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El mito del jubilado alemán se topa con la pobreza

La bajada del nivel económico de los mayores alemanes avanza más rápido que la del resto de la población. Un número creciente se ve obligado a trabajar para complementar la pensión

Cola ante un banco de alimentos, el pasado noviembre en la ciudad alemana de Schweinfurt.
Cola ante un banco de alimentos, el pasado noviembre en la ciudad alemana de Schweinfurt.Thomas Lohnes (Getty)
Ana Carbajosa

Una hilera de personas convenientemente distanciadas por carritos de la compra hacen cola una mañana de invierno gélida, a la salida de una iglesia en la periferia de Berlín, la capital alemana. Faltan dos horas para que abra, pero no quieren perder turno en el comedor social, del que saldrán con un bolsón repleto de alimentos. Son parejas jóvenes, pero también jubilados, que necesitan complementar la pensión en un país en el que los mayores se han empobrecido en los últimos 15 años a un ritmo mayor que el del resto de la sociedad. Dentro hay comida de sobra para todos, pero la cola ya da media vuelta al edificio.

“Hay muchos jubilados y familias con muchos hijos. Hay además gente que conocemos por la parroquia que no viene porque le da vergüenza, pero sabemos que su pensión es muy baja”, asegura Christine Hoppmann, al frente de la operación de esta iglesia protestante Paul-Gerhardt de Spandau, aunque en muchos otros barrios de Berlín hay iniciativas similares. Los voluntarios recogen los excedentes que les dan en los supermercados y con ellos preparan bolsas —la covid-19 obliga a empaquetar todo— para unas 400 personas cada día. Los usuarios viven en general de los servicios sociales, el llamado Hartz IV. “Aquí nadie se muere de hambre, la idea es que con los alimentos [que recogen aquí] consigan ahorrar para poderse permitir algo más, para salir a tomar café o ir al cine”.

Fuera, en la calle, en los primeros puestos de la cola espera una mujer de 83 años con un andador con carrito incorporado, que asegura que ha venido a recoger comida para su sobrina. Trabajó como limpiadora en el Senado de Berlín y cobra 720 euros de pensión, además de un complemento. “Las de mi generación somos mujeres que reconstruimos el país en un momento histórico, cuando la economía era débil”, dice esta mujer que prefiere no dar su nombre. Junto a ella está su hija, de 59 años, que se declara incapaz de encontrar trabajo en tiempos de coronavirus. No les importa demasiado la espera y afrontan su situación con resignación, pero también con humor: “A ver qué viene en la bolsa. Esto es como los huevos Kínder, cada semana una sorpresa”.

En el interior, una voluntaria que va en silla de ruedas organiza los paquetes-sorpresa y reflexiona sobre el devenir de este barrio en el que vive desde los años ochenta. “Me da la impresión de que en los últimos años la situación ha empeorado”. Lo confirman las cifras. Tafel Deutschland, la organización paraguas que reúne a más de 940 bancos de alimentos del país, asegura que la tendencia es clara: “La proporción de gente mayor entre nuestros usuarios no deja de crecer. Esa cifra casi se ha duplicado desde 2007”, indica Tafel Deutschland. Un cuarto de los usuarios de estas ayudas supera la edad de jubilación. Solo entre 2018 y 2019, la cifra de beneficiarios mayores creció en un 20%.

La población mayor de 65 años en riesgo de pobreza ha crecido de un 4,7% en 2005 hasta alcanzar el 15,7% en los últimos 15 años, lo que suma cerca de 2,7 millones de personas, según la oficina de estadística alemana. “La generación de más de 65 [años] en Alemania se enfrenta a un creciente riesgo de pobreza”, indica. Ese riesgo de pobreza se considera cuando su ingreso es 60% menor de la media. En 2019, el cálculo ascendió a 1.074 euros mensuales. La convergencia del riesgo de pobreza entre la población normal y los mayores sugiere que son estos últimos los que menos se han beneficiado de una década de crecimiento económico casi ininterrumpido en el país.

