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Las últimas ascuas de la hoguera del Brexit

El Parlamento británico votará previsiblemente el miércoles a favor del nuevo acuerdo comercial con la UE. Los euroescépticos examinan el texto al detalle y algunos laboristas se rebelan contra su líder

Boris Johnson, el pasado jueves en la residencial oficial del primer ministro.
Boris Johnson, el pasado jueves en la residencial oficial del primer ministro.Paul Grover (AP)
Rafa de Miguel

Se ha evitado la tragedia, pero la farsa continúa. El Brexit tuvo siempre un alto componente de puro teatro, y Westminster no bajará el telón hasta el último minuto. La Star Chamber (cámara estrellada) era un tribunal que se reunió en ese palacio desde el siglo XV al XVII para juzgar los casos de calumnia y traición. Así se autodenomina el grupo de expertos legales del European Research Group (Grupo de Investigaciones Europeas, ERG en sus siglas en inglés) que, desde el fin de semana, escudriña al detalle el acuerdo comercial firmado con Bruselas. Los diputados conservadores euroescépticos que torturaron hasta la dimisión a la ex primera ministra, Theresa May, se hacen de rogar hasta el final.

El Gobierno de Boris Johnson someterá el texto acordado a debate y votación del Parlamento este miércoles, 24 horas antes de que concluya el periodo de transición previo a que el Brexit sea una completa realidad no solo política, sino también jurídica. “El diablo está en los detalles”, admitía Johnson en sus mensajes de WhatsApp a los conservadores más reacios a dar su brazo a torcer, “pero confío en que el acuerdo supere el despiadado escrutinio de las águilas legales de la cámara estrellada”. El primer ministro se ufanó, antes incluso de que se anunciara la conclusión con éxito de las negociaciones con la UE, en intentar convencer a los euroescépticos para que le dieran su apoyo. Los plazos se han agotado de modo tan extremo que una sorpresa parlamentaria sería irremediable. El Gobierno ha acotado a un solo día de debate el trámite parlamentario, y se resiste a la petición expresada por algunos diputados para que permita una primera votación provisional, y una confirmación posterior.

“Pienses lo que pienses de este acuerdo, es algo que va a afectar al resto de nuestras vidas, y que pone punto y final a una discusión que ha dominado la primera mitad de nuestras vidas”, expresaba con cierto dramatismo David Davis, quien fuera durante un tiempo el ministro para el Brexit, al frente del inicio de las negociaciones con la UE, y a la vez un furibundo euroescéptico. Davis abogaba por una votación provisional, para evitar que el Parlamento Europeo ―que debatirá el texto ya en 2021― tenga una sospechosa ventaja sobre la Cámara de los Comunes.

Sobre la decisión de los diputados euroescépticos pesa la presión de la industria pesquera británica, que ha sido una de las voces más críticas con el acuerdo alcanzado con la UE. “Al final de la partida, el primer ministro tomó la decisión y cedió respecto a la pesca, a pesar de toda la retórica y las promesas de que no haría lo mismo que Ted Heath en 1973 [el primer ministro que impulsó la entrada en la CEE del Reino Unido], denunciaba Barrie Deas, el presidente de la Federación Nacional de Organizaciones Pesqueras.

Algunos diputados reclaman más tiempo para debatir, como si las eternas sesiones de los últimos tres años les hubieran sabido a poco. Johnson, sin embargo, desea pasar página y consolidar su victoria cuanto antes. Por razones opuestas, el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, también desea apurar cuanto antes el amargo cáliz. Después de anunciar la intención de su partido de respaldar el acuerdo ―“mejor un acuerdo, aunque no nos guste, que las consecuencias de un no acuerdo”―, las voces laboristas en contra de la decisión no han dejado de aumentar. “Todas las indicaciones sugieren que el nuevo acuerdo tendrá un gran impacto negativo sobre el PIB [del Reino Unido]. Muchas industrias se verán sometidas a importantes barreras. Estos no son exactamente los mismos beneficios [respecto a la pertenencia a la UE] que se nos prometieron”, escribía en su cuenta de Twitter Anneliese Dodds, la portavoz de Exteriores de la dirección laborista.

Sin desvelar cuál sería el sentido final de su voto que, con toda probabilidad, será de respeto a la disciplina parlamentaria, Dodds recordaba con sus palabras el grado de exigencia que la oposición impuso a Theresa May cuando pretendía aprobar un acuerdo mucho más beneficioso para el Reino Unido que el alcanzado por Johnson. Los diputados laboristas rebeldes, imposibles de cuantificar, advierten a Starmer de que difícilmente podrá hacer responsable al Gobierno de las consecuencias económicas negativas del pacto si le dan su respaldo con un voto afirmativo. “En un momento de tanta relevancia nacional, no resultaría creíble que el laborismo se echara a un lado”, ha respondido Starmer a los que le reclaman una abstención el próximo miércoles.

Londres es en estos momentos una de las zonas del Reino Unido con mayores restricciones sociales, para hacer frente a la amenaza de la nueva cepa del coronavirus. El speaker (presidente) de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, ha pedido a los diputados que eviten en la medida de lo posible cualquier desplazamiento y que ejerzan su prerrogativa de participar por vía remota en el debate y la votación. Hasta el punto de que ya ha advertido de que no concederá más la palabra a los que decidan acudir a Westminster y hacer notar su presencia. Si la distancia es el olvido, Hoyle está dispuesto a contribuir para que queden atrás cuanto antes cuatro años y medio de pesadilla.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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