El Parlamento británico aprueba el acuerdo comercial con la UE
La Cámara de los Comunes agiliza el debate para poder sacar adelante el texto antes del 1 de enero. División entre los diputados laboristas ante la orden de su dirección de respaldar el acuerdo.
La Cámara de los Comunes ha aprobado este miércoles el acuerdo comercial cerrado entre el Reino Unido y la UE, que evita el abismo de un Brexit duro cuando en la medianoche del jueves concluya el periodo de transición. Con 521 a favor y 73 en contra, los diputados británicos han dado su respaldo a un texto de mínimos que deja muchos flecos pendientes, sobre todo en el sector servicios. Algunos miembros del Partido Laborista, cuyo líder, Keir Starmer, dio la orden de votar a favor del pacto, han desafiado la disciplina parlamentaria con sus abstenciones o votos en contra.
“El propósito central de esta ley es lograr algo que los ciudadanos británicos sabían, en sus corazones, que se podía lograr, aunque les dijeron que era imposible”, ha dicho Boris Johnson en su discurso de presentación del texto legal. “Comerciar y cooperar con nuestros vecinos europeos en los términos más estrechos de amistad y buena voluntad, a la vez que retenemos el control soberano sobre nuestras leyes y nuestro destino nacional”.
Con la mayoría de los diputados encerrados en sus domicilios o despachos, por las duras restricciones impuestas sobre Londres para frenar la expansión del coronavirus, el debate ha durado apenas cinco horas. El Gobierno de Johnson maniobró para evitar cualquier intento de extensión de las discusiones, con el propósito de que el acuerdo se aprobara antes de fin de año, para esquivar cualquier posible incertidumbre jurídica. Los rebeldes euroescépticos que durante años bloquearon cualquier avance en la resolución del Brexit se han plegado a las órdenes de Downing Street sin proferir apenas protesta alguna, e incluso se han esforzado por compartir con Johnson lo que consideran una gran victoria. “Ponemos así fin a 29 años de combate contra los poderes cada vez más amplios de la UE, un combate que comenzó con el debate sobre el Tratado de Maastricht a principios de los noventa”, resumía Ian Duncan Smith, el exlíder del Partido Conservador. “No es un acuerdo perfecto, pero supone un enorme avance respecto a la situación en la que nos encontrábamos”, ha añadido.
El jefe de la oposición laborista, Keir Starmer, ha intentado hasta el final argumentar su decisión de votar a favor del texto, consciente de que una parte considerable de sus filas iba a optar por la rebelión. “Ya no queda tiempo para renegociar nada. No va a haber un acuerdo mejor que este. Si votáramos en contra, el resultado solo sería un no acuerdo”, decía. A pesar de criticar con dureza todas las lagunas de un texto cerrado in extremis, como su falta de atención a un sector tan relevante para la economía británica como el de los servicios, Starmer sabía que participaba en el último gran debate parlamentario sobre el Brexit con las manos atadas. “Entiendo el deseo de todo el mundo de pasar página, pero creo que este acuerdo no solamente es mínimo, sino que además es malo. Podría haberse negociado algo mucho mejor, y todavía puede hacerse”, le respondía el diputado Kevin Brennan, uno de los rebeldes laboristas que ha votado en contra de la ley.
Dos partidos habían expresado claramente desde un principio su oposición al nuevo acuerdo, pese a la sombría disyuntiva en que les había situado Downing Street. El Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés), con 47 escaños, y los liberales demócratas, con 11, han votado en contra del acuerdo. “Este texto es un desastre, un montón de promesas rotas y una muestra de vandalismo económico”, aseguraba el portavoz del SNP, Ian Blackford. “Escocia fue europea antes de ser británica”, aseguraba el político nacionalista.
En un debate que reflejaba el cansancio de los diputados británicos ante una cuestión que ha ocupado todo su tiempo durante los últimos cuatro años y medio, pero que seguía arrastrando gran parte del rencor acumulado entre euroescépticos y europeístas, la voz de Theresa May ha sonado conciliadora y a la altura de las circunstancias. La ex primera ministra, que soportó con estoicismo las constantes traiciones de su propio partido y fue incapaz de llevar a buen puerto el Brexit, ha respaldado el acuerdo presentado por su sucesor; ha reprochado a Starmer que no votara en su momento el acuerdo que ella intentó cerrar, “mejor que el actual”; ha recordado a Johnson que quedan muchas lagunas por negociar y cerrar; y ha recordado a sus colegas conservadores que, “soberanía no significa aislacionismo” y que “el Reino Unido sigue interconectado con el resto del mundo”.
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