¿Qué hacía el ‘número dos’ de Al Qaeda en Irán?
El asesinato del líder terrorista vuelve a abrir el debate sobre los vínculos, nunca probados, entre el grupo suní y el régimen chií
La reciente revelación del asesinato en Irán del número dos de Al Qaeda, Abu Mohamed al Masri, vuelve a sacar a la luz el debate sobre la supuesta cooperación entre la República Islámica y el grupo terrorista. En Estados Unidos algunos sectores llevan años denunciando sus vínculos, sin ofrecer pruebas concluyentes. El rechazo de los portavoces iraníes a esas acusaciones encuentra apoyo en su incompatible ideología: la intransigente interpretación del islam suní que hace Al Qaeda considera herejes a los chiíes, que sustentan el régimen iraní. La realidad resulta algo más enrevesada.
Tras la invasión estadounidense de Afganistán en 2001, algunos miembros de Al Qaeda y sus familias cruzaron la frontera iraní huyendo de los bombardeos. Teherán, incómodo con la situación, trató de enviarles a sus países de origen. También facilitó a la ONU una lista de 225 sospechosos a los que había detenido, pero su ofrecimiento de cooperar con Washington cesó después de que el presidente George W. Bush incluyera a Irán en su “eje del mal”. Al final, aunque nunca lo admitió oficialmente, mantuvo bajo arresto domiciliario a un número indeterminado de ellos.
Dada la enemistad natural entre el régimen islamista chií y los extremistas suníes, la decisión parecía buscar disuadir al grupo de un eventual ataque en su territorio. Con el tiempo, también le han servido de moneda de cambio.
Tal habría sido el caso con el número dos de Al Qaeda a quien, según filtraciones a la prensa estadounidense, agentes israelíes asesinaron en Teherán el pasado 7 de agosto. Abu Mohammed al Masri, como se conocía al egipcio Abdullah Ahmed Abdullah, fue uno de los cinco miembros del grupo que Irán habría liberado en 2015 a cambio de un diplomático iraní secuestrado en Yemen. Al parecer, Al Masri rechazó ser repatriado a Egipto y quedó bajo la vigilancia de los servicios secretos iraníes. Junto a él también resultó muerta su hija Miriam, viuda de Hamza, hijo de Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda al que EE UU liquidó en 2011.
Los rumores sobre la presencia de familiares de Bin Laden en Teherán se confirmaron a raíz de que una de las hijas del terrorista escapara de la casa donde estaban encerrados a finales de 2009. Imad llegó a Irán ocho años antes en una caravana que salió de Kandahar ante la inminente represalia de EE UU por los atentados del 11-S. La CIA mantuvo que Irán había dado refugio a una docena de miembros de Al Qaeda, incluidos varios vástagos del fundador del grupo, algo que las autoridades iraníes siempre negaron.
Algunos analistas incluso fueron más lejos y alegaron que ya en los años noventa del siglo pasado la República Islámica había aceptado entrenar en el uso de explosivos a los hombres de Bin Laden. Así se recoge en el informe oficial por los atentados del 11-S, donde se constata que al menos ocho de los terroristas que participaron en los ataques pasaron por Irán de camino hacia o desde Afganistán. Sin embargo, la investigación no encontró pruebas de que las autoridades iraníes estuvieran al tanto de sus intenciones.
Desde entonces, Washington ha denunciado en repetidas ocasiones la existencia de redes en Irán que facilitaban el tránsito de operativos y familiares de Al Qaeda a y desde Afganistán y Pakistán, en especial durante la intervención estadounidense en Irak (2003-2011). Lo que no ha logrado demostrar es que eso fuera fruto de un acuerdo formal y no simplemente de que los responsables iraníes hicieran la vista gorda. Fuentes diplomáticas consultadas durante estos años siempre han negado que exista una “cooperación activa”, aunque admitían que al compartir algunos objetivos podrían haber colaborado de forma ocasional. Con el paso del tiempo, la mayoría de los miembros de Al Qaeda y sus familias que se refugiaron en Irán, han ido quedando en libertad, aunque no hay detalles al respecto.
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