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Grecia legaliza las uniones gais pese a la firme oposición de la Iglesia

La nueva ley, aprobada gracias a los votos de parte de la oposición, no permite a las parejas adoptar ni la custodia de los hijos del otro

Dos jóvenes griegos se besan como protestas a la homofobiaFoto: reuters_live | Vídeo: REUTERS
María Antonia Sánchez-Vallejo

‘Besadas’ gais ante iglesias contra un colérico repique de campanas: la imagen de la polémica de este martes en Grecia. La tramitación parlamentaria del proyecto de ley que homologa las uniones gais —no el matrimonio— ha galvanizado a sus defensores (la comunidad LGTB, que la considera “tardía e insuficiente”) y sus detractores (la Iglesia a la cabeza, que ha hecho sonar las campanas como protesta, pero también el aliado de Alexis Tsipras en el Gobierno).

La nueva ley saca a Grecia del furgón de cola de la Unión Europea (donde aún figuran Italia, Polonia y Rumania) y añade una muesca a la por el momento corta lista de promesas electorales llevadas a la práctica por el Gobierno de Syriza. Con Griegos Independientes (ANEL), socio del Ejecutivo, en contra, ha sido aprobado gracias al apoyo de Pasok y To Potami, la residual Unión de Centristas, y algún que otro outsider conservador, como Kyriakos Mitsotakis, uno de los que aspiran al liderazgo de Nueva Democracia (principal partido de oposición).

En un país dominado desde hace siglos por la Iglesia ortodoxa —la cremación sigue estando prohibida, y los deudos deben trasladar el cadáver a algún país vecino para ser incinerado—, el clamor social por la equiparación de estas uniones apenas si ha conseguido apagar la estruendosa oposición de la jerarquía eclesiástica, que ha calificado la iniciativa de “atentado a las leyes humanas y de la cristiandad” o “aberración contra natura” (llamando algunos, incluso, “monstruos de la naturaleza” a los gais).

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Pero lo cierto es que nueva ley, aprobada con los votos en contra de comunistas y neonazis, se limita a legalizar la inscripción de parejas del mismo género; no permite la adopción, la adquisición de la nacionalidad por la pareja o la custodia de los hijos de esta. La marginación de los homosexuales a la hora de cobrar la pensión de la pareja fallecida, o de heredar sus bienes, provocó en 2013 una resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra Grecia. Las agresiones homófobas se han incrementado además en los últimos años.

Para los activistas LGTB, la medida, aun insuficiente, supone un paso de gigante para visualizar socialmente a un colectivo ocultado y forzosamente discreto hasta ahora. “Lo más importante es que el Estado nos reconozca, eso es un paso fundamental para que la sociedad empiece a cambiar y nos acepte”, señala por correo electrónico el miembro de un grupo de apoyo gay en una pequeña ciudad del norte del país que pide no ser identificado.

"No podía reclamar su cadáver en el hospital"

Aunque la legalización de las uniones gais figuraba en el programa electoral de Syriza —y su aprobación no supone coste alguno, ni impacto fiscal, como solicitan los acreedores a cambio del tercer rescate—, recibió un inesperado impulso a principios de este mes con la muerte de un popular actor, Minas Hatzisavas, tras una larga enfermedad. Su compañero envió un estremecedor mensaje a Tsipras que espoleó el debate: “Esta es una carta al primer ministro… He estado con él [Hatzisavas] durante 25 años pero nadie asumía que un día yo pudiera reclamar su cadáver en el hospital. Ha sido un proceso burocrático infame”, se quejaba el compañero del actor. La revelación de la condición sexual de este fue durante días pasto de los titulares y blanco de dardos e invectivas.

Tsipras ha debido dar marcha atrás recientemente en su intento de aplicar un programa paralelo, o social, para contrarrestar el impacto de nuevos recortes y ajustes entre los segmentos más vulnerables de la población; el rechazo de los acreedores ha neutralizado su propósito. Pero a cambio se ha volcado en aquellas leyes ‘gratuitas’ –o simbólicas, como las descalifican sus detractores-, como por ejemplo la que concede la nacionalidad a la segunda generación de inmigrantes y que también salió adelante gracias al Pasok y To Potami, frente al rechazo de ANEL.

Sin embargo, la ley de uniones homosexuales pone especialmente de relieve el feroz desencuentro —pese a las buenas formas en público, o las contadas liturgias a las que Tsipras ha acudido— de Gobierno y jerarquía eclesiástica. La tensión entre ambas instancias estuvo a punto de desbocarse en septiembre con motivo de la presencia de símbolos religiosos en las escuelas, y en plena inauguración del curso académico (el programa electoral de Syriza contempla la separación efectiva Iglesia-Estado, y la abolición de los privilegios fiscales de esta). Tsipras ha sido el primer jefe de Gobierno en el país heleno que prometió sobre la Constitución su cargo, igual que muchos miembros de su Gabinete, en una ceremonia hasta entonces únicamente religiosa.

Italia, a la cola de Europa

MARÍA SALAS ORAÁ

Italia es el único gran país de Europa occidental que sigue sin legalizar el matrimonio gay ni reconocer las uniones de hecho homosexuales. Con su negativa, el país, donde más del 85% de sus habitantes son católicos, se coloca junto a Polonia y otros países del Este.

Tras la aprobación del matrimonio gay en Irlanda, la ministra de Reformas, Maria Elena Boschi, anunció una ley para legalizar las uniones. Debería haber sido debatida en la Cámara antes de final de año, pero está paralizada. Busca legislar las uniones civiles entre personas del mismo sexo, pero no se plantea equipararlas a los matrimonios heterosexuales.

El retraso se explica, en parte, por la influencia del Vaticano en la sociedad italiana. En este país, siempre a remolque en la conquista de los derechos civiles, la autoridad de la Iglesia trasciende la Ciudad del Vaticano.

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