Johannes Geyer, investigador del Instituto Alemán de Estudios Económicos (DIW, por sus siglas en alemán) pone este crecimiento en contexto. “En los últimos 10 años hemos visto un fuerte crecimiento de la pobreza de los mayores, pero hay que tener en cuenta que partía de un nivel muy bajo comparado con la población joven. Ahora se ha igualado”, explica el economista. El aumento de la pobreza obedece en parte a los cálculos fruto de la reforma de las pensiones, pero también está relacionado con el crecimiento del desempleo hasta 2005. Muchos jubilados que pasaron aquellos años un tiempo en el paro, ahora ven reflejado ese parón en el cómputo de sus pensiones. Se le añade además, según Geyer, el incremento de empleos con bajos salarios desde finales de los años noventa, que también termina repercutiendo en la pensión.

“Los mayores son el grupo en el que la pobreza crece más rápido en Alemania”, coincide Christoph Butterwegge, politólogo especializado en políticas sociales de la Universidad de Colonia. Este experto culpa a las reformas del sistema de desempleo y de ayudas que puso en marcha el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder a principios de los 2000, la llamada Agenda 2010. “Aumentó la subcontratación y la precariedad y eso significa que al final la gente tiene pensiones más bajas”, sostiene Butterwegge.

Son los perdedores de un mercado laboral que hasta la irrupción del coronavirus no paraba de registrar mínimos históricos de desempleo en un país en el que la demografía augura un agravamiento de la situación. El progresivo envejecimiento de la población alemana vaticina un aumento de la pobreza entre los mayores en los próximos años. La población mayor de Alemania (83,1 millones de habitantes en total) se sitúa, con una media del 21,5%, por encima de la media de la UE (20,3%).

Trabajadores mayores

El incremento de la pobreza de los mayores se solapa con el fenómeno de los trabajadores mayores. Es fácil verlos reponiendo las estanterías de los supermercados, repartiendo periódicos de madrugada o incluso recogiendo botellas para reciclar, por las que les darán unos céntimos. Es el caso de Karl-Heinrich Fromm, que a las cinco de la mañana, cuando todavía es de noche, comienza a repartir periódicos con un carrito por las oficinas de Berlín. Tiene 68 años, una férula en la muñeca y artrosis en las rodillas. Este antiguo carpintero asegura que necesita complementar su pensión y por eso reparte periódicos por 400 euros al mes. Su prestación asciende a 930 euros mensuales y dice que tiene suerte, porque paga un alquiler de vivienda social en un plattenbau, los edificios prefabricados típicos del Este. Aun así, no se puede permitir grandes ni pequeños lujos. “Hace años que no voy de vacaciones; no me lo puedo permitir”. En 1990 fue la última vez que viajó al extranjero. Fromm, con el pelo cortado a cepillo, asegura que muchos de sus amigos y conocidos mayores también trabajan.

Las cifras de la oficina de estadística alemana indican que la proporción de mayores de 65 que trabaja se ha duplicado en los últimos diez años. Si en 2009, el 8% de las personas entre 65 y 69 años trabajaban, en 2019, esa cifra alcanzaba el 18%. Un total 1,1 millones de mayores de 65 tienen un empleo de bajo salario, según la agencia de empleo alemana. “Esto es nuevo y se trata de un grupo de personas muy heterogéneo. Hay autónomos que simplemente prefieren seguir trabajando y que tienen buena salud, pero hay también un nuevo tipo de jubilado que utiliza los minijobs [con los que ganan hasta 450 euros al mes] para conseguir un dinero extra sin que afecte a la pensión”, indica Geyer.

A partir del 1 de enero de 2021, entra en vigor en Alemania el subsidio mínimo para jubilados con pensiones bajas. Es una especie de pensión básica aprobada el pasado verano por la gran coalición de Gobierno (la CDU de Angela Merkel y los socialdemócratas), que calcula que se beneficiarán de ella cerca de 1,3 millones de personas, la mayor parte de ellas, mujeres, porque se aplica también a quienes hayan cuidado de hijos o dependientes. “Los logros vitales se merecen reconocimiento”, indica el Gobierno en la presentación de la prestación. La amargura ante la falta de reconocimiento de algunos jubilados en Alemania es la que aspira precisamente a capitalizar la extrema derecha, AfD, que centró su pasado congreso extraordinario en las pensiones.

Karl-Heinrich Fromm, repartidor de periódicos, de 68 años, en Berlín.
Karl-Heinrich Fromm, repartidor de periódicos, de 68 años, en Berlín.Ana Carbajosa Vicente

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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