Luces en el año más oscuro desde 1945

No hay mayor dolor que rememorar el tiempo feliz en la desdicha, le dijo Francesca a Dante cuando este le preguntó cómo brotó el extraordinario amor que la unió a Paolo y que acabó llevándola a la muerte y al segundo círculo del infierno. En efecto, mucho mejor es tratar de fijarse en las luces que todo tiempo oscuro alberga.

El año que se va apagando es posiblemente el peor que haya vivido la humanidad desde 1945. Europa no es excepción, con dramáticos registros de fallecimientos y crisis económica. Pero, por supuesto, no faltan episodios admirables, esperanzadores, conmovedores. A continuación, una pequeña selección.

De entrada, dos observaciones globales con aplicación en Europa. Dos estrellas que marcan el camino: los logros de la ciencia, del esfuerzo intelectual y experimental que eleva y salva, que antes de que acabe el annus horribilis supo producir vacunas, un gran hito humano; y, después, la conmovedora abnegación de médicos, enfermeras y demás personal sanitario, la humanidad en su mejor faceta.

Después, dos de carácter regional, vinculadas a la UE. Por un lado la histórica decisión de emitir deuda común, el mayor paso de integración en dos décadas. Casarse significa mucho; contratar una hipoteca juntos, también. Por el otro, la intensificación de los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático, elevando del 40% anterior al 55% el objetivo de reducción de emisiones en relación con el nivel de 1990. No es suficiente; pero la concienciación que refleja da esperanza.

Por último, dos hechos de dimensión nacional entre los tantos que habría cabido elegir. En España, el Parlamento aprobó sin ningún voto en contra el pasado mes de junio el ingreso mínimo vital. Hay dificultades en su implementación, el formato podría haber sido mejor. Pero no deja de brillar mucho, en la brutalidad de la contienda política española, esa medida de generosidad social sin un solo voto en contra. En Italia, en noviembre, Antonella Polimeni se ha convertido en la primera mujer en regir la suerte de la Universidad La Sapienza, en Roma, más de siete siglos después de su fundación. “El futuro ha pasado por aquí”, es el lema del ateneo. En este caso tardó mucho, pero da fe que por fin haya ocurrido.

Por supuesto todos hemos observado mucho egoísmo y pusilanimidad. Cada cual puede elegir en qué proporción fijar su mirada en un lado o en el otro.

En cuanto a Francesca, acabó afrontando la desgarradora tarea de rememorar el tiempo feliz perdido. En un extraño juego de espejismos, precisamente lo hizo por haberse fijado en la única luz posible en la oscuridad del inframundo: el propio Dante, ahí de paso. Francesca siente su piedad hacia ella. Le presta atención, y accede al relato que ha conmovido a tantas generaciones. Quizás eso, la empatía, es el punto de partida del renacimiento que debe producirse en 2021, cuando se conmemorarán siete siglos de la muerte del gran poeta.