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El Sinn Féin logra situarse en Irlanda al mismo nivel que los dos principales partidos, según el sondeo a pie de urna

El empate técnico entre las tres fuerzas dificulta la formación de Gobierno

Rafa de Miguel
El primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, en un colegio electoral de Dublín este sábado.
El primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, en un colegio electoral de Dublín este sábado.Damien Storan (AP)

El Sinn Féin, considerado durante décadas el "brazo político" de la organización terrorista IRA, ha irrumpido con fuerza en el escenario político de la República de Irlanda. El recuento de votos ha comenzado a las 9.00 de este domingo (10.00, en la España peninsular) y el sondeo a pie de urna elaborado para la televisión pública RTÉ y el diario The Irish Times, con un margen de error del 1,3%, ofrece un resultado histórico. Los dos partidos que se han alternado en el Gobierno en los últimos 100 años han perdido su hegemonía. El Fine Gael (FG), actualmente en el poder, habría obtenido un 22,4% de los votos. El Finna Fáil (FF), su eterno rival, un 22,3%. El Sinn Féin, con un apoyo del 22,2%, se sitúa exactamente en el mismo nivel.

Un empate técnico que no debe trasladarse más tarde en número de escaños. El sistema proporcional con Voto Transferible favorece a los partidos que más candidatos presentan. Las dos principales formaciones habían presentado más de 80 cada una por todo el país. El Sinn Féin, el primer sorprendido con el resultado, presentó poco más de 40. Si los datos del sondeo se confirman, sin embargo, podrá reclamar con derecho un sitio en la mesa de unas negociaciones que se presentan largas y complicadas. Tanto el FG como el FF han anunciado su rechazo tajante a formar coalición con el Sinn Féin en caso de alcanzar la victoria.

Obligados a alterar su fin de semana para ir a votar—la tradición ha sido siempre en jueves—, concentrados en el partido de rugby que enfrentaba a Irlanda y Gales en el Torneo de las Seis Naciones, y prevenidos ante la tormenta Ciara que azotó la isla, los irlandeses acudieron este sábado a las urnas desde primera hora en cifras superiores a otras convocatorias. Se habían bautizado como las elecciones del “cambio”, en las que la desigualdad social ha pesado en el ánimo de las generaciones jóvenes, ansiosas por acabar con un siglo de bipartidismo.

Entre las hordas de aficionados que acudían a media tarde al estadio Aviva, en el sur de Dublín, estaba Joe (el apellido prefirió no darlo), de 45 años y buen puesto de trabajo. “No tengo la menor duda. La gente quiere que sean las elecciones del cambio. No estaría mal recordar a todos que tengan cuidado con lo que realmente desean”.

 —¿Se refiere al ascenso del Sinn Féin?

—“Exacto. A ver si esto va a acabar siendo como Venezuela, pero con lluvia”.

Los dos partidos que se han repartido el poder durante un siglo se han dedicado durante toda la campaña a atacarse despiadadamente entre ellos, y a arremeter contra el Sinn Féin en los últimos días, cuando las encuestas apuntaron que “el brazo político del IRA” llevaba camino de alcanzar una histórica primera posición. El taoiseach (como se denomina al primer ministro en gaélico irlandés) Leo Varadkar, quien supuso todo un soplo de aire fresco en 2017 con su abierta homosexualidad y sus gestos social-liberales, no ha logrado consolidar el respaldo del FG. Se ha concentrado durante tres años en asegurar un Brexit que no dañara los intereses de Irlanda. Lo ha conseguido, gracias en parte al consenso del resto de partidos. Difuminada la amenaza, Varadkar no ha logrado esgrimirla como un triunfo.

La economía irlandesa se recupera aceleradamente después del impacto sufrido por la crisis de la década pasada, pero la clase media siente que las ganancias se han distribuido de modo injusto. Los dos asuntos centrales de la campaña han sido la carestía de la vivienda (junto al desorbitado precio de los alquileres en Dublín, que concentra un tercio de la población del país) y el deterioro de la sanidad pública. Con un programa ambicioso (aunque tachado por los expertos de poco realista), el Sinn Féin ha logrado presentarse como la alternativa progresista frente a un bipartidismo en claro declive. Una nueva generación se ha mostrado, en teoría, dispuesta a borrar el pasado del partido asociado a la violencia terrorista.

La primera sorprendida por las elevadas expectativas ha sido la propia dirección del Sinn Féin. Con un sistema proporcional como el irlandés, corregido por el Voto Transferible que permite al votante fijar un orden de preferencia para que no se pierdan votos, la formación se ha dado cuenta demasiado tarde de que no había presentado el suficiente número de candidatos en las 39 circunscripciones electorales. Incluso si esta vez, a diferencia de ocasiones anteriores, los resultados se corresponden con lo anunciado por las encuestas, no tendrán suficientes diputados como para formar una mayoría.  

El único camino imposible en los próximos meses sería el de una gran coalición entre el FG y el FG, que sería el penúltimo paso hacia el derrumbe definitivo del bipartidismo. Los dos miran de reojo los resultados de una miríada de formaciones menores (laboristas, verdes, socialdemócratas o la coalición progresista Solidaridad-Gente antes que Beneficios), con la esperanza de que sumen suficientes votos como para ensayar un Gobierno a múltiples bandas. Todo menos tener que sentarse con el Sinn Féin, cuyo pasado ha sido recordado constantemente y cuyas políticas se han presentado como radicales y nocivas.

Irlanda venció a Gales, 24 a 14. Un posible recordatorio de que a veces en la política, como en el rugby, solo se puede ir hacia delante si la pelota se pasa hacia atrás. Aunque, como advertía uno de los jóvenes aficionados, “no vas a encontrar en el mundo del rugby a muchos votantes del Sinn Féin”.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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