La protesta flaquea en Francia sin haber frenado la reforma de las pensiones
París regresa a la normalidad tras un mes y medio de huelga y manifestaciones contra el plan de Macron
París vuelve a la normalidad. Después de 46 días de huelga en los transportes públicos, la capital francesa vivió ayer el primer día sin cierres masivos de líneas de metro y cercanías. Los sindicatos y partidos que impulsaron las movilizaciones han fracasado en su objetivo de frenar la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron. Pero su victoria es incompleta. Otros sectores, minoritarios y con menor capacidad de bloqueo, intentan tomar el relevo.
La protesta actual no habrá sido, finalmente, una repetición de la de 1995, cuando después de tres semanas de movilizaciones el primer ministro, Alain Juppé, retiró una propuesta que en algunos aspectos era similar a la de su discípulo, el actual primer ministro Édouard Philippe. Tampoco ha sido exactamente —como mínimo en las cifras de manifestantes— comparable con las de las protestas contra la reforma de las pensiones de Nicolas Sarkozy, en 2010.
La de este fin de otoño y principio de invierno sí ha sido, en cambio, la más larga en el sector de los transportes. Y ha superado, por ejemplo, las huelgas y disturbios de mayo de 1968. Pero la duración no ha sido suficiente para forzar a Macron y a Philippe a recular en uno de los proyectos estrella del mandato que empezó en 2017 y termina en 2018.
El seguimiento de la huelga se circunscribió casi siempre a sectores muy concretos, sobre todo los transportes. Y, aunque dificultó la actividad laboral y la vida cotidiana en París y su región —especialmente los trabajadores que necesitan transporte público —, en muchos puntos del país apenas se notó. Pese a las simpatías mayoritarias entre los franceses, la huelga nunca prendió en el sector privado. Desde principios de enero, la cifra de huelguistas, como la de manifestantes, no había dejado de disminuir.
Cuando el sábado UNSA —un sindicato pequeño, pero que es el primero en la empresa de transportes de París (RATP)—, anunció una pausa en las protestas, la señal fue clara. Era el fin de lo que había comenzado el 5 de diciembre. La pérdida de ingresos por parte de los huelguistas explica en parte la decisión. Pero también la negativa de Macron a contemplar la retirada de la reforma: la mayoría de los franceses, aunque discrepasen de algunos de sus aspectos, había asumido que el Gobierno no recularía.
El factor decisivo fue la oferta a los sindicatos y a la patronal que Philippe anunció el 11 de enero. Consistía en retirar del texto legislativo uno de los puntos más controvertidos: la introducción de una edad de referencia de 64 años a partir de la cual los franceses podrían cobrar toda su pensión. Si se jubilaban antes, cobrarían menos, y más si lo hacían más tarde. Esta edad de referencia —o edad pivote— suponía de hecho un aumento respecto a la actual edad legal de jubilación a los 62 años.
Al proponer la edad pivote, en diciembre, Philippe había perdido el apoyo de la moderada CFDT, el primer sindicato de Francia, que hasta entonces era favorable a la reforma. Al renunciar unas semanas después a ella, recuperó a este sindicato y a su influyente líder, Laurent Berger. Y ahondó en la división entre los sindicatos moderados —la CFDT y UNSA— y la otra gran organización, la CGT de Philippe Martínez, que pide la supresión completa de la reforma. El Gobierno ha mantenido el núcleo de su propuesta: la fusión en uno solo de los 42 regímenes de pensiones actuales y la introducción de un nuevo método de cálculo por puntos.
El conflicto, sin embargo, no termina. El viernes, coincidiendo con la presentación de la ley ante el Consejo de Ministros, se ha convocado una jornada nacional de huelga y manifestaciones. Los sindicatos contrarios a la reforma prevén jornadas puntuales de huelga, pero la idea de una lucha indefinida y masiva parece aparcada. Las quejas continúan en otros sectores, como los abogados, o por otros motivos, como los profesores de secundaria por el nuevo método de evaluación en bachillerato.
El lento final de la huelga en los transportes ha coincidido con una radicalización de las protestas y con imágenes repetidas de violencia de la policía. El viernes, un grupo intentó entrar en un teatro donde se encontraba el matrimonio Macron. El mismo día se declaró un incendio supuestamente criminal en el restaurante La Rotonde, donde el presidente celebró la victoria en la primera vuelta de las elecciones de 2017 y que se ve como un símbolo de la arrogancia de las élites. La sede de la CFDT ha denunciado dos episodios de intrusión violenta en su sede.
Después de pasar el viernes próximo por el Consejo de Ministros, la reforma debe llegar al Parlamento el 17 de febrero. En paralelo, se celebrará hasta finales de abril una conferencia del Gobierno con los agentes sociales para buscar alternativas que permitan mantener el equilibrio financiero si subir la edad de jubilación a los 64 años. Macron está decidido a adoptar la ley antes del verano. Entretanto los franceses están convocados a elegir a sus alcaldes en las municipales de marzo. El malestar no ha desparecido y la protesta, por este u otro motivo, puede resurgir.
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