera de lado.
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