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PROTAGONISTAS | Ekaterini Sakelaropulu

La señora ‘presidente’ de Grecia

Una magistrada es la nueva jefa del Estado heleno, que lidera el ránking de desigualdad de género de la UE

María Antonia Sánchez-Vallejo
Ekaterini Sakelaropulu, el 22 de enero en Atenas.
Ekaterini Sakelaropulu, el 22 de enero en Atenas. Reuters

Ekaterini Sakelaropulu, una magistrada de talante progresista, será a partir de marzo la nueva presidente de Grecia. Presidente, como suena, porque la morfología de la lengua griega así lo impone y porque no hay atisbos de lenguaje inclusivo, ni nada que se le parezca, en un país cuyo actual Gobierno tiene solo dos ministras —"las ministros", también— entre 22 carteras. Así que lo de menos, dicen algunos, es que la palabra no admita el femenino, porque lo importante es dar pasos adelante y porque la feminista Sakelaropulu, elegida por el Parlamento el 22 de enero, ha demostrado estar dispuesta incluso a las zancadas.

Más allá del papel ceremonial que la Constitución reserva a su función, la nueva jefa del Estado y de las fuerzas armadas de Grecia apeló en su primera alocución pública a la ciudadanía de sus compatriotas: “Espero ver una sociedad que respeta los derechos, tal como están recogidos en la Constitución, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Convenio Europeo de Derechos Humanos”. Sakelaropulu subrayó dos cuestiones, la emergencia climática —es especialista en derecho medioambiental— y el fenómeno migratorio, precisamente cuando el Gobierno afronta severas críticas por el abandono, por no llamarlo indigencia, en que viven decenas de miles de refugiados y migrantes, sobre todo en las islas del Egeo. “Nuestro país es un Estado moderno gobernado por el imperio de la ley”, recordó a modo de sutil admonición.

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La tesalonicense Sakelaropulu, de 63 años, francófila y francófona —amplió estudios en la Sorbona II tras licenciarse en Derecho en Atenas—, presidía hasta ahora el Consejo de Estado, la más alta instancia administrativa del país (también fue la primera mujer en hacerlo). Divorciada y con un hijo, defiende los derechos civiles, el matrimonio homosexual, los derechos de los refugiados y la protección del medio ambiente, ámbitos en los que Grecia va a la zaga de sus pares europeos. La defensa de la naturaleza a veces ha entrado en conflicto con su trabajo, como cuando avaló un ambicioso proyecto minero en el norte del país muy criticado por los ecologistas, por garantizar una inversión millonaria en plena crisis.

En Grecia —donde la política es casi una disciplina olímpica que se vive con pasión, como una gran final permanente—, a un Gobierno progresista le suele corresponder un presidente conservador, y a la inversa, por mor del presunto consenso. Por eso la propuesta de Sakelaropulu por parte del primer ministro conservador Kyriakos Mitsotakis, a quien compete la designación, no extrañó a nadie. Lo que sí ha llamado la atención es el unánime respaldo en el Parlamento: la mandataria recibió 261 votos a favor —del Gobierno y de buena parte de la oposición— de un total de 300 escaños. De hecho, en un país polarizado y habitualmente a la gresca, el 55,5% de los ciudadanos aprobaron la elección de Mitsotakis, y el 61,6%, la decisión de Syriza de votar a favor de la candidata, según un sondeo.

Del raro consenso se desmarcó, tan airado como siempre, el ex primer ministro conservador Andonis Samarás, porque su nombre había sonado con cierta insistencia en las primeras quinielas… Otra propuesta, sorprendente incluso para la propia interesada, fue la de Magda Fyssas, madre de un rapero asesinado por un militante neonazi en 2013, que se enteró de su candidatura cuando su promotor, el inefable Yanis Varufakis, la hizo pública.

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El hecho de proponer a una mujer como presidenta (o presidente) hace entrar a Grecia en una nueva era, ha subrayado Mitsotakis, para quien Sakelaropulu encarna "la unidad y el progreso". Una etapa más propicia para las mujeres en la vida pública, en un país con un patriarcado inscrito hasta el ADN y donde solo el 18% de los parlamentarios son mujeres (por no hablar de la gran empresa, con el 9,3% de ejecutivas). Grecia, donde una de cada cinco mujeres está en paro según las estadísticas más amables, lidera la lista los países miembros de la UE en desigualdad de género.

Un rol protocolario

Más allá del papel protocolario —aunque pueden declarar la guerra a instancias del Ejecutivo—, de los presidentes griegos se espera de vez en cuando algún alarde, una rúbrica de su estilo personal. El mandatario saliente, el conservador Prokopis Pavlópulos —que coexistió amablemente con el Gobierno de Syriza—, no se arredró a la hora de reclamar las anheladas compensaciones de guerra por la invasión nazi (1941-44) a su homólogo alemán Frank-Walter Steinmeier durante una visita oficial de este a Atenas. La hipotética vía de expresión de Sakelaropulu puede discurrir, por tanto, por el amplio ámbito de los derechos humanos, y el primer indicio podría ser la propuesta del Tribunal Europeo de Derechos Humanos para el Nobel de la Paz de este año, formulada este viernes por Atenas.

En cualquier caso, con una figura de consenso como ella, Grecia solventa para los próximos cinco años de su mandato un trámite algo más que administrativo o protocolario. El fiasco de la elección presidencial anterior, a finales de 2014, precipitó la convocatoria de elecciones, las que ganó Syriza. Aunque parezca que hace un siglo de aquel episodio, del espejismo de la revolución y del frecuentado precipicio del Grexit, la institucionalidad se consolida en Grecia... aunque sea a costa del lenguaje inclusivo.

